sábado. 27.04.2024
Arnaldo Otegi y Oriol Junqueras
Arnaldo Otegi y Oriol Junqueras

Me parece que no exagero mucho si digo que las derechas han mostrado un notable desconcierto tras los resultados electorales.

El PP que, apoyándose en Vox, venía de alcanzar un gran éxito en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, ha conseguido un buen resultado electoral en las generales: ha sido el partido más votado, ha aumentado 47 escaños y tiene la mayoría absoluta en el Senado. A todas luces es un resultado extraordinario. Pero como casi todo el mundo daba por hecho una mayoría PP+Vox para sustentar un gobierno de coalición (incluso se acariciaba la idea de una mayoría PP suficiente para gobernar en solitario), el resultado ha sido decepcionante. ¿Por qué no se ha producido el resultado esperado? ¿Qué hacer ahora? ¿Pactar con el PSOE o arremeter contra él con más estridencia aún? ¿El PSOE es ahora un partido de Estado (un partido respetable, parecen querer decir) o bien es un partido de vendepatrias, filoetarras y aprendices de dictador? ¿Qué hacer con Vox? ¿Pactar con ellos o aniquilarlos?

Por su parte Vox, no acaba de salir de su asombro. ¿Qué ha pasado para pasar de ser el partido que más subió en Mayo a convertirse en el que más ha bajado en Julio? La bajada de Vox hace que Abascal no pueda hacerse un Meloni: no podrá reunir a todas las derechas bajo su mando. Lo cual es una desautorización de Abascal en toda regla. Con todo, tienen 3 millones de votos y son la tercera fuerza en la cámara, lo que les hace imprescindibles en toda combinación que intente el PP.

Vox, no acaba de salir de su asombro. ¿Qué ha pasado para pasar de ser el partido que más subió en Mayo a convertirse en el que más ha bajado en Julio?

Lo más curioso del día después es que todos quieren hablar urgentemente con Pedro Sánchez. Es decir, el PSOE se ha convertido en el centro del tablero de la política española: cualquier gobierno que se pretenda hacer pasa por el consentimiento del PSOE. Con buen criterio, Sánchez se ha quitado de enmedio dejando que el resto de los partidos se cuezan en su salsa y anuncien sus intenciones, dejando a los subalternos la lidia con unos y otros para tantear el terreno de una posible investidura.

Algunos notables del socialismo anunciaban que los acuerdos con Podemos e independentistas pasarían factura al PSOE. No ha sido así. El PSOE ha tenido un millón de votos más y casi tres puntos y medio más. Más bien ha sucedido lo contrario: han bajado casi todos los “socios” del PSOE. Tampoco se ha verificado el pronóstico de que la “mayoría frankenstein” iba a ser inestable y corta. Antes al contrario: ha sido una legislatura larga y fructífera en el plano legislativo. Finalmente, tampoco se ha verificado el rechazo de la UE a la participación de UP en el gobierno de España. Todo lo cual explica muy bien que el ruido en el seno del PSOE sea casi inexistente.        

En contraste, el autoproclamado vencedor de las elecciones solo cosecha desplantes y nones. El más sonoro es el del PNV, que ni siquiera quiere hablar con él alegando que Vox ya va en el pack del PP, como se ha visto claro en las municipales y autonómicas celebradas. Cuando se presente ante el Rey, Feijoo tan solo podrá exhibir el apoyo de Vox, de UPN y quizás de CC. Serían 172 votos, insuficientes para alcanzar la investidura. No obstante parece obligado que Feijoo pase por ese trance. 

Felipe González y otros destacados socialistas han formulado la propuesta de dejar gobernar a la lista más votada con otro argumento: reducir el papel de los “extremos”

La campaña de los medios de comunicación de la derecha intenta hacer creer a la población que hay que dejar gobernar a la lista más votada. De lo contrario, dicen, se produciría una “anomalía democrática” que algunos, en pleno delirio, equiparan a un golpe de estado. Entonces, ¿ha habido una anomalía democrática en Extremadura, en Canarias y en unos cuantos ayuntamientos? ¿El PP y Vox han dado allí un golpe de estado? Lo que dice la Constitución, que tanto invocan y tan poco cumplen, es que gobierna quien tiene el apoyo de la mayoría (absoluta o relativa) de los diputados electos. Fin de la cuestión. Entiendo que intenten sacar la victoria de entre los dientes de la derrota, presionando al PSOE para que, con su abstención, haga que los 172 escaños sean suficientes. Pero podrían utilizar algún argumento un poco más sólido y, sobre todo, más respetuoso con aquel al que le piden el apoyo.

Felipe González y otros destacados socialistas han formulado la propuesta de dejar gobernar a la lista más votada con otro argumento: reducir el papel de los “extremos” (se refiere a Sumar, Vox y los nacionalistas periféricos) en la gobernabilidad del país. Esta es una propuesta que solo tendría viabilidad después de haber fracasado todas las demás, es decir, en caso de que Feijoo fracase en su investidura y Sánchez también. Sería la alternativa a la repetición indefinida de elecciones. “Pónganse de acuerdo” recomienda González, refiriéndose a los líderes del PP y del PSOE. Por el momento, la propuesta no ha tenido ningún eco. Otros hablan de grandes pactos de estado entre PP y PSOE para fundamentar el gobierno de la lista más votada. Y seguro que no faltará quien saque a colación la gran coalición PP + PSOE. Lo que hay en el fondo de esas propuestas es cambiar las bases de la gobernabilidad. Nada menos.

Me parece que el horno no está para esos bollos. Atendiendo a lo que dicen en el PP y, sobre todo, en su entorno mediático, es evidente que hay una guerra ideológica y cultural contra el PSOE, cuyos aspectos más agresivos son:

 1. El PSOE no es un partido constitucionalista. No importa que el PSOE sea el único partido de los actualmente existentes que estuvo en la ponencia constitucional; aprobó la Constitución e hizo campaña a su favor en el referéndum; que desde entonces ha defendido y cumplido la Constitución; y ha hecho cumplir la Constitución cuando ha hecho falta. No tiene, pues, ninguna base tachar de no constitucionalista al PSOE. Pero la exclusión del PSOE del conjunto de partidos constitucionalistas tiene como propósito presentar el pacto PP–Vox como el pacto natural entre los dos únicos partidos constitucionalistas. En realidad el pacto PP–Vox es el pacto natural entre los partidos nacionalistas de derechas (valga la redundancia). El nacionalismo español ha estado cuatro décadas dormido. El procés lo ha despertado. Establecido como dogma que el PSOE no es constitucionalista pactar con el PSOE es anatema, como muy bien explica Ayuso con la simpleza que le caracteriza.

En realidad el pacto PP–Vox es el pacto natural entre los partidos nacionalistas de derechas. El nacionalismo español ha estado cuatro décadas dormido

2. El PSOE es un partido filo terrorista, porque hace acuerdos con Bildu (por cierto, el PP también). El infame “que te vote Txapote” (Ayuso dixit) es equivalente a que el PSOE es ETA, a fin de cuentas. Por eso, dicen que ETA ha ganado: al estar el PSOE en el gobierno, está ETA.     Y la pregunta es qué coños se puede pactar con un partido que es filo terrorista cuando no abiertamente terrorista.

3. Sánchez es un dictador (o está en ello) que pretende encarcelar a la oposición e instaurar en España una dictadura caribeña. ¿A qué acuerdos se pueden llegar con un señor que pretende acabar con las libertades y crear una república bananera?

4. Finalmente, Sánchez tiene un acuerdo secreto con los independentistas para romper España.

De todo esto se deduce que pactos de estado con este tipo (Sánchez) son no solo imposibles sino indeseables. La guerra cultural e ideológica contra el PSOE se resume en el lema “o Sanchez o España”. Ayuso dixit. Un buen nacionalista español no tiene nada que pactar con quien es enemigo de España.

Por eso, para que hubiera un pacto de gobernabilidad PP–PSOE lo primero que debería pasar es que el PP cambie su relato. Y lo segundo que rompa con Vox, para lo cual debería deshacer los pactos con Vox en, al menos, aquellas CCAA donde el PSOE ha resultado ser la lista más votada. Ahora bien, las cosas no van por ahí, como demuestra el hecho de que, después del 23J han creado otra coalición PP–Vox en Aragón. Y la guerra ideológica y cultural contra el PSOE está más aguda que antes. Es decir, el PP sigue apostando por la alianza natural del nacionalismo español, con un programa que asume las guerras culturales que Vox está librando. En esas circunstancias, abstenerse para que gobierne la lista más votada equivale a dejar que gobierne el pack PP–Vox. Aunque Abascal haya anunciado que votará gratis a Feijoo, el pack sigue existiendo, como se ve en muchas CC AA. La renuncia de Abascal a tener ministros en un gobierno Feijoo, responde al dato de que, salvo milagro, no habrá gobierno Feijoo, así es que Abascal no renuncia a nada.        

Nos guste o no, dentro del sistema político español hay dos subsistemas políticos con dinámica propia, distinta de la dinámica general. Hablo de Cataluña y de Euskadi

Hay otra cuestión trascendental para la gobernabilidad de España: los nacionalismos periféricos. Nos guste o no, dentro del sistema político español hay dos subsistemas políticos con dinámica propia, distinta de la dinámica general. Hablo de Cataluña y de Euskadi. Durante 40 años, los nacionalistas periféricos han participado, de un modo u otro, en la gobernabilidad de España La propuesta de una entente PP–PSOE para la gobernabilidad de España excluye expresamente la participación de los nacionalistas periféricos en dicha gobernabilidad. El PSOE sí que mantiene la propuesta de integrar a los nacionalistas en la gobernabilidad, seguramente mediante una especie de pacto de legislatura a varias bandas. Pactar con los nacionalistas periféricos no significa entregarles el gobierno de la nación, obvio es decirlo. Pero sí que tendrá que haber acuerdos con ellos.

Durante muchos años el nacionalismo vasco y catalán han jugado a un juego: gobernar en su CCAA e influir en el gobierno de España. Ha sido una política que le ha ido bien a Cataluña y a Euskadi. Hasta que llegó el procés y rompió ese marco de juego. Les guste o no, la realidad es que el procés ha terminado y ha sido un fracaso monumental. Un gobierno sensato debería tratar de cerrar esta etapa de la política catalana curando las heridas que se han producido. Ese es el sentido de los indultos y demás medidas adoptadas en esta legislatura. La gran decisión que debe adoptar ahora Puigdemont es si el partido sucesor de la vieja CiU vuelve a la política que con tanto éxito hizo Pujol: gobernar en Cataluña e influir en Madrid. Para ello debería seguir el ejemplo de Otegi que está demostrando tener una buena cabeza política.

También puede decidir mandarnos a repetir elecciones. No se me alcanza que puede ganar en una repetición electoral. Más bien puede suceder que a Junts le vaya peor. Peor aún si , después de la repetición hay un gobierno PP-Vox, como algunos anuncian.

Veremos.

El día después