viernes. 19.04.2024

Reflejos de nosotros

Por Ayoze J. Rodríguez | El curso escolar ha comenzado y con él la aplicación de la LOMCE, más popularmente conocida como Ley Wert...

El curso escolar ha comenzado y con él la aplicación de la LOMCE, más popularmente conocida como Ley Wert. Niños y niñas regresan a las aulas, unos en el mismo centro escolar y otros dan sus primeros pasos en un centro nuevo. Los maestros y maestras retornan, madres y padres hacemos malabares para poder llevar y recoger a nuestros hijos, algunos con la ayuda de AMPAS que facilitan la acogida temprana, otros sin ella y no nos olvidemos del alivio importante que supone la existencia de los comedores.  No es de la LOMCE de lo que quiero hablar, creo sinceramente que la sociedad tiene claro que esta Ley no mejora la calidad de la Educación Pública y que, evidentemente, la empeora a base de apretar el cinturón. Pero quiero mostrar mi visión como padre, desde mi propia experiencia por poca que sea, desde mi propia perspectiva.

Quien es padre, siempre espera con ansias que llegue el 19 de marzo. Yo recuerdo cómo en la escuela hacíamos manualidades siempre con una leyenda dedicada a Papá, algo hecho con barro o simplemente una tarjeta; fuera lo que fuera, a nuestro padre le hacía feliz. Pero también recuerdo cómo durante muchos años esa tarjeta ,en mi caso, iba dirigida a mi madre. Sin generalizar y sin afirmar que el detalle escolar de nuestros hijos e hijas sea algo malo, egoístamente pensamos en nosotros mismos, yo incluso con más delito, simplemente por la felicidad que nos invade al recibir tan hermoso regalo y nos olvidamos de que hay niños y niñas que, por cualquier motivo, no tienen cercano a su padre, que viven de otra manera ese día, que no tienen a quien entregar ese detalle. Y aunque no lo parezca, ya les digo yo que ocurre en muchas aulas.

Otra de esas cosas que parecen imposibles comienza a sonar en las presentaciones del curso escolar ¿Cuántos de ustedes no ponen una bolsa de caramelos en las mochilas de sus hijos e hijas para que las reparta el día de su cumpleaños, entre sus compañeros y compañeras de clase? La crisis nos afecta a todos, pero a algunas familias más, muchísimo más, tanto que no tienen ni para eso, ni para que sus niños puedan llevar dulces el día de su cumpleaños a la escuela. Por eso y con toda la razón del mundo, en la escuela de mis hijas nos han recomendado que no lo hagamos, que ya ellos prepararan algo.

Nos preocupamos más por lo curricular que por lo social; porque ellos y ellas nos traigan a casa sobresalientes y notables, porque sea el mejor o la mejor de la clase, algunos tristemente para poder alardear de ello. Pero nos olvidamos que lo importante es el ser humano que educamos, que lo esencial y gratificante es que nuestros hijos e hijas sean buenas personas. Todos los padres queremos y luchamos por un futuro para nuestros hijos e hijas, queremos que sean abogados, médicos, licenciados o diplomados y eso es bueno, pero la competitividad no ha de reinar en lo más alto de la educación y mucho menos por encima del respeto, del sentimiento igualitario que impida a los niños y niñas ver que si su hombro está por encima de otros y mucho menos que lo consideren algo normal.

Algunos dirán que llevo mi opinión al extremo. Yo les contesto que pensaba igual que ustedes hasta que abrí los ojos. La labor de concienciación social de maestros y maestras es lo más loable que en este curso escolar me he encontrado, por ello me siento muy orgulloso de la escuela pública a la que van mis hijas. Pero no podemos obviar que donde debe de nacer ese valor es en nuestras casas, que los primeros educadores somos nosotros mismos, que la educación ha de despertar en los hogares y no olviden nunca que ellos son reflejo de lo que somos nosotros. 

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