viernes. 19.04.2024

El Diego del pueblo

“Echemos a Bush” y otros goles de tiro libre.

maradona

Que Maradona es eterno es ya una redundancia. Su fallecimiento sólo alimentará la leyenda del Dios sucio de barro del que hablaba Eduardo Galeano. ¿Qué otra deidad de carne y hueso logró con su paso a la inmortalidad imprimirse en las portadas de todos los diarios del mundo, detener relojes y pandemias? ¿Qué otra divinidad terrenal conquistó los corazones de millones de seres humanos de orígenes y lenguas tan diversas sólo a través del arte del deporte? No hay antecedentes, no se registra en la historia un hecho tan significativo. No cabe explicación, en la cabeza de quienes no supieron quererlo, del motivo de esa pasión, de esa inconmensurable admiración que Diego despertó dentro y fuera de la cancha.

En una Era de dioses menores, de deidades de cartulina, de ídolos narcisos; es difícil comprender la inmensa figura de un pibe que, amasando una fortuna a fuerza de genialidad, nunca salió del barro, que no olvidó jamás el hambre y la miseria de la villa que lo vio nacer, que hizo suya la causa justa y noble de pelear por la alegría de los nadies, de los olvidados, de los “negros” harapientos a los que les pintó en la cara una mueca de felicidad.

Que Diego es Pueblo con mayúscula es un hecho que la historia reafirmará con el correr del tiempo, sin necesidad de agregarle mayor color a la leyenda. Diego es Pueblo, Diego es humildad, Diego es conciencia social. Porque no estuvo dispuesto a tranzar con el poder, porque renegó contra un sistema perverso que lo tuvo siempre con un pie fuera, porque denunció a los mercaderes de un juego en el que fue y será el mejor de todos; porque supo gambetear a los enemigos y tirarle caños a los poderosos que no pudieron comprar su silencio.

Diego Armando Maradona, El Pibe de Oro, El pelusa, el “gordito” que debutó en Argentinos Juniors metiéndole cuatro goles a Boca, fue mucho más que un jugador de fútbol. Diego fue el ejemplo más representativo de un “nadie” que logra serlo todo. Y más. Diego fue y es ideología. Diego nos enseñó que pueden existir hombres a los que el éxito no les nubla la conciencia. Hombres a los que, aun a costa de granjearse grandes enemigos, dicen lo que sienten, hacen lo que piensan y trazan en sus vidas una línea de coherencia que perturba, que contagia, que moviliza, que endiosa.

“No me importa lo que hiciste con tu vida, sino la que hiciste con las nuestras”, plasmó para la posteridad el escritor y humorista argentino Roberto Fontanarrosa. Y por estos días la frase se repitió una y un millón de veces y en varios idiomas. Porque Diego regó de gloria y alegría el suelo del mundo, con su carisma, con su humildad, con su corazón a la izquierda con el que forjó batallas fuera del campo de juego. “Echemos a Bush”, gritó desde el alma en 2005, cuando el criminal de guerra que presidía Estados Unidos pretendía entorpecer el fortalecimiento del Mercosur durante la IV Cumbre de las Américas. Eso era Diego; esa clase de goles de tiro libre también aparecerán en futuras biografías. Porque a la historia, esta vez, no la escribirán los mismos de siempre.

Diego pudo ser el Dios de todos; sin embargo eligió serlo solo de algunos. Y lo fue de quienes lo lloran hoy, los de abajo, los del barro, los nadies, los “negros villeros”. Por ellos el Diego se enfrentó a los gigantes. Y cuando no tuvo otra elección que elegir enemigos, le mostró los dientes a la FIFA, a Mauricio Macri, a George Bush. Y se colocó del lado de Fidel, de Chavez, de Evo, de los napolitanos pobres y discriminados. Quizás sea eso lo que no logra entender el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien –en un irrefutable arrebato de idiotez neoliberal- sostuvo por escrito que las visitas de Maradona a Fidel Castro y a Hugo Chavez “tendrán el sabor amargo de la derrota”. Como si la postura ideológica del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos no fuese acertada sólo porque a la casta liberal no le agrada.

Maradona fue, es y será Pueblo. Con mayúscula. Maradona brilla y brillará por siempre para iluminar a los pibes oscurecidos por la injusticia, por el hambre y la miseria. Por todo lo que Maradona fue y será, el mundo de los humildes le agradece a Dios por su existencia.                 

El Diego del pueblo