jueves. 28.03.2024

Relato de un naúfrago

modric2Por Conchy González | Luka es un niño de cinco años que va huyendo por el monte con su familia, bajo el ruido de las bombas y dejando atrás su aldea en llamas, en la que ha visto cómo los milicianos mataban a su abuelo y a otros vecinos. Lees la historia de Luka y te parece un niño más de la guerra, ¿no? Podría ser un niño sirio o de Yemen, podría ser uno más de los que embarcan cada día en Libia y no llegan a tener la suerte de ver la costa de Grecia, de esos niños que olvidas cuando apagas la televisión y tu conciencia. 

Pero si te digo que ese niño se apellida Modric y que hoy juega al fútbol en el Real Madrid, la cosa cambia. Luka Modric fue uno más de los refugiados de la guerra de los Balcanes en los años 90. Tuvo que huir de su aldea croata para salvar su vida del ataque de los serbios y pasó varios años de su infancia en un hotel de acogida donde jugaba con el balón como vía de escape del horror que vivía a diario, sin saber cómo iba a acabar todo aquello.

Recientemente, Luka Modric ha ganado el premio de la FIFA al mejor futbolista de la temporada pero luego ves que algunos que le aplaudieron también son de los que dicen cosas tan poco deportivas como “Refugiados volved a Siria”, a sabiendas de lo que todavía sigue pasando allí.

La pregunta entonces es: ¿de qué depende nuestra percepción de los refugiados de guerra?, ¿es cuestión de xenofobia o de clasismo?, o ¿es una cuestión de desconocimiento?, a pesar de vivir en la era de internet y del acceso ilimitado a la información...claro, que también es la época de la posverdad y de las fake news. 

Luka Modric fue uno más de los refugiados de la guerra de los Balcanes en los años 90

Muchas veces el odio y la desconfianza proceden de la falta de memoria histórica que tenemos los europeos, qué rápido olvidamos que todos en algún momento de nuestra historia hemos tenido refugiados. Desde Orbán que olvida a los refugiados húngaros de la Segunda Guerra Mundial hasta nosotros mismos, olvidando a nuestros refugiados republicanos cruzando los Pirineos al final de la Guerra Civil, huyendo hacia una Francia que se vio desbordada por la situación. Entonces resulta que las crisis humanitarias no las han inventado los sirios y que, en Europa, desgraciadamente, estamos acostumbrados a ellas a lo largo de nuestra historia, unas crisis que nosotros mismos hemos generado con nuestras luchas de soberanía nacional. Precisamente para acabar con esto se creó la Unión Europea.

La memoria es selectiva entonces. Hemos olvidado los campos de concentración del Sur de Francia, los llamados campos de la vergüenza por sus condiciones de vida infrahumanas, en los que fueron internados muchos de los refugiados republicanos españoles, como el campo de Argèles-Sur-Mer, por el que pasaron unos 100.000 españoles. Cerca de allí, en Colliure, murió otro refugiado español: el poeta Antonio Machado, poco después de cruzar los Pirineos con su madre. Hemos olvidado que unos nueve mil refugiados españoles fueron entregados por la Francia ocupada a los nazis y muchos no volvieron a España pues acabaron en campos de exterminio como Mauthausen.

Hemos olvidado que, a pesar de todo, muchos refugiados españoles se unieron a la Resistencia francesa para luchar contra el fascismo y fueron esos españoles los primeros en entrar a Paris para liberarla de los nazis con la División Nueve del general Leclerc. 

Si miras fotos de Guernica después del bombardeo y fotos actuales de ciudades sirias como Alepo cuesta encontrar las diferencias, la misma destrucción, ese mismo dolor universal que Picasso supo plasmar en su cuadro Guernica, esa madre con su hijo muerto en los brazos que no necesita traducción. 

Y este año, al cumplirse cincuenta años de la Primavera de Praga, hemos tenido que recordar que, tras la invasión soviética, unas 300.000 personas huyeron de la entonces Checoslovaquia y se refugiaron en su mayoría en Rumanía, dando lugar a otra crisis de refugiados. Quién le iba a decir entonces a los checos que más tarde serían ellos los que se negarían a dar la mano a alguien que está en su misma situación. 

Bien sabido es que el olvido es uno de los campos de cultivo favoritos de la extrema derecha y de los populistas (que se lo digan a Marine Le Pen y su olvido de las cámaras de gas del Holocausto nazi), ¿qué vas a esperar de alguien que niega lo innegable? ¿Qué vas a esperar de su amigo Matteo Salvini, que lleva años fomentando el odio entre los propios italianos del Norte y del Sur?, ¿qué no hará entonces con los extranjeros?

El discurso de Salvini pone siempre a los refugiados como culpables de todo, si me apuras hasta del cambio climático y, cuando ya no tiene por dónde salir, entonces la carga con la Unión Europea, a la que acusa hasta de la caída del puente de Génova por supuestos recortes realizados por Bruselas de los fondos europeos para Italia, cuando en realidad fue Salvini el que no acudió como eurodiputado a las sesiones del Parlamento Europeo en las que se aprobaron las ayudas estructurales para Italia. 

De todas formas, puede que a Salvini le pase como a Mussolini cuando desterró a los intelectuales antifascistas italianos a una isla perdida en el Mediterráneo para librarse de ellos y en cambio esos intelectuales, al estar juntos, se dieron ideas y de aquella isla llamada Ventotene salió uno de los padres fundadores de la Unión Europea (Altiero Spinelli). Esto es, los euroconvencidos creemos que a Matteo Salvini le ha salido el tiro por la culata con su política de Chiudiamo i porti (cerremos los puertos a los refugiados) si pensaba que con ella iba crear más inestabilidad dentro de la Unión Europea ya que con la crisis del barco Aquarius realmente nos ha hecho un favor ya que Europa ha tenido que reaccionar por fin. Hacía tiempo ya que el Convenio de Dublín sobre el Derecho de asilo necesitaba una reforma.

Como dijo hace poco el ministro Josep Borrell, "Dublín murió en Valencia". Es decir, según el Convenio de Dublín, los refugiados del barco Aquarius al llegar a Valencia tendrían todos ellos que haber solicitado asilo en España por ser el primer Estado de la Unión Europea al que habían llegado. No obstante, con el acuerdo de reparto de refugiados que logró España con otros seis Estados miembros (Alemania, Francia, Portugal, Luxemburgo, Malta y la propia Italia) la solicitud de asilo pasó a presentarse a posteriori, cuando el refugiado llegase al correspondiente Estado al que le habían destinado según el acuerdo de reparto. 

El Aquarius representa un antes y un después en ese largo camino hacia un verdadero Derecho comunitario de asilo, en el que hay que pasar de la colaboración intergubernamental a la integración comunitaria sí o sí, por mucho que a algunos les pueda doler la cesión de soberanía en esta materia, pero más duele pensar a cuántos nuevos Luka Modric estamos cerrando las puertas de nuestra Europa, señora Merkel. 

Relato de un naúfrago