viernes. 19.04.2024

"Yo toqué un pobre" y otros hits de la aporofobia macrista“

La primera etapa de la gira proselitista “Si, se puede”, emprendida por el presidente argentino Mauricio Macri, dejó algunas perlas que bien podrían conformar una antología de la aporobobia

La primera etapa de la gira proselitista “Si, se puede”, emprendida por el presidente argentino Mauricio Macri, dejó algunas perlas que bien podrían conformar una antología de la aporobobia. Los testimonios recogidos por la prensa son la clara evidencia del cambio cultural impulsado por un modelo de gobierno que legitimó desde el poder el odio hacia el pobre y el inmigrante.

Desde su salto del mundo empresarial al de la política, Mauricio Macri supo capitalizar y construir su historia partidaria conquistando a esa porción del electorado caracterizada por un odio de clase que nunca se molestó en ocultar. Estos “argentinos de bien”, elitistas, xenóbofos y racistas, vieron con buenos ojos la irrupción de Macri, ya que  les auguraba el resguardo de los privilegios que creen poseer por designio de la naturaleza. Para esta clase de argentino, el pobre resultó siempre una amenaza. Y es en este prejuicio en donde se cimienta la nueva estrategia del macrismo para la obtención de una improbable segunda presidencia.

Desde sus medios de comunicación el oficialismo construye un enemigo en el cual depositar las responsabilidades del desastre social provocado por sus políticas neoliberales. Los pobres son un estorbo, una carga para el Estado, al igual que los inmigrantes que “le quitan trabajo a los argentinos”; falacias fácilmente refutables pero que, sin embargo, calan en el reducido intelecto del votante de Cambiemos.

El listado de expresiones que bien podrían haber formado parte de un discurso de Joseph Goebbels, pero que en realidad salieron de las bocas de funcionarios de este gobierno, es tan vasto que no cabe en un artículo de opinión. Tal vez los recientes deseos de dinamitar y de “que vuele por el aire” una villa de emergencia porteña, expresados por el compañero de fórmula de Macri, Miguel Ángel Pichetto, describen el profundo sentimiento de odio que comparte el equipo de gobierno hacia la clase más vulnerable. La gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, ya había advertido que de nada servía construir universidades públicas porque, “como todos ya sabemos, los pobres no llegan a la universidad”. El alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, decidió instalar contenedores residuales “inteligentes” para que los pobres no rebusquen en la basura. Y la lista de frases y acciones de odio de clase continúa perpetrándose  desde los palcos oficiales y los platós televisivos en los que los escribas del gobierno actúan de “comunicadores”

Este odio a los que menos tienen es sistemáticamente construido por los medios de comunicación y la casta política que fomentan la discriminación y exaltan los valores meritocráticos, individualistas y egoístas. Un ejemplo de esto fue la campaña que realizó el Ministerio de Producción publicando una imagen que muestra a la clase social más alta    -todos ellos rubios y bien vestidos- sosteniendo a los morenos, a los estigmatizados como “planeros” (que cobran planes sociales del Estado)  o  “vagos”.

Este odio construido desde el poder es un triunfo de las clases dominantes. Con él logran enfrentar a quienes tienen muy poco contra quienes están aun en peores condiciones. Los pobres son los responsables de sus frustraciones, de su hambre y su desesperanza. No es el Estado que los empobreció. Pero la cultura de la meritocracia oculta que, en la mayoría de los casos, el mérito de la riqueza no es otro que el de la herencia; tal como en el caso de Mauricio Macri, cuyo único mérito para ser rico fue ser hijo de un millonario.

El macrismo y sus medios de comunicación han hecho sentido común la responsabilidad del pobre por su pobreza. En el discurso que pretenden naturalizar, los culpables no son los políticos con sus sueldos millonarios, ni los especuladores que durante el macrismo ganaron millones con la especulación financiera (entre ellos los ministros y funcionarios del gobierno), ni las empresas que evaden impuestos (entre ellas las del presidente), fugan capitales o hacen todo tipo de fraude para preservar sus ganancias. Para el macrismo y sus seguidores el culpable es el que malvive rejuntando cartones, el puestero ambulante, el inmigrante, o quienes cobran las míseras ayudas sociales.

“Yo toqué un pobre”, confesó a un periodista una de las asistentes a la marcha en apoyo al presidente. “Son una indiada, negros, bolivianos”, sostuvo otro simpatizante macrista al referirse a quienes votarán la opción Fernández-Fernández. Y la lista de expresiones de odio continúa y se expande entre quienes, ciegos y estúpidos, son incapaces de ver su propia y auténtica miserabilidad.

  

"Yo toqué un pobre" y otros hits de la aporofobia macrista“