lunes. 29.04.2024
Asedio

La monarquía hispánica se encontraba en una situación muy difícil en la década de los años 1640, pues el enfrentamiento con Francia como consecuencia de la guerra de los treinta años se unió la insurrección de Cataluña y Portugal. La situación de la Hacienda era bastante precaria debido a los numerosos frentes que debía hacer frente a lo largo de todo el mundo.

A partir del año 1640 proliferaron varias rebeliones contra el rey Felipe IV de Habsburgo, que era asimismo Felipe III en el Reino de Aragón, como las de Portugal, Cataluña, Nápoles o la del duque de Medina Sidonia en Andalucía.

Ante la rebelión de Cataluña, Zaragoza era lugar de paso continuo de las tropas españolas lo cual generaba bastante malestar en la población por el conflicto que continuamente creaban las tropas de paso.

Los ejércitos en el siglo XVII eran mayoritariamente tropas mercenarias que se reclutaban en diferentes regiones y a veces de forma violenta. Los capitanes de las compañías que alzaban bandera de recluta conseguían a sus soldados con una combinación de prestigio y temor al jefe.

La actuación de las autoridades por donde pasaban estas tropas en general no eran positivas, pues aprovechaban esas paradas para reclutar jóvenes para sus fuerzas, lo que hacía que se perdiera mano de obra joven y provoca un empeoramiento de la economía.

La autoridad real no tenía otro remedio que reclutar levas de soldados por un número determinado de hogares, que más tarde redimiría con el pago de dinero con el que se reclutaba a los soldados mercenarios.

Este modelo de reclutamiento no permitía obtener buenos soldados y hacía que hubiera numerosas deserciones. La vida de estos soldados era muy dura, donde a veces tenían escasez de alimentos y eran muy frecuentes las enfermedades debido a la escasez de medidas higiénicas.

Cuando estos soldados se desplazaban a otro territorio con costumbre y lenguas diferentes a las suyas, su avituallamiento y alojamiento correspondía a cargo de las autoridades y de los vecinos de las poblaciones. Eran soldados de costumbres rudas y que desconfiaban de todos.

Uno de los episodios más curiosos y sangrientos de la historia de Zaragoza es a la vez uno de los menos conocidos por los aragoneses y zaragozanos. Hablamos de la matanza de los valones del año 1643.

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Vista de Zaragoza finales del siglo XVII. Fondos de la biblioteca de la Universidad de Zaragoza

Zaragoza de mediados del siglo XVII conocida como la Florencia de España por la riqueza de sus monumentos, palacios, edificios monumentales y las decenas de torres que decoraban la ciudad.

Los valones son los habitantes de la región de Valonia, situada en la actual Bélgica y que en el siglo XVII pertenecía todavía al imperio de los Habsburgo de la Monarquía Hispánica.

Eran de religión católica y de ahí que fueran fieles a la corona a diferencia de otras regiones como Flandes, donde proliferaron las diferentes reformas protestantes de la Iglesia Católica, desde que Martín Lutero colgara en la puerta de la iglesia de Wittenberg de sus famosas 95 tesis que hicieron temblar los cimientos del catolicismo.

Valonia participaba como el resto de territorios de la Monarquía con hombres para los ejércitos de los Habsburgo, siendo los valones reclutados entre los guerreros más aguerridos de la zona y siendo empleados en misiones de riesgo llamadas a encabezar asaltos o a cubrir retiradas.

Su vinculación con la Monarquía Hispánica e incluso más tarde con la propia España fue tal que a pesar de la pérdida de la región tras la Guerra de Sucesión Española la monarquía de los Borbones creó la Guardia Valona, que estuvo en funcionamiento desde el año 1703 hasta el año 1820.

En Zaragoza había trescientos soldados valones en el año 1643. Tras más de dos décadas de guerras, la Monarquía Hispánica se encontraba en el año 1640 en una situación de jaque luchando contra media Europa.

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Nos encontramos un imperio todavía poderoso pero en bancarrota, con multitud de frentes abiertos y una sociedad diezmada y empobrecida por altos impuestos, hambrunas, sequías, pestes y bajas en los frentes de guerra.

El Reino de Aragón llegó a tener en el año 1648 su propia versión aspirante al reino con el duque de Híjar, que se encontraba confabulando con Francia para lograr su apoyo y convertirse en rey de un Aragón independiente, pero que sería títere de los franceses en la práctica.

Una de esas rebeliones que es la que más nos atañe ahora es la presencia de los valones en Zaragoza. La guerra con la Francia del cardenal Richelieu y Luis XIII hace que la frontera pirenaica pase a ser un frente a proteger, por lo que los tercios son llevados a Cataluña.

Estos tenían que ser mantenidos en muchas ocasiones a expensas del terreno y por lo tanto de la propia población, la cual sufría numerosos abusos por parte de los soldados y de las autoridades.

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Lugar donde se produce la matanza.

Esta situación estalla en el llamado Corpus de Sangre del día siete de junio del año 1640 en Barcelona, en la que se produce el asesinato del virrey catalán. La situación se va complicando a lo largo del tiempo hasta transformarse en la llamada “Rebelión de Cataluña” o “Guerra del Segadors”, que durará hasta que Barcelona es tomada en el año1652.

Este conflicto es realmente difícil pues las oligarquías catalanas acaban nombrando al Borbón, Luis XIII de Francia como conde de Barcelona en una Cataluña independiente en detrimento de Felipe IV de Habsburgo.

Debido a esto, las tropas francesas entran rápidamente en Cataluña abriendo a la Monarquía Hispánica un frente dentro de la misma Península Ibérica al que se añadía la rebelión portuguesa. Acabar con estos problemas se convierte en la gran prioridad de la Monarquía Hispánica.

La caída de gran parte de Cataluña hace que el Reino de Aragón se convierta en la nueva línea de frente. Incluso Monzón cae en manos franco-catalanas en junio del año 1642, dejando casi expedito el camino hacia Zaragoza.

La situación de emergencia hace que lleguen los tercios al Reino de Aragón y que ocurran situaciones similares a las que habían sucedido en la propia Cataluña. Sin embargo, en esta ocasión la corte de Felipe IV se establece en largos periodos en Aragón para mantener la fidelidad del reino.

El rey acude a Zaragoza varias veces logrando mejorar las relaciones entre el reino y la Monarquía, muy maltrechas desde la rebelión del año 1591 por el caso de Antonio Pérez y que acabó con ejecuciones como la del Justicia Mayor, Juan de Lanuza, y la modificación de parte de los fueros en las Cortes de Tarazona del año 1592.

La presencia del monarca en Aragón buscaba también agilizar las operaciones de guerra y el mando al estar más cerca del frente que si se quedaba en Madrid. De hecho, es tal la presencia de la corte en Zaragoza que el propio hijo y heredero del rey, Baltasar Carlos, murió en Zaragoza en el año 1848.

La situación en Cataluña era crítica y se necesitaban urgentemente tropas para proteger al reino aragonés y recuperar terreno en Cataluña. Es en este momento histórico donde aparecen las fuerzas valonas en la ciudad.

La Monarquía necesitaba hombres para la guerra de allí donde pudiera sacarlos, así se reclutan soldaos en Valonia y en lugar de quedarse en Flandes como era habitual son enviados a combatir a la Península Ibérica.

En 1643 desembarcan tropas valonas en La Coruña y San Sebastián, siendo varios centenares destinados al frente aragonés para reforzar la campaña para intentar recuperar la ciudad de Monzón, que hace frontera con Cataluña y que había caído en manos francesas.

En ese momento están de paso por Zaragoza unos trescientos valones que llegan en la víspera del Día de la Ascensión al mando de Felipe de Silva. Doscientos de ellos son acantonados en el Rabal y los cien restantes en distintos puntos de la ciudad.

Unos valones que llegan a una Zaragoza que da muestras de gran descontento por la grave crisis económica y el fracaso de la campaña militar del año anterior en la que se perdió la ciudad Monzón.

Todo esto lo agravan unas fuertes inundaciones que habían roto tanto el Puente de Piedra como el Puente de Tablas dejando incomunicado, salvo por barca, el Rabal con el resto de la ciudad.

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Y esto es clave, ya que buena parte de los jornaleros que no tenían tierras propias lograban cada día trabajo en los campos situados en la margen izquierda del Ebro al que ahora no tenían acceso por la rotura de los puentes.

Los jornaleros zaragozanos se solían presentar cada día en la Plaza de la Mesa del Rabal, llamada así porque allí se situaban varias mesas donde se contrataba para aquella jornada el trabajo de cada jornalero y se le asignaba la propiedad a la que tenía que ir. Dada la rotura de los puentes ahora la mayoría no podían hacerlo, con el consiguiente descontento.

En Zaragoza los soldados valones, provenientes de los Países Bajos españoles, lucharon contra sus vecinos en el año 1643. Eran acusados de impiedad y de desconsideración, los zaragozanos estallaron en cólera, hasta tal extremo que llegaron a caer en las calles personas que por su atuendo semejaban valonas.

Por su lado, los valones andaban un poco moscas porque tampoco recibían su soldada desde hacía tiempo, así que el caldo de cultivo que tenemos no auguraba un buen desenlace en una ciudad, que en aquellos días estaba muy tensionada por los conflictos sociales latentes.

Sobre las tres de la tarde del Día de la Ascensión, los valones acantonados en el Rabal, hambrientos y furibundos, empezaron a robar y asaltar los huertos de la marquen izquierda.

Los zaragozanos comenzaron a responder a los asaltos y a cruzar en alguna barca desde la ciudad hacia la zona del Rabal, siendo arcabuceados por los soldados valones matando a cinco civiles. Esto hace que la furia de una ciudad ya de por sí descontenta se desate. Comienza la matanza de los valones.

Estos se ven rápidamente en inferioridad y comienzan a refugiarse en iglesias y conventos como el de Jesús, actualmente desaparecido. A pesar de acogerse a un templo sagrado, los zaragozanos lo asaltan y matan a diecisiete valones y hieren de gravedad a otros tantos.

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Torre del trovador de la Aljafería

Eso en la margen izquierda, porque en la misma ciudad la matanza se extiende también por iglesias, conventos como el de San Agustín y hasta en las mismas calles, tal y como presencia el propio arzobispo Pedro Apaolaza, que ve como las gentes asesinaron a una persona solo por vestir con atuendo extranjero e intento poner paz en las calles ante la gravísima situación que se vive en la ciudad.

Muchos de los valones, que recordemos eran considerados casi como tropa de élite, sólo se salvaron por refugiarse en lugares como la sede de la Inquisición y el palacio fortaleza de la Aljafería.

Tras varias horas, la matanza de los valones terminó dejando más de ochenta valones muertos además de varios zaragozanos más. Entre muertos y heridos, más de un tercio de las tropas valonas causaron baja en las filas de los ejércitos de su majestad dirigidos a recuperar la ciudad de Monzón.

Los acontecimientos provocados por los valones en la ciudad no fueron a mayores porque los zaragozanos amotinados no contaban con el apoyo de la aristocracia local, más interesados entonces en proseguir sus buenas relaciones con el rey.

La matanza de los valones en Zaragoza en 1643