jueves. 18.04.2024

Un fracaso de todos

congreso 2

Por Mario Regidor | La lenta cadencia y el indefinible movimiento de los tiempos políticos han ido sucediéndose con parsimonia a lo largo de estos meses y, como resultado palpable, ¿qué es lo que tenemos? Pues unas nuevas elecciones. Pero ¿ha sido sólo el devenir de los acontecimientos lo que ha dado lugar a otra convocatoria electoral o, más bien, ha sido la inacción, dobles y triples juegos, indefiniciones partidistas o definiciones demasiado radicales en su ideario, amén de la lucha de egos los que han hecho que la clase política no fuera capaz de llegar al consenso necesario que demandaba la ciudadanía? Evidentemente, es justo esto último…

No cabe duda que los líderes políticos de los diferentes partidos no han estado a la altura de la tarea encomendada. Quizás sea conveniente hacer un relato lo más pormenorizado posible acerca de las disfunciones que han asolado este período electoral.

Una vez celebradas las elecciones generales del 28 de abril parecía claro el pacto entre PSOE y Podemos, a pesar de que no sumaban para una investidura y se necesitarían apoyos o abstenciones de algunos partidos nacionalistas para llegar al resultado ansiado pero un mes después se celebraban elecciones municipales, autonómicas y europeas y se consideró conveniente acometer el esfuerzo de dichas elecciones y, después ya se vería.

Las elecciones del 26 de mayo confirmaron a grandes rasgos los resultados de las generales anteriores y se fueron conformando gobiernos, siguiendo las correlaciones de fuerzas con la obediencia debida a la ideología de cada uno de los contendientes, de tal manera que la derecha no tuvo excesivos problemas en pactar PP, Ciudadanos y Vox y PSOE y Podemos hicieron lo propio allí donde sumaban.

Al alimón, y ya en el plano general, PSOE y Podemos designaron las comisiones negociadoras respectivas y se pusieron a negociar. Desde el primer momento, el contenido programático pasó a un segundo plano a instancias de Podemos a lo que el PSOE accedió no sin reticencias. Es notorio destacar que la estrategia de Podemos y de su líder era llegar a un gobierno de coalición donde la pérdida del 40% de sus votos y de 30 escaños se pudiera diluir en esa demostración de fuerza que era estar en un gobierno nacional por primera vez en su historia lo cual era plausible pero, es justo reconocer que el PSOE no quería un gobierno de coalición. Finalmente, después de muchos dimes y diretes y tiras y aflojas, el PSOE dio su brazo a torcer y la negociación pasó a centrarse en las carteras a ocupar, después de un veto a la entrada de Pablo Iglesias en el gobierno que no creo que se deba plantear y al que el líder de Podemos respondió sabiamente, alejándose de lo que le dictaba su ego por una vez en su trayectoria política.

Espero que la nueva convocatoria electoral no redunde en una mayor desafección de la ciudadanía para la política, la cual constituye más un arte que una ciencia que, poco a poco, vamos entre todos mancillando

Parecía que el gobierno progresista estaba en la punta de los dedos con la oferta de una vicepresidencia de marcado cariz social para Irene Montero, además de las áreas de vivienda, sanidad, consumo, asuntos sociales, economía social e igualdad. Una oferta que era generosa teniendo en cuenta los méritos contraídos electoralmente por ambos partidos. Pero Pablo Iglesias dejó pasar un tren que, es posible, que no le vuelva a pasar en la vida y, descolgándose con la inusual pretensión de asumir las políticas activas de empleo, cuyo dinero proviene, en su mayoría, de fondos europeos y su gestión corresponde a las comunidades autónomas, desperdició la oportunidad de mantener a flote a su partido y dotar a España de un gobierno estable.

Una vez pasado el verano, había una nueva oportunidad, el rey no reanudó un nuevo período de consultas que era preceptivo pretendiendo con ello que los partidos políticos templaran posturas y se avinieran a negociar pero el verano pasó sin pena ni gloria…

Es cierto que el PSOE no movió ficha y se enrocó en su pretensión de gobernar en solitario, algo plausible ya que Mariano Rajoy lo intentó y le salió bien temporalmente con la abstención del PSOE. Pero el PP y Ciudadanos no querían devolverle el favor. La postura de Casado podía entenderse ya que, partiendo del no a la investidura sí ofrecía, una vez investido el presidente, una serie de pactos de estado que, una vez negociados, podían tener el voto afirmativo del grupo popular en sede parlamentaria. Con este ofrecimiento, Casado podía explotar un relativo sentido de estado y potenciar su figura como “mayor de edad” a nivel político.

Pero, cosa distinta es la conducta de Ciudadanos… Albert Rivera se jugó la baza de arrebatar al PP el liderazgo de la derecha haciendo girar al partido hacia posiciones más conservadoras y, desde un punto de vista electoral, casi lo consigue. Pero, con un panorama de tal fragmentación, lo esencial, una vez asegurada la representatividad de las diferentes fuerzas políticas es dar un gobierno al país.

En este sentido, la obcecación del líder de Ciudadanos en no sentarse a negociar con Pedro Sánchez cercenaba de cuajo la única oportunidad de dar un gobierno de dos fuerzas políticas que sumaban mayoría absoluta, si excluimos un gobierno de PSOE y PP, claro.

La conducta de Rivera se vuelve más errática aún si cabe, cuando se van publicando las diferentes encuestas y se va observando una progresiva pérdida de apoyos y se va confirmando que el partido con mayor volatilidad es justamente Ciudadanos. Éste y no otro es el motivo principal para que Albert Rivera, in extremis, realice una oferta de abstención en la investidura (que no es suficiente…) con el cumplimiento de 3 condiciones que, en esencia, se vienen teniendo en cuenta ya, como bien contesta el Presidente del Gobierno en funciones.

La propuesta de Rivera es vista como un medio fútil para no tener que verse abocado a participar en unas nuevas elecciones donde las encuestas otorgan una merma de su representación de aproximadamente 20 escaños, como ejemplo valga la encuesta de El País del domingo 22 de septiembre que otorga a Ciudadanos 34 escaños.

No obstante, también conviene detenerse en la actitud del PSOE y de Pedro Sánchez. Para todo partido político es vital ganar la batalla del relato y, es cierto que cuando Pablo Iglesias rechazó el gobierno de coalición, el PSOE pareció ganar dicha contienda.

Pero, una vez pasada la segunda sesión de investidura, ese efecto parece disiparse. La encuesta de El Español del sábado 21 de septiembre, que echa las culpas, mayoritariamente, a Pedro Sánchez de la repetición electoral parece confirmarlo pero las encuestas no parecen advertirlo y otorgan subidas al PSOE.

Esto puede admitir diversas lecturas pero, no cabe duda, que la ciudadanía parece decantarse por ofrecer una nueva oportunidad al bipartidismo y dejarse de experimentos con los llamados “nuevos partidos” que han demostrado parecerse demasiado a los viejos. Y, ya se sabe, ante el original y la copia…

No obstante, el PSOE y, mas concretamente, su nuevo gurú electoral, Iván Redondo, parece convencido del nuevo revulsivo que supondrán estas elecciones para el ánimo socialista. Las encuestas le dan una razón parcial por lo anteriormente explicado pero también generan incertidumbres por el alza lógica en la abstención y que, tradicionalmente, se suelen cebar en los partidos de izquierda.

Otro factor nuevo a tener en cuenta es la candidatura de Iñigo Errejón con su nuevo partido Más País. Después de la negativa de Manuela Carmena a encabezar la lista por Madrid al congreso, Errejón pone toda la carne en el asador y con un partido a medio constituir y, sin saber en qué circunscripciones competirá, parece candidato a irrumpir con fuerza en el panorama político nacional, seguramente con grupo parlamentario propio y que contribuirá a fragmentar, aún más si cabe, a las huestes de la izquierda.

En mi opinión, creo que siempre es un riesgo aceptar un nuevo envite si has ganado el anterior. Dicha apuesta puede salir bien o mal pero, de lo que no cabe duda, es que la impericia de unos y otros ha situado al electorado ante la perspectiva de volver a ser convocada a urnas cuando la situación parecía mucho más esclarecida. Lo que espero es que esta apuesta no redunde en una mayor desafección de la ciudadanía para la política, la cual constituye más un arte que una ciencia que, poco a poco, vamos entre todos mancillando.

Un fracaso de todos