jueves. 25.04.2024

Nadie dijo que fuera fácil

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Hace dos semanas -creo que fueron dos semanas; aunque es más fácil seguir el curso del tiempo ahora que vuelvo a trabajar, aún noto cierta distorsión generada por ese otro aislamiento, el social, que dibuja los días sin el volumen de los encuentros, las conversaciones cara a cara, las sonrisas; me faltan hitos de carne y hueso que ofrendar o donde descansar-, digamos que fue hace dos semanas que la frustración por la política local activó otro de los resortes de mi forma de estar en el mundo, el del dibujo.

Cogí un grupo de bolígrafos Bic, de los de tipo cristal (que escriben normal; tics publicitarios como arañas en una tela antigua pero bien asentada en la memoria), de colores y mi mente encontró sin esfuerzo una analogía, visual esta vez, entre el panorama general y uno de mis villanos de cómic favoritos. Dos Caras. Se trata de un fiscal horriblemente desfigurado en la mitad de su rostro, obsesionado con el conflicto entre el bien y el mal que a lo largo de su transformación trata cada vez más como un asunto meramente decorativo en lo conjetural, sin llegar siquiera a la cuestión estética de fondo y sin que la reflexión ética suela concluir del lado de la luz. Dos Caras parece recurrir al azar de la moneda al vuelo en muchas ocasiones, pero mientras el dólar gira en el aire ya adivinamos la pantomima; este villano aparentemente impredecible en su bipolaridad siempre tiene plan b y cada movimiento es una decisión táctica que, puede resultarnos incomprensible, carente de lógica y hasta histriónica, pero que sirve a una estrategia con una motivación y una finalidad concretas, definidas, planificadas.

Así que hice una ilustración satírica fusionando el rostro lacónico y penitente o virginal de Isabel Díaz Ayuso con Dos Caras. Lo publiqué en mi perfil de Twitter con un comentario breve en lo que para mí era y es un acto político de esos de andar por casa, que no llegan nunca muy lejos, pero que van metiendo granitos de arena en las zapatillas hasta que la incomodidad nos hace pararnos a indagar y a reflexionar. Una sátira con vocación de metáfora. Si elegí una imagen humana fue porque en este caso era una imagen creada para ser mostrada, una impostura, una de esas imágenes del reportaje que representaba a Díaz Ayuso como una virgen de Murillo. No es un ataque a su persona sino un ejercicio crítico a través de lo estético sobre su servicio público.

La escritura es un acto estético y político; si es honesto es arte, si no lo es, sólo propaganda

Una persona a la que valoro especialmente a pesar de que no nos conocemos más que en lo virtual (ni menos, que a veces es decir mucho) me sugirió la posibilidad de hacer láminas con la ilustración y es verdad que ya estaba yo barruntando por qué sí y por qué no. A veces una segunda o tercera opinión es importante y suelo consultar mis dilemas con dos amigos que tienen la facilidad de querer y no juzgar ante un problema, de no dar una solución, sino acompañar el proceso dialógico personal de una consigo misma, de ser el frontón o el abogado del diablo cuando es necesario mirar algo desde todos los ángulos posibles; llamé a uno de ellos, nos queremos hace tantos años. Me escuchó mientras le hablaba de la oportunidad de ganar dinero (digamos que esto de generar cultura no me da para vivir; de eso tal vez hable la semana que viene), pero también del temor de que ese dibujo, fuera del marco de acción política que lo contextualizaba, se convirtiera en otras manos en un ataque personal. Soy fiel defensora de la sátira, compro El Jueves (la revista que sale los miércoles, otra publicidad bien hecha) casi cada semana y creo que el humor negro es sanador en el contexto adecuado. Como dicen las inmobiliarias, situación, situación, situación; el valor de una casa depende mucho de su situación, de su lugar. El sentido de las cosas, también.

Así que la imagen permanece donde está y no voy a usarla para nada más que para lo que fue concebida. Un paso más hacia la tranquilidad de mirarme en el espejo sin sonrojo, y sin dinero, eso también.

Esto que vale para lo pequeño, vale para lo grande. La política nacional, en un tira y afloja constante con lo regional, es un teatrillo vergonzoso, en parte porque vulnera los principios teatrales de la revelación y la catarsis. Proyectan continuamente representaciones de la realidad como fotogramas retocados. Pero no todos son iguales en esta práctica y cada vez disfruto más de ver a la ministra Yolanda Díaz, no necesariamente por estar de acuerdo en todo lo que propone, sino por el honesto trabajo de acuerdo, de encuentro, de enfocarse en las soluciones en lugar de asomar el títere del demonio con el garrote por un lado del minúsculo escenario mientras se rapta a la doncella por el otro.

De forma que imagen y contenido deben ir de la mano. Lo demás es falsedad y superchería.

Estoy leyendo un cómic armado desde una serie de tuits de Carlos Hernández de Miguel a través del perfil @deportado4443 y que se basaban a su vez en una investigación que publicó, con la documentación correspondiente, bajo el título de Los últimos españoles de Mauthausen sobre la vida y muerte de estas mujeres y estos hombres en espacios tan llenos del ruido del dolor y la rabia como Dachau o Ravensbrück, entre otros. La escritura es un acto estético y político; si es honesto -como es el caso- es arte, si no lo es, sólo propaganda.

La parte visual es obra del artista Ioannes Ensis. Se documentó exhaustivamente para este trabajo y se implicó en cuerpo y alma, me consta, para que la parte gráfica fuera la compañera adecuada a la memoria que se quería rescatar. Su trabajo es muy bello en un sentido técnico y sobrecogedor en lo emocional. Me admira la capacidad para hacernos comprender; para materializar el peso, la textura, la consistencia o el desvanecimiento de los objetos y los sujetos; para ahondar en el sufrimiento desde el respeto, para crear esta ventana desde la que asomarnos sin vulnerar la intimidad de las personas retratadas, sin acercarse siquiera a lo morboso; para que la luz sea despiadada cuando tiene que serlo y la oscuridad quede expuesta, como en la mesa de cirugía, abierta en canal para ser examinada.

Las tapas duras del cómic son parte de su contexto, pero su significado y su sentido trascienden ese contexto. Lograr eso no es fácil; hacerlo desde la sátira, como en otras publicaciones, es caminar sobre el filo de la navaja. Dejarse seducir por otras coordenadas y deslocalizar la sátira puede ser un error y es una temeridad que tal vez deje la imagen sin contenido veraz, como la cáscara seca y llena de pinchos afilados que recubría la castaña pero que no alimenta y solo hiere.

Nadie dijo que fuera fácil.

Nadie dijo que fuera fácil