jueves. 28.03.2024

Presidenciales francesas: ¿Hacia donde irá Europa?

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Por Mario Regidor | El domingo 23 de abril se celebra la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia y huelga decir que no son unas elecciones cualquiera tanto por las implicaciones existentes en el propio país como las que podría ocasionar en otros países de la Unión Europea que también celebran elecciones este año, como Alemania, por ejemplo.

Es cierto que la mayor parte de análisis políticos y electorales se vienen centrando en la posibilidad de que el Frente Nacional, partido de extrema derecha modernizado, consiga pasar a la segunda vuelta electoral pero conviene recordar que ya en 2002 ese hito fue conseguido por Jean Marie Le pen dejando a los socialistas de Lionel Jospin fuera de la carrera por la presidencia.

En este proceso electoral existen múltiples condicionantes que conviene ir especificando. El primero es el propio sistema electoral francés que, podríamos decir que, afortunadamente, condiciona el resultado final de las elecciones.

Antes hemos hablado de una primera vuelta y la posibilidad de una segunda vuelta. Ésta última, sólo tiene lugar si en la primera vuelta ninguno de los candidatos consigue la mayoría absoluta de los votos emitidos. En ese caso, los dos candidatos más votados pasan a una segunda vuelta que se celebra dos semanas después y donde se da una nueva oportunidad de redistribuir los votos en los dos candidatos finalistas.

Una cuestión intrínseca a la propia idiosincrasia política francesa viene establecida por el hecho de la gran cantidad de partidos políticos que se presentan a las presidenciales con ciertas opciones de victoria y representando a la práctica totalidad de las líneas ideológicas actuales. Es decir, es una panorama muy enriquecido en este sentido.

Pero, ¿Cuál es el panorama actual? Con respecto al Partido Socialista, después de la decisión de Hollande de no presentarse a la reelección, meditada y correcta a mi entender, se abría un panorama de elección por primarias de su nuevo candidato. Recayó esta responsabilidad, contra pronóstico, en Benoit Hamon, ex ministro de Educación de Hollande contra Manuel Valls, Jefe de gobierno hasta hace poco. Con esta decisión, las bases del partido decidieron escorarse hacia la izquierda.

En el caso del Frente Nacional, las previsiones para el Frente Nacional son buenas ya que, hay pocas encuestas que no den por sentado que Marine Le Pen pasará a la segunda vuelta. Por el contrario, el candidato socialista figura el 5º en las preferencias electorales, por detrás de Le Pen, Macron, Fillon, candidato también contra pronóstico de Los Republicanos que decidieron escorarse, en su caso, a la derecha en detrimento de Alain Juppe más moderado y, por último, del líder de Francia Insumisa, Jean Luch Melenchon, candidato muy cercano a postulados propios del eurocomunismo y cuyo ideario podría asemejarse al de Podemos.

Por otro lado, si algo está caracterizando estas elecciones es la poca disciplina de grupo de cada partido político y líderes individuales incluso. De ahí que nos encontremos el hecho de que Macron, ex ministro de Economía de Hollande a pesar de no haber militado en el Partido Socialista y que ha formado, no un partido político sino un movimiento (parece que es la moda ahora), ha recibido el apoyo de Manuel Valls, (éste sí socialista y perdedor de las primarias contra Hamon). Daniel Cohn Bendit, antiguo diputado por Los Verdes en el Parlamento Europeo parece apoyar a Macron también. En el caso de Fillon, involucrado en varios casos de presunta corrupción pero que parece ir remontando poco a poco en las encuestas, también ha recibido varapalos dentro de su partido con intentos soterrados de desbancarle como cabeza de lista.  En este aspecto también tiene su influencia el hecho de que, en Francia, puedes existir la doble militancia y encontrarte con un cargo político socialista que apoya a Macron, por ejemplo.

En suma, que las lealtades intra partidistas han encontrado en el descontento con sus candidatos y con la situación política general el caldo de cultivo necesario para que los cimientos de la política francesa se tambaleen como nunca antes se había visto. Pero la pregunta es: ¿quién gana con esto?

Creo que la respuesta está clara, a tenor de los acontecimientos recientes. Macron con su movimiento En Marche y su insultante juventud parece estar insuflando renovados bríos a una linea política que, sin plantear ningún cambio radical, supone un lavado de cara con respecto a las actuaciones recientes de los llamados partidos tradicionales que se han ido alternando en la Presidencia de la República desde tiempos inmemoriales. Macron parece haber recogido retazos a izquierda y derecha y ha ido trufando un programa electoral pergeñado a impulsos con el germen de una especie de social liberalismo que preconiza un adelgazamiento del estado sin perder la atención a los más desfavorecidos pero fomentando políticas impositivas de contenido muy liberal y desregulador que, paradójicamente, pueden cebarse con esas clases menos pudientes que pretenden ayudar.

Por otro lado, Le Pen ha conseguido tejer un discurso de marcado carácter centralista, antieuropeísta y proteccionista muy al estilo de Trump con quien el Frente Nacional aparece muy emparentado en postulados ideológicos y que, casi nadie duda, pasará a la segunda vuelta. Afortunadamente, el sistema político francés y la propia responsabilidad y sentido común aplicado al voto, si bien, previsiblemente, no impedirán el pase a segunda vuelta de Le Pen, sí podrían impedir su elección como Jefe de Estado por medio de la unión del resto de votantes de las fuerzas políticas que no accedan a la segunda vuelta, como ha sucedido en el pasado.

¿Quién resultaría beneficiario de esa situación? Pues todas las encuestas parecen apuntar a Macron. No obstante, conviene tener en cuenta que, salga quién salga elegido, podría ser un presidente de transición, ya que estamos hablando de unas elecciones presidenciales, no legislativas, que se celebrarían después. Es poco factible que un Jefe de Estado pueda implementar políticas sino tiene un grupo de parlamentarios afines que le apoyen, cosa que Macron no tiene lo que, de facto, equivaldría a tener que tejer madejas de poder entre los diferentes grupos parlamentarios y formar, incluso, un gobierno de concentración.

Mención aparte merece el Partido Socialista, después del decepcionante gobierno de Hollande en donde no se han cumplido, prácticamente, ninguna de sus promesas electorales y mucho menos, aquella que preconizaba ejercer un poder de contrapeso a Alemania. Mucho tiene que reflexionar internamente el Partido Socialista si se confirman los peores pronósticos. La culpa no es de Hamon, él está haciendo lo que puede aunque, posiblemente, no hubiera sido él el indicado para ser el cabeza de lista. Las últimas encuestas le sitúan en 5º posición con un 8% de los votos.

De todos modos, y por hacer un poco de abogado del diablo, las últimas encuestas parecen dar un empate técnico a 4 entre Macron, Le Pen, Fillon y Melenchon. La pregunta es clara: teniendo en cuenta que el resto de partidos se han unido siempre en contra del Frente Nacional cuando ha pasado a la segunda vuelta apoyando al candidato del otro partido, ¿qué ocurriría si fuera Le Pen y Melenchon los que pasaran a dicha segunda vuelta? ¿Concitaría Melenchon el apoyo del resto de partidos o se dividiría el voto apoyando alguno a Le Pen? Está claro que ganara o perdiera Le Pen, esta previsible ruptura de la unidad de voto, sería su gran victoria.

En definitiva, se acercan nubarrones y de la unión de los diferentes lideres políticos en torno a una idea alejada del racismo, la xenofobia y el proteccionismo económico y político depende el futuro, ya no sólo de Francia como nación, sino del resto de la Unión Europea. Todo esto y más nos jugamos en Francia este 23 de abril.

Presidenciales francesas: ¿Hacia donde irá Europa?