sábado. 20.04.2024

De corridas de toros y otras eyaculaciones

“Prohibir las corridas de toros es un verdadero atentado contra España”, decía hace unos años el diestro Eugenio Mora...

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Pintada en la plaza de toros de La Malagueta, Málaga. (Foto: Walter C. Medina)

“Prohibir las corridas de toros es un verdadero atentado contra España”, decía hace unos años el diestro Eugenio Mora, ganándose el aplauso de los defensores de la tradición taurina, y el desprecio de quienes -como este que suscribe-  consideramos que la existencia de otras corridas que no sean las que se logran mediante la práctica sexual, son un verdadero atentado contra la inteligencia humana.

Estas iniciales líneas ya me habrán granjeado una digna cantidad de puteadas de esos Manoletes a contramano que, valiéndose de mi nacionalidad no española, desacreditarán mi posicionamiento con un “vete a tomar por culo” que con gusto recibiré, tal como en otros escritos ya he recibido dos “vuélvete a tu país”, un “no escribas de lo que no sabes” y al menos media docena de “eres un ignorante, no entiendes na de na”. Porque tocarle la tauromaquia a un Manolete es como tocarle el culo a su madre sin ninguna excusa; aunque es posible que más de un Manolete estuviese dispuesto a comprender y perdonar esta última mala acción. Sin embargo manifestarse en contra de las corridas es una ofensa que no hay Manolete que pueda perdonar. “El toro debe morir en una plaza”, sentencian cada vez que algún no taurino expresa su postura. Uno de los rasgos comunes entre estos individuos es la alteración sanguínea que les provoca el sólo hecho de pensar que alguna vez pueda suceder que ya no existan corridas de toros, que finalmente esos canallas de los ecologistas, los defensores de la fauna y la madre que los parió, se salgan con la suya; “ignorantes, antiespañoles… ¡qué saben ellos de tradición!”.

Como bien sabe más de un Manolete, en los últimos años han aflorado un buen números de asociaciones y particulares que han hecho escuchar su “ignorancia taurina”, enfatizando en el despropósito de imbecilidad que representa el hecho de continuar considerando arte a un acto tan despreciable y repulsivo como desangrar a un animal, costumbre que ha llegado hasta nuestros días gracias al esfuerzo infinito de generaciones y generaciones de Manoletes que abogaron y abogan por enaltecer a esta práctica a la que llaman “tradición” y a la que defienden con uñas y dientes.

A la hora de la defensa de eso a lo que llaman arte, los argumentos que esgrimen estos abyectos individuos que se emocionan hasta las lágrimas cuando algún Paquirri corta orejas, son tan extraordinarios como ellos mismos. “¿Qué sería de España sin toros?”, “Es tradición, es arte”- “El toro debe morir en la plaza”. Y los más eruditos recurren directamente a lo que creen un argumento irrefutable: “La tauromaquia (del idioma griego ταῦρος, taūros 'toro', y μάχομαι, máchomai 'luchar') se define como el arte y técnica de lidiar toros, tanto a pie como a caballo, y se remonta a la Edad de Bronce. Su expresión más moderna y elaborada es la corrida de toros, una fiesta que nació en España en el siglo XI”. A lo que algún otro Manolete inclinado hacia la practicidad de toda explicación, podría agregar: “En sentido amplio, amigo antitaurino, la tauromaquia incluye todo el desarrollo previo al espectáculo como tal, desde la cría del toro a la confección de la vestimenta de los participantes, además del diseño y publicación de carteles y otras manifestaciones artísticas o de carácter publicitario que varían de acuerdo a las regiones desde donde la tauromaquia se eleva hacia lo más excelso de la cultura nacional” (así me lo definió no hace muchos años el fallecido periodista malagueño, Paco Rengel).

Fue una tarde de 2009 cuando por única y excepcional vez estuve en una plaza de toros; la de Málaga. Y por la justificable razón del rasgueo de Don Paco de Lucía que en vez de cortar orejas, las deleitaba con su destreza en las seis cuerdas. Después de aquel día volví a La Malagueta pero sólo a tomar la fotografía que ilustra este artículo; pintadas que un grupo antitaurino había realizado en los muros mismos de aquel matadero en el que cada sábado por la tarde gozaban como locos los amantes de la tradición española más estúpida, por no mencionar esa otra a la que algún intelectual de la tauromaquia bautizó bajo el nombre de Toro de Fuego, y que consiste –como ya podrá imaginar el lector más avispado- en pegarle fuego al animal. Por no mencionar a esos otros toros cuya suerte varía según el capricho de libro de protocolo de “la fiesta”. Toros arrojados al mar, enmaromados, perseguidos en todoterreno y hasta obligados a arrodillarse ante un santo. Cada noviembre, en Medinaceli (Soria), una multitud ata a un toro a un poste y le coloca dos bolas de fuego en los cuernos. Luego sueltan al animal, que pelea contra su propio fuego mientras el pueblo se divierte arrojándole piedras. En Denia (Alicante) y L'Ampolla (Baix Ebre) se celebran los bous a la mar: persecución hasta el toro que cae al agua y se lo rescata luego con una soga desde una embarcación. En Villapando (Zamora) se persigue al toro en todoterreno, tractor o moto...En Benavente y Fornalutx (Mallorca) se lo ata a una soga de los cuernos y se lo hacer correr mientras la multitud le golpea. En Ohanes (Almería) el toro es atado y forzado a arrodillarse ocho veces ante un santo...

Mirando una corrida en directo desde la barra de un bar, un anciano de Jaén me habló del coraje de los toreos, de la gallardía, del arrojo, de la intrepidez que deben poseer estos hombres como don natural para enfrentar semejante contienda, una lucha desigual, animal y hombre. Yo reflexioné acerca de esta “desigualdad” de la que ya antes había escuchado hablar. Y estuve de acuerdo; definitivamente se trataba de una lucha desigual. Ante aquella bestia feroz y salvaje, el toro tenía pocas posibilidades de salir vivo de la contienda.       

LISTA DE FIESTAS. ANÍMESE A DIVERTIRSE.

Gansos decapitados. En Carpio del Tajo (Toledo). La fiesta consiste en pasar a caballo por debajo de una cuerda con gansos muertos. Gana quien más cabezas arranque. Hace años los animales estaban vivos. Ocurría lo mismo en Lekeitio, con la única diferencia de que los gansos se colgaban sobre el mar. Ahora, los animales colocados también están muertos y este año, por primera vez, han compartido cuerda con gansos de goma.

Lapidación de palomas. Semana Santa en Robledo de Chavela (Madrid). Las palomas son encerradas en vasijas que se rompen a pedradas.

Persecución de patos. En Valdés (Asturias) y Sagunto (Valencia). Se sueltan patos al mar para que la gente los persiga hasta capturarlos.

Luminarias. En San Bartolomé de Pinares (Ávila) y Alosno (Huelva). Caballos, burros y mulos son obligados a saltar entre las llamas o caminar sobre brasas candentes.

Arrastre de bueyes. En Erandio (Vizcaya) se considera “deporte rural”. Consiste en poner a los bueyes a arrastrar piedras. Dos murieron este verano por dopaje.

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