sábado. 27.04.2024

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Don Befredo el Oscuro era considerado un seductor, y era sabido que le gustaban especialmente las mujeres españolas de la nobleza, y entre estas, las marquesas y las condesas, aunque según circunstancias, no desdeñaba a las modistillas, y a otras damas de “petit vertúe”, y aprovechaba cada ocasión para subir a la tierra con la esperanza de poder holgar con alguna de ellas. El Oscuro sabía que había sido elegido para esta misión por su experiencia en el trato con las mujeres de la alta sociedad y con cortesanas de fuste y de prestigio.

Don Befredo, a quién para referirse a él, lo llamaban con el don delante, como símbolo de respeto por su extensa y refinada cultura, que escribía y firmaba con su mano izquierda. Su deseo de ampliar sus conocimientos, lo llevaba a leer incluso en lenguas ya extinguidas en otras áreas geográficas. 

En esta ocasión, se mostraba vivamente interesado por aprender todo lo concerniente a los aspectos productivos y culinarios del huitlacoche, y se desplazó con el chef don Meffisto, a un burgo cercano a Oaxaca, para aprender a preparar estos hongos.

En esta aldea de incubo y súcubos, aprendió que el hongo hasta cierto punto silvestre, nacía de forma natural en las milpas del maíz, y que su nombre, que procedía del náhuatl, significaba suciedad dormida o suciedad del cuervo. También supo que este hongo en la mazorca era de color gris, pero que al cocinarlo se volvía de color negro, el color de piel del Oscuro, y también el de las tinieblas, y que era parásito del maíz, y donde más se favorecía su producción era en tierras de riego muy húmedas y próximas a zonas de abono de los animales de corral. También en las tierras de labor donde había excrementos de animales, y que crecía en la región central del país, fundamentalmente en las zonas de México, Puebla, Oaxaca, Morelos, Veracruz y Michoacán. Se enteró de todo lo concerniente a la preparación de este manjar, y aprendió que era un alimento dedicado a las deidades y reyes aztecas.

Por otra parte, y hablando del caso de una chica sevillana, en la reunión de preparación de maléficos que había tenido en el averno mexica, todos los malignos se preguntaban si el color rojo como el fuego de su pelo, podría ser un síntoma de algún eslabón perdido entre los ángeles dóciles y los rebeldes. En estas preguntas, algunos incluso buscaban respuesta a aspectos como si los pelirrojos tendrían cola al igual que los demonios, o si carecerían de ella como sucede con el resto de los pecadores. Era algo que querían averiguar, pues eran respuestas a sus orígenes, y a su comportamiento de rebeldía ante los dioses.

También averiguó que la hija de los Duques de Manríquez, conocida como la pelirroja, estaba pálida, demacrada, y blanca. No comía, estaba desahuciada de muerte, y que había llegado a México hacía tan solo dos años. Supo también que antes de llegar al nuevo mundo, en un baile de sociedad, en la ciudad de Carmona, en la provincia de Sevilla, un muchacho le había tocado una teta en un movimiento de un baile, con tan mala suerte que un confesor espiritual de la nobleza, que estaba en la susodicha fiesta, vio lo sucedido, así como también algunas señoras de dicha localidad, que quedaron horrorizadas por lo acontecido.

El eco del incidente y su alcance fueron de tal magnitud, que el mismísimo cardenal purpurado de Sevilla la mandó llamar para aclarar el tema, ya que tan solo unos días más tarde, el joven que había protagonizado el tristísimo y lamentable incidente había embarcado ya para las Américas. Por esta circunstancia, quiso hablar con ella para interesarse por lo ocurrido, y preguntarle por qué no le había pegado un fuerte bofetón, que lo hubiera aclarado todo, no habría dado lugar a la maledicencia, y la habría exonerado de la culpa y del grave escándalo que se originó. La pelirroja, estupefacta, le contestó que solo la había rozado y que no tenía lugar tan severo castigo.

El cardenal no la creyó y tampoco otros miembros de la curia que estaban allí reunidos para juzgar su caso, que comentaron que las personas que habían visto el triste suceso, decían que se había solazado en el placer, y que no solamente era culpable de un comportamiento morboso, sino de extender y propalar un rumor. Y que tuviera en cuenta que el rumor y las habladurías que hablaban de que la hija de una duquesa se había dejado tocar una teta, habían hecho mucho daño no solo a la Iglesia, sino a la congregación de fieles.

La damisela acudió a numerosas fiestas que organizaba la nobleza sevillana, tratando de olvidar el incidente, pero todos los jóvenes casaderos pertenecientes a este privilegiado extracto social, la repudiaban, y no querían bailar con ella, no fuera que le tocasen una teta en un descuido o en un lance del baile, y el incidente tuviese un eco no deseado por ellos.

Ante el escándalo que se había suscitado, su familia optó por trasladarse al nuevo mundo, e instalarse en la ciudad de la Veracruz, pensando que quizás allí su hija podría desarrollar una nueva vida. Pero al llegar, se enteraron de que la noticia relacionada con el lúdico incidente, había traspasado la frontera y que era conocida por todo el mundo, y que nadie quería hablarle, ni bailar con ella. Nuevamente, aunque con pocas esperanzas, ante la propalación de la noticia por todas partes, su familia decidió un nuevo traslado a la ciudad de México. Pero nada cambió para su desgracia, por lo que pronto empezó a enfermar, a no comer, y a estar cada vez más demacrada. Fue desahuciada por los médicos, que dijeron que no podían hacer ya nada, ante la gravedad de los hechos que se habían sucedido.

La chica y su familia estaban desoladas.

Don Befredo el Oscuro, después de un pormenorizado análisis de la situación, apareció un día a las puertas de su palacio, vestido como un gran caballero mexicano, y haciendo gala de su profundo conocimiento y experiencia en el trato que había tenido con duquesas y condesas con anterioridad, se presentó a los padres y les sugirió la idea de que había un manjar mexicano que podría ayudar a su hija, y que le permitiesen intentarlo, que ese manjar era el huitlacoche, y que se lo consideraba propio de dioses desde tiempos de los emperadores aztecas.

Así, una tarde, se puso su camisa de color rosa mexicano, unos pantalones negros y unas botas charras, y después de mirarse en el espejo, escogió un peluquín para la ocasión. Comprobando que su aspecto era el adecuado, se dirigió al barrio de San Ángel, donde los duques de Manríquez, habían comprado una bonita casa colonial para su residencia en la capital mexicana.

Se presentó en la portería con una bandeja que contenía tacos de huitlacoche, y habló con sus padres, hasta que los convenció de que el alimento podría cambiar el curso de la vida de la joven. Subió hasta la habitación de donde la chica no quería salir. Y así lo hizo un día tras otro, y poco a poco la vida y las ganas de vivir volvieron a ella. Cada tarde, esperaba a que llegara don Befredo con sus tacos de huitlacoche. Sus padres al oír los sollozos de satisfacción, no cabían en sí de gozo, y cuando entraban en su habitación, ella les decía que era por lo mucho que le gustaban estos hongos, y que no podía ya vivir sin este alimento.

El Oscuro se movía con mucho sigilo y silencio en la ciudad, pues en algunas ocasiones anteriores su presencia había sido detectada e intuida por algunos hombres y mujeres castos, que habían avisado de su presencia a los sacerdotes y monjes de los barrios.

Cada vez que don Befredo aparecía, la alegría de la chica era evidente, y pedía más huitlacoche. Empezó a salir y a arreglarse, y su piel ya no era blanca y demacrada sino sonrosada. Además, empezó a cambiarse de vestido tres o cuatro veces al día, y a lucir colores más vivos, incluyendo una diadema para el pelo de color verde, y una cinta para su cintura de color encarnado que resaltaba su belleza y su estilizada figura. Su familia estaba muy contenta y aliviada por que habían encontrado con estos hongos la curación para su hija, y también con ellos habían resurgido las ganas de vivir.

La noticia corrió como la pólvora por todo el Valle de México, y la pelirroja fue llamada por el cardenal primado de México, para que le contara su experiencia de forma personal, y después por otras autoridades del ámbito religioso. Consideraban la curación como un milagro, y empezaron a hablar maravillas de la hija de la duquesa y del huitlacoche, al que empezaron a calificar como alimento divino, por ser extremadamente sabroso y por ser muy útil para curar males, y a recomendarlo entre sus amistades. En cuanto a la chica, todo el mundo quería conocerla.

Fue invitada a muchas fiestas por deseo expreso de muchos jóvenes principales que querían saludarla, pero ella se negaba a asistir, aduciendo que con su huitlacoche tenía suficiente, por lo que fue doblemente alabada por las autoridades eclesiásticas de la ciudad de México, que escribieron cartas, de cuya constancia se sabe, a los deanes de Veracruz, con el objeto de que una vez leídas y difundidas en las misas dominicales durante dos meses alternos y un tercero de confirmación, fueran enviadas a Cádiz, a las autoridades portuarias, quienes a su vez deberían hacerlas llegar debidamente compulsadas al arzobispo de Sevilla, para su lectura en la catedral y para que diese la buena nueva de que el huitlacoche era un alimento que obraba milagros en la salud corporal y anímica de muchas muchachas hijas de la nobleza sevillana, que debido a episodios tristes y desgraciados similares, estaban abatidas y desanimadas en la vida, por haber sufrido la grave humillación y el posterior escándalo de que un desconocido les hubiese tocado una teta, y no se hubieran defendido con la prontitud que la gravedad que estos casos requerían.

Numerosos pedidos de este hongo fueron realizados desde la ciudad de Cádiz y Sevilla para que a su vez se tramitaran a México. Los comerciantes importadores veían como sus ingresos se incrementaban y el negocio era cada vez más floreciente.

Incluso los galenos, se maravillaban del gran efecto positivo que tenían los tacos de huitlacoche en la salud humana, y lo recomendaban a todo el mundo.

Poco tiempo después, no solo la pelirroja gozaba con el huitlacoche, sino también sus amigas, e incluso las mamás de sus amigas.

El maléfico, la pelirroja, los eclesiásticos