lunes. 29.04.2024

“Me decían que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría. El que mata o tortura sólo conoce una sombra en su victoria: no puede sentirse inocente. Necesita crear la culpabilidad en la víctima”. (Albert Camus)


Sabemos perfectamente que lo que está sucediendo en Gaza se ha vuelto insoportable: un exterminio, un genocidio. Acostumbrados a las imágenes en los medios, hemos perdido la empatía con la historia de un exterminio que estamos viendo todos los días; avergonzados tal vez, pero dispuestos a gozar de estas felices fiestas que se avecinan. La realidad tiene sus riesgos, cuando no se analiza, no se llega a conocer, y cuando no se ve, no existe y para llegar a saber hay que saber mirar. Los acontecimientos están condicionados desde la perspectiva del lugar y del tiempo que los analicemos; pueden pasar sin pena ni gloria cayendo en la indiferencia o el olvido o adquirir una credibilidad en el marco de una duradera compasión. El testimonio de Ricardo Martínez, responsable de Logística de la unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras la semana pasada en el programa Hoy por Hoy de la Cadena SER que dirige Àngels Barceló, después de pasar en Gaza un tiempo, dando continuidad a las operaciones médicas para dar apoyo directo a hospitales clave, es de esos testimonios que mueven conciencias logrando suscitar la sana y solidaria compasión y helando la sangre de los que le escuchamos. Cargado de sana indignación, se ha convertido en un defensor de valores absolutos, de innegociables éticas públicas y en la voz moral y crítica de una situación insostenible; después de describir lo que él ha visto, con voz quebrada y con el llanto en el alma y en el rostro dijo en varias ocasiones durante la entrevista que “en toda Gaza no existe lugar seguro para ninguno de los gazatíes civiles, hombres, mujeres y niños”.

Acostumbrados a las imágenes en los medios, hemos perdido la empatía con la historia de un exterminio que estamos viendo todos los días

En repuesta a las preguntas de la periodista, el doctor Martínez explicaba que los hospitales de Gaza ya no son hospitales, son pueblos en el que se cobijan ciudadanos; son innumerables las familias que están viviendo en sus pasillos, en las salas de espera, en los alrededores, buscando cobijo y seguridad ante los bombardeos a los que son sometidos por el ejército israelí. La gran mayoría niños y mujeres. Nuestros compañeros sanitarios tienen que seleccionar muy cuidadosamente a quién pueden aún salvar la vida y a quiénes no se les pueda hacer ya nada. Son cientos de niños los que, antes de morir por el dolor y el miedo, abren sus esfínteres y defecan. Y en esta situación continua, manchados de sangre y heces tienen que trabajar con enorme dolor nuestros médicos. Son incontables los casos de niños y adultos, que han perdido a toda su familia. Existe ya un término, utilizado a diario, sobre niños con amputaciones de brazos o piernas: “Niño Herido de Familia No Superviviente”Y si sobreviven en estas situaciones, ¿cuál va a ser el futuro que les espera a tantos miles de ellos? Resulta doloroso escuchar a los compañeros cuando te dicen que tienen que operar y anestesiar casi sin medicación; y, tras el postoperatorio, son muchos los que mueren por unas heridas para las que faltan los medios necesarios. Los números que nos ofrecen de muertos no son reales. No sabemos los números reales de la gente que está muriendo hoy en Gaza. No hay día, desde que acabó la pausa ridícula de 4 días que alguien del hospital no haya perdido a alguien. Allí todo es llanto y dolor mientras se viola el Derecho Internacional Humanitario: más de 20.000 civiles muertos, en su mayoría menores y mujeres, más otros miles que se calculan bajo los escombros y que no han podido aún ser computados como cadáveres. Hay miles de heridos y 7000 no encontrados y niños lesionados para siempre.Durante más de dos meses, Israel ha bombardeado Gaza masivamente por tierra, mar y aire, reduciendo buena parte de los edificios - más del 60% - a escombros. La ONG estadounidense de derechos humanos Human Rights Watch ha acusado el pasado lunes, día 18, al Gobierno de Netanyahu de usar “deliberadamente” el hambre como arma de guerra contra los civiles de Gaza. 

Ante este exterminio no podemos caer en una irresponsabilidad ya colectiva ya individual. No es aceptable la indiferencia ni la equidistancia; hay que tener valentía moral y, como versificó Celaya, es hora de tomar partido, partido hasta mancharse. Asumir que lo que está sucediendo en Gaza y al pueblo palestino nos compete a todos. Intentando, desde el dolor, describir el horror de esta situación, el doctor Martínez describe que “cada día es peor”. Cada día hay más bombardeos. Están evacuando a los ciudadanos de la zona norte haciéndoles pasar por zonas donde hay combates entre Hamás y las fuerzas israelíes y bombardean, a su vez, la zona a la que les ha dicho que deben evacuar. En apartamentos donde antes vivían 8 miembros ahora viven hacinados más de 24. En escuelas-refugio, donde hay 1,1 millones de personas, en espacios muy pequeños están viviendo decenas de personas, con una letrina para 300 personas y una ducha para 500. Y encima se consideran afortunados porque los que están llegando ahora a Rafah, tienen que dormir en la calle en un invierno frío y lluvioso. “Vivir en Gaza es un desafío diario, si estas vivo por la mañana tienes que tener cuidado de no enfermarte por el hacinamiento y la escasez de agua potable en cantidad suficiente. Los estamos llevando a la muerte”, sentencia el doctor Martínez hasta llegar a decir que “es preferible morir por las bombas a esta muerte lenta que nos estáis dando”. No hay ni una maternidad, ni un sistema para dar a luz. Había 36 hospitales antes de empezar la guerra, ahora sólo 11 hospitales abiertos, en malas condiciones y ninguno tiene maternidad. Y los que tienen enfermedades comunes, como diálisis, diabetes… etc., están abocados a morir. Preguntado por lo peor que ha vivido en su larga carrera como cooperante, Ricardo Martínez recuerda la “brutal crisis olvidada de Sudán”, pero destaca la “severidad y la desproporcionalidad” de esta crisis en un país que ha firmado los convenios de Ginebra, que reconoce el derecho humanitario de los civiles en época de guerra con el apoyo de occidente. “Estamos asistiendo a una matanza en directo. Esto nunca jamás lo había visto”. Al escuchar al doctor Martínez y viendo las imágenes que a diario proporcionan los medios de comunicación, los que tenemos sentido de humanidad universal debemos reconocer que el horror que estamos viendo y viviendo aviva recuerdos que creímos superados y que hablar o escribir desde una posición de odio, elimina toda objetividad.

Ante este exterminio no podemos caer ni en una irresponsabilidad colectiva ni individual. No es aceptable la indiferencia ni la equidistancia

En su libro titulado “Profetas sin honor. La lucha por la paz en Palestina y el fin de la solución de dos Estado”,su autor, Sholomo Ben Ami, que fue ministro de Asuntos Exteriores de Israel, realiza una crónica pormenorizada de todos los intentos de resolver dicho conflicto palestino-israelí, hasta llegar a la actualidad. El resultado es un relato pormenorizado, y en ocasiones abrumador, de las circunstancias y fracasos en los diferentes procesos de diálogo e intentos de acuerdo entre Israel y Palestina, tendentes a la consecución de dos Estados. Además de recorrer la historia política y social de Oriente Próximo durante el siglo XX, Ben Ami interpela a nuestro desconocimiento sobre la extraordinaria complejidad del conflicto entre ambas partes y su relato permite formarnos una idea propia con conocimiento de causa. En estos tiempos en los que la opinión es mucho más relevante que la información, esta es una mirada informada, interesante y dolida. Y con una tesis incómoda: es más fácil la guerra que la paz. Esta conclusión es mucho más cierta por las declaraciones hechas por Benjamin Netanyahu que, en una conferencia de prensa este sábado pasado, dijo que sus objetivos en la guerra en Gaza no han cambiado y, por tanto, las Fuerzas de Defensa de Israel continuarán con los combates hasta la eliminación total de Hamas. A pesar de la presión internacional y las pérdidas, Netanyahu sostuvo: “Estamos luchando por nuestra existencia y tenemos que continuar hasta la victoria y una vez finalizada la guerra, Gaza será desmilitarizada. El precio de la guerra es muy alto, lo pagamos todos los días. Pero cuando sabes que estás en un camino que es justo, entonces estás dispuesto a pagar un precio hasta conseguir todo tu objetivo que, en este caso, es destruir a Hamas y devolver a todos los rehenes a sus hogares”.

“Quid est veritas?”, ¿Qué es la verdad? Es la pregunta cortante y cínica que, sin esperar respuesta, hizo Poncio Pilato a Jesús de Nazaret según consta en el evangelio de San Juan (18,38). ¿Por qué esta pregunta?; porque en las siguientes reflexiones, según este versículo bíblico, con excesiva frecuencia ocurre que muchos preguntan, queriendo saber la verdad de la realidad, pero no aceptan escuchar la respuesta; de llegar a saberla, pondría en cuestión “sus creencias dogmáticas” y comprometería “su falso argumentario”.

Tenemos experiencia sobrada de que en nuestra actual sociedad los medios de comunicación tienen un papel fundamental en la conformación de la percepción ciudadana de la realidad. El influjo mediático no se limita sólo al ámbito de la percepción, sino que llega a condicionar también las actitudes, los hábitos o las creencias de muchos ciudadanos, hasta condicionar lo que creen o lo que deben ser. En un análisis profundo y radical de la crisis política y social que está padeciendo la sociedad en este siglo XXI, las verdades se desvirtúan, incluso se ignoran mientras crecen los bulos y las mentiras (hoy, “fakenews”). ¡Qué difícil resulta ser sensible y humano en una época de insensibilidad e inhumanidad y ser libre en medio de una locura colectiva, al repetirse un escenario de guerras genocidas y masacres indiscriminadas que creíamos superado! Es entonces cuando peligra esa sociedad democrática y de valores que hemos ido construyendo a lo largo de esta aventura que se llama Europa.

Cuando se analiza la realidad, palabra que lo comprende “todo”, si no se aterriza en lo concreto, el discurso, la reflexión se convierten en pura divagación líquida, tan frecuente hoy en los medios y en la política. Las palabras son como las notas de un piano, tienen sentido y reflejan la realidad de la partitura cuando se tocan de forma adecuada en “tempo y armonía”. Nos hemos acostumbrado a ver y oír cómo mucha gente pronuncia palabras cuyo significado ignora y nada le dicen, pero las emplea - el ejemplo, entre muchos a escoger, es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso-; se convierten, entonces, en unos “charlatanes” de palabras y voces vacías, carentes de sentido; no imaginan la riqueza y encanto que pueden esconder, en el marco del lenguaje, aquellas palabras correctamente utilizadas cuya riqueza refleja la profunda emoción que se experimenta cuando se escuchan o se leen porque forman parte de nuestra propia vida casi sin darnos cuenta. De ahí que surja, como el oxígeno en el medio ambiente para neutralizar la contaminación, la necesidad de la reflexión crítica, el conocimiento bien informado y fundamentado, la trasparencia de la verdad, ese repliegue necesario para encontrar en sí mismo la verdad que no necesita explicación porque se intuye sin mediación alguna.

Hay que tener valentía moral y, como versificó Celaya, es hora de tomar partido, partido hasta mancharse

Retomando la pregunta inicial de Pilato: ¿qué es la verdad?, intento explicarme a mí mismo, y a quien me lea, la mentira que está utilizando ese execrable primer ministro israelí,  Benjamín Netanyahu, para justificar, como expresamente ha afirmado con gran sensatez António Guterres, Secretario General de la ONU, que los ataques de Hamás contraviniendo las leyes de la guerra “no absuelven a Israel”, pues la brutalidad perpetrada por Hamás nunca puede justificar el castigo colectivo que Israel - con más precisión -, el asesino Benjamín Netanyahu, está infringiendo al pueblo palestino. Cuando estoy escribiendo estas reflexiones, recuerdo que fue el 10 de diciembre pasado el día que se cumplen 75 años de uno de los compromisos mundiales más revolucionarios, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, documento histórico que consagra los derechos inalienables que toda persona tiene como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole o condición, derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero.

Durante las últimas 24 horas, las Fuerzas Armadas de Israel han lanzado sobre la Franja de Gaza el ataque a “gran escala” más letal desde el 7 de octubre, con 755 muertos, según el Ministerio de Sanidad gazatí. Mientras, Israel insiste en pedir la dimisión del secretario general de la ONU, António Guterres, por condenar en el Consejo de Seguridad los ataques de Hamás y denunciar y condenar a su vez, “las claras violaciones por parte de Israel de la ley internacional humanitaria” en la Franja. En su intervención aseguró que la ONU está totalmente comprometida a permanecer y cumplir con la población de Gaza al reconocer que la situación se está volviendo insostenible; hizo una detallada descripción de la situación humanitaria en la Franja, donde más de 20.000 civiles, sin poder contar los que, por imposibilidad de medios, muchos permanecen enterrados bajo los edificios destruidos, en su mayoría mujeres y niños, han muerto ya en los bombardeos de Israel, y aseguró que los ataques de Hamás, aún, cuando contravienen las leyes de la guerra, no absuelven a Israel de sus propias violaciones.

En la misma línea que Guterres, actuó Pedro Sánchez en su visita a Israel y Palestina con su homólogo belga, Alexander De Croo, próximo presidente de turno de la Unión Europea. Ambos, con el imperativo categórico que dictan la moral y la realidad humanitaria, calificaron de terrorismo los ataques de Hamás, instando a los islamistas a liberar a los rehenes y aclarando el derecho de Israel a defenderse. Pero también deslizaron que Tel Aviv incumple la legislación internacional en materia de guerra por la muerte de civiles, apelando al reconocimiento de los dos estados como solución al conflicto. El presidente Sánchez mostró, tanto al primer ministro Netanyahu como al presidente israelí, Isaac Herzog, su desacuerdo con la respuesta de Israel con una masacre con bombardeos e incursiones terrestres en la Franja de Gaza, a los ataques perpetrados por Hamás el 7 de octubre: “La cifra de palestinos muertos es verdaderamente insoportable”, lamentó Sánchez ante Netanyahu y a Herzog, al reunirse con el primer ministro israelí, le dijo: “la respuesta a los atentados de Hamás no puede implicar la muerte de inocentes, incluidos miles de niños”, dejando claro que Israel tiene derecho a defenderse, pero que “debe cumplir con el Derecho Internacional”.

No es lo mismo ser ecuánime, procurando encontrar la justa medida, que intentar trazar una línea para hacer equilibrio entre dos posturas que en absoluto son equiparables

El primer ministro israelí Netanyahu y su ministro de Exteriores reprocharon al jefe del Gobierno español y a su compañero de gira, su homólogo belga, que no condenaran los “crímenes contra la humanidad” de Hamás, olvidando, el cínico primer ministro israelí, que ambos lo habían hecho hasta la saciedad. Desde Rafah, la ciudad egipcia fronteriza con Gaza, el presidente Sánchez subrayó: “Reitero el derecho de Israel a defenderse, pero dentro de los parámetros y limitaciones que impone el derecho internacional humanitario. Y no está siendo el caso. La matanza indiscriminada de civiles inocentes, incluidos miles de niños y niñas, es completamente inaceptable. La violencia solo conducirá a más violencia”. Antes estas declaraciones, el viaje de Pedro Sánchez a Israel y Palestina concluyó con un choque diplomático sin precedentes entre los dos países.

En referencia a la gira y las declaraciones del presidente Sánchez, como es habitual y viene sucediendo a diario, entrando en la crítica interna en España, especialmente los medios y tertulianos de la derecha y, cada vez con más intensidad, el Partido Popular, con su presidente Feijóo y VOX, con su presidente Abascal, han acusado a Sánchez de ser un “imprudente en política exterior”, señalando que “ir invitado a casa de un aliado para ofenderle es la peor carta de presentación de España”. Todos ellos han interpretado, con inquina y malignidad excesiva, que el jefe del Ejecutivo ha buscado viajar a Israel “para que la ofensa a su anfitrión, Netanyahu, le resuelva un problema de falta de coherencia de su propio Gobierno y le ha creado un problema a España”, apuntando, sin criterio de verdad, que la gira, por, otra parte, obligada al ser Presidente temporal de la UE, se ha convertido “en algo contraproducente no solo para los intereses de España, sino de Europa”.

He titulado estas reflexiones “Obscena e injusta equidistancia”; con ellas, intento aclarar y aclararme que no es lo mismo ser ecuánime, procurando encontrar la justa medida de la razón que posee cada parte, que intentar trazar una línea para hacer equilibrio entre dos posturas que en absoluto son equiparables; la persona ecuánime no implica convertirse en un puro espectador frío ni que muestre indiferencia ni que sea equidistante ante la realidad; como valor ético, quien es ecuánime intenta analizar y comprender lo que ocurre, tener criterio propio para verificar la verdad y, a continuación, actuar en consecuencia. Evidentemente, tener criterio propio no es fácil, implica informarse, buscar argumentos y conocer, al tiempo, los datos y argumentos de aquellos con los que no se está de acuerdo. Pero en estos tiempos líquidos, esta responsable, necesaria, dialogante y ética actitud está en desuso; ha surgido la casta de los “equidistantes”, de los“bienquedas”, acudiendo, cuando se carece de criterio o se quiere hundir al contrario, “al dichoso protocolo equidistante”.

Viendo las imágenes de tanta masacre indiscriminada, no se puede hacer equilibrios protocolarios con la maldad

No por tópico deja de ser verdad eso de que la primera víctima de una guerra es la verdad. ¿Qué es la verdad?, preguntó Pilato. Y ¿qué es el protocolo?, me pregunto yo. Recuerdo una frase de los discursos de Cicerón en sus “Catilinarias” al descubrir y reprimir una conjura encabezada por Catilina para dar un golpe de Estado en Roma: “Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras”. Ante un tirano, ante un genocida como Netanyahu, aún condenando la masacre de Hamás, no es justificable, como le dijeron Guterres y Sánchez, lo que está haciendo en Gaza y Cisjordania, como nos ha descrito con horror y pena el doctor de MSF Ricardo Martínez. Habría que decirle, mejor, gritarle la pregunta con la que Cicerón inicia sus Catilinarias: ¿Hasta cuándo, Netanyahu vas a abusar de nuestra paciencia? Es la pregunta que con humanitaria razón y sin equidistancia le han planteado Guterres y Sánchez. Está demostrado que la geometría de la equidistancia es siempre a favor del fuerte; comporta inhibición, aquí no vale el término medio, significaría deshumanización. En este caso, la equidistancia es la forma más obscena e injusta de tomar partido por el “status quo” del fuerte, con una inhibición ante lo evidente. Confieso y mantengo que ante este horror que asola Gaza y Cisjordania no puedo ser equidistante por muchas razones, pero hay unas muy simples y evidentes: que quienes tienen más que perder y sufrir y morir son los más débiles y que el único modo para vencer en una guerra es evitándola. 

Viendo las imágenes de tanta masacre indiscriminada, no se puede hacer equilibrios protocolarios con la maldad. Si como dice la biblia en el evangelio de San Juan, “La verdad os hará libres”, no llego a entender que quienes han tenido la libertad humanitaria y la valentía moral (Guterres o Sánchez), pues toda decisión implica riesgos, de decirle la verdad a un genocida, responsable de miles de asesinatos de civiles, de mujeres y de niñas y niños palestinos, sean criticados e insultados por partidos como el Partido Popular o VOX que se dicen cristianos y, además, apoyados por la jerarquía católica. ¡Qué difícil es olvidar tanto dolor y que ese dolor no se convierta en ira vengativa! Razón tenía Nietzsche al afirmar que la guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido. 

Obscena e injusta equidistancia