jueves. 28.03.2024

Rebelión en el patio trasero

El ojo del Gran Hermano está alerta. La revuelta en el patio trasero ha hecho crujir los nervios de los impulsores de un modelo que no permite cuestionamientos. Hay disgusto en Washington. La escalada de las movilizaciones sociales en América Latina ha acaparado la atención de los organismos internacionales; excepto de la Organización de Estados Americanos, que sin embargo no titubea al denunciar la violación de los derechos humanos sólo cuando éstas se producen en territorios que no adoptan las consignas del modelo neoliberal.

A Estados Unidos se le ha revelado el patio trasero. Y ojalá que esta rebelión signifique el inicio del fin de un modelo perverso que atenta contra los derechos básicos del ser humano

El mentado ejemplo chileno, que supo ser insignia y referencia de los amos del capital, ha estallado por los aires. Ni el retroceso en el incremento del subte, ni el toque de queda, ni las balas, ni los gases, logran apaciguar los ánimos de una facción de la sociedad que lo perdió todo, incluso el miedo. Al otro lado de la Cordillera de los Andes, Mauricio Macri, el alumno predilecto del Fondo Monetario Internacional y aplaudidor serial de Sebastián Piñera, ha sido derrotado en las urnas.  Más arriba, en Bolivia, Evo Morales ha obtenido un triunfo indiscutible. En Uruguay todo indica que el Frente Amplio, comandado por Daniel Martínez, logrará la victoria electoral, mientras que en México continúa afianzándose el gobierno popular de López Obrador.

El modelo que opera a escala global transfiriendo los recursos de las mayorías hacia las minorías, ha comenzado a agrietarse. Y esta grieta ha expuesto una verdad difícil de ocultar: La riqueza global de los millonarios creció hasta 360 millones de dólares entre 2018 y 2019, al tiempo que se incrementó la desigualdad. El 45 por ciento de la riqueza está en manos del 1 por ciento más rico, mientras que la mitad de la población más pobre posee menos del 1 por ciento de este patrimonio mundial.

Los artilugios discursivos del poder real pretenden naturalizar la idea de un único modelo posible, ya que las alternativas “populistas” no tienen viabilidad, están atravesadas por la corrupción y los autoritarismos. Sin embargo no hay un solo representante de la derecha neoliberal latinoamericana que no esté siendo investigado por maniobras fraudulentas a las que los medios de comunicación afines suelen denominar “conflictos de intereses”. A la derecha latinoamericana se le ha caído la máscara. Ya no cuelan los discursos en los que se enarbolan las banderas de la estabilidad, el desarrollo, el orden, el éxito y la libertad. La perversidad del modelo de exclusión impuesto por Estados Unidos, y representado en Latinoamérica por títeres como Macri, Piñera y Bolsonaro, se ha quedado sin argumentos ante una realidad que habla por sí sola.

El regreso de gobiernos progresistas preocupa a los Estados Unidos. La ex secretaria de Estado, Condolezza Rice, anticipó hace casi diez años que Washington crearía nuevos mecanismos para “reprender a aquellos países que se aparten del camino democrático”; es decir, del modelo que sirve a los intereses de los Estados Unidos en su “patio trasero”.  La aplicación de este “nuevo mecanismo” tiene como ejemplo el bloqueo a Venezuela y la guerra mediática que ha logrado convencer a la comunidad internacional de que las violaciones a los derechos humanos sólo se practican en países cuyos gobiernos son de signo popular.

Tras la derrota electoral de Mauricio Macri, Argentina ya comienza a experimentar nuevamente los ataques de los adeptos de Trump que se niegan a reconocer la victoria del progresismo.  Amén de las declaraciones de Jair Bolsonaro en las que sostuvo que los argentinos “eligieron mal” –al tiempo que  aseguró que no saludará ni acudirá a la asunción del nuevo presidente electo- Estados Unidos advirtió a Alberto Fernández que “espera que el país cumpla con los compromisos asumidos con el FMI”. Y la advertencia la hizo nada más ni nada menos que el Secretario del Departamento del Tesoro, Steven Mnuchin.

El establishment está en pie de guerra contra el fenómeno antineoliberal que está produciéndose en Latinoamérica, y que tiene como común denominador al desastre económico y social producido por las recomendaciones del FMI. Ecuador, Argentina, Chile y Haití son claros ejemplos de la incapacidad del neoliberalismo para brindar estabilidad política, económica y social. Los 4.209 millones de dólares que recibió Ecuador por parte del Fondo Monetario Internacional tuvieron como condición el recorte del gasto público y el incremento de la recaudación fiscal. Lennin Moreno decidió entonces retirar el subsidio de 1.400 millones de dólares anuales a los combustibles, ocasionando una disparada de la inflación y su consecuente malestar social.

En Haití el FMI también recomendó la suba de los combustibles como parte del paquete económico que busca aumentar los ingresos fiscales. Y el resultado fue una ola de protestas contra su presidente, Jovenel Moise.

En Argentina, Mauricio Macri solicitó un crédito por 57.000 millones de dólares, el mayor préstamo que la entidad financiera ha otorgado jamás. Esto provocó que la deuda se incrementara del 52,6 % del Producto Interno Bruto (PIB) en 2015,  al 80,7 % en el segundo semestre de 2019, convirtiéndose  en el país más endeudado de América Latina, e incrementando la pobreza al 35, 4 por ciento.

Pero a diferencia de Ecuador, Chile y Haití, en Argentina el descontento con el modelo que produce desigualdad y hambre se expresó a través de las urnas. A partir de ahora solo resta esperar la reacción de la élite dominante ante las señales de Fernández que ya ha advertido que la deuda no se puede pagar a costa del hambre de los argentinos.

A Estados Unidos se le ha revelado el patio trasero. Y ojalá que esta rebelión signifique el inicio del fin de un modelo perverso que atenta contra los derechos básicos del ser humano.

Rebelión en el patio trasero