sábado. 27.04.2024
feijoo_campaña_galicia
Campaña del PP en Galicia.

Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna

 

Hace unos meses, en estas mismas páginas, vaticinaba que la derecha acabaría subiéndose al tren de los indultos o de la amnistía. Recibí entonces una abundante cosecha de palmaditas en la espalda, referencias al valor de los buenos deseos y sonrisas empáticas.

Y, sin embargo, esa nueva etapa del legendario “viaje (interminable) al centro” ha comenzado ya a diseñarse. Es verdad que con no demasiada inteligencia. Reunir a los medios de comunicación para darles en primicia una exclusiva en medio de una campaña electoral y después llamarlos mentirosos a todos no es una estrategia muy brillante.

Pero sí es un indicio. No de que de repente en los corazones de los de Génova haya anidado un sincero deseo de reconciliación, sino un obvio indicio de que no se despega en las encuestas. Llenar las calles de simpatizantes es divertido, pero no añade más simpatizantes, y sacar a pasear al ex presidente Aznar con las gafas de sol que el tirano lucía en los últimos años de la dictadura ya no da miedo a nadie. Ni siquiera el deje macarra de la presidenta por antonomasia eriza los cabellos de quienes no los tengan ya erizados.

El avión del PP no despega porque en sus bodegas lleva un muerto llamado Vox

El avión no despega porque en sus bodegas lleva un muerto llamado Vox. Durante un breve espacio de tiempo, los estrategas del PP supusieron que acercarse a la estética berreante y la simpleza verbal de los violentos les daría réditos electorales, pero están comprobando que los españoles no están satisfechos con tantos decibelios.

No es azar que lo hayan descubierto durante una campaña electoral. El señor Feijóo venía de Galicia con el aura de ser un moderado -luego hemos descubierto que solamente era un mal actor-, y no se lo trajeron para dar voces, sino porque los gritos habían fracasado. Las encuestas en lo que era el bastión más férreo de los populares son peores que nunca, y de ahí el intento de cambiar en mitad de carrera del caballo de ojos enrojecidos de los jinetes negros al manso percherón que tan buenos efectos causaba en el pasado.

Bienvenidos al campo de la reconciliación. Los sufridores de este lado del charco político siempre los recibiremos con la mano tendida cuando por fin emprendan el camino. Ya sabemos que no llegarán nunca, porque siempre interrumpen el recorrido si la meta volante es la Moncloa, pero nos damos por satisfechos con que no se alejen cada día más. Aunque con tanto pellet estén escaseando en las costas gallegas, aceptamos pulpo como animal de compañía. Incluso acogeremos con paciencia que, si el domingo por la noche pierden, nos digan que ha sido porque, en realidad, no querían ganar.

Todo más claro