jueves. 18.04.2024

Presente y futuro de la alianza estadounidense

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Por Gerardo Macías | Dijo Hobbes (aunque la frase también es comúnmente atribuida a su mentor, Francis Bacon) que el conocimiento es poder. Por su parte, Edward Bulwer-Lytton señaló que la pluma es más fuerte que la espada. Desconozco si estos genios del pasado podían siquiera imaginar que su pensamiento estaría más vigente que nunca en el siglo XXI.

En el año 2013 salió a la luz una información, publicada por The Guardian, conforme a la cual los servicios de inteligencia estadounidenses habían espiado a 120 millones de ciudadanos a través de Verizon Wireless, una operadora de telefonía móvil. La fuente tras la información era Edward Snowden, Recientemente hemos conocido nuevos detalles acerca del presunto espionaje de Estados Unidos a Ángela Merkel. Todo ello parece indicar que Estados Unidos está dispuesto a hacer cualquier cosa por preservar sus intereses nacionales. Y ello no debería extrañarnos si acudimos a la historia y analizamos lo que supuso la Doctrina Truman y la Doctrina Monroe. Todo esto nos va a servir para comprender algo mejor lo que está pasando en el mundo, y en particular, qué ocurre con nuestro país.

En la actualidad, las relaciones entre EEUU y España se han visto reducidas a un mero paseo express entre Pedro Sánchez y Joe Biden y a no ser recibido por ninguna autoridad en su reciente viaje a Nueva York. Muy lejos de los cariñosos gestos que tenía el presidente estadounidense con su homólogo francés y de los continuos gestos para Marruecos, que fácilmente explicarían los renovados ánimos con los que nuestro vecino del sur emprende acciones que son más propias de un adversario que del aliado que han pretendido los diferentes ejecutivos de nuestra nación.

Ante esta situación, no falta quien recurre a los argumentos más anecdóticos, como el feo que hizo Rodríguez Zapatero al no levantarse durante el paso de la bandera estadounidense en el año 2003, obviando que tal afrenta debió quedar ya resuelta a la vista de los posteriores encuentros Barack Obama, quien llegó a calificar como amigo al presidente español. Más razonable parece acudir a la débil situación de nuestro país, no sólo en lo económico sino también en lo político, tanto interna como externamente, como explicación a la falta de entendimiento entre ambos países, y ello no deja de ser razonable pues en términos geopolíticos, ¿quién estaría interesado en mantener estrechas relaciones con un país que se desmorona y tiene poco que aportar? Si bien es cierto que entre aliados debería existir un mínimo interés por el bienestar mutuo.

Pero vayamos más allá. La solución a este problema considero que se puede dilucidar si observamos los últimos movimientos estadounidenses. Así pues, Estados Unidos propició en el año 2020 una normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel (en el marco de un conjunto de acciones para mejorar la imagen del Estado judío, muy agraviada debido al conflicto bélico que mantiene con Palestina). Todo ello tuvo un precio, y fue el posterior reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara occidental (contrario por cierto a las resoluciones de la ONU y al derecho internacional según amplio consenso, dicho sea de paso). Así pues, es comprensible que Estados Unidos desee preservar esa amistad centenaria que tiene con el país africano (recordemos que fue el primer país en reconocer la independencia estadounidense) y con el que además tiene intereses económicos muy fructíferos mediante la explotación de fosfatos, y todo hace prever que dichos intereses serán incluso más amplios si la explotación de los yacimientos de telurio y cobalto que se encuentran en las aguas cercanas a Canarias resultan posibles, y además rentables. Aguas por cierto que han sido objeto de polémica recientemente debido a las aspiraciones expansionistas de Marruecos.

Así todo ello, ¿en qué lugar queda España? Bien es cierto que históricamente esta nación ha hecho esfuerzos más que notables para la consecución de una fuerte alianza. Recordemos que España, junto a Francia, apoyó incluso militarmente la independencia de Estados Unidos. Por si ello no fuese suficiente, a raíz de los Pactos de Madrid de 1953 tenemos hasta cuatro bases estadounidenses en territorio español, al menos una de ellas (la de Rota) conformando un escudo antimisiles, lo cual no sólo nos convierte en un objetivo militar en una eventual guerra con una tercera potencia, lo que supone asumir el riesgo de recibir efectos colaterales en la misma. Alguno podría decir, en términos coloquiales y no exento de razón, que damos la cara por ellos. Pero Estados Unidos parece tener otras preocupaciones, y sencillamente, ahora mismo probablemente consideren que resultan más provechosos sus intereses en Marruecos (o en el Ártico, lo cual daría para otro artículo) que en un país del que poco puede obtener ya.

¿Qué debe hacer España en esta situación? Si bien es cierto que el margen de maniobra es escaso debido a nuestra escasa relevancia internacional, considero que el bienestar de España pasa por el bienestar de Europa, y en este sentido debemos avanzar, como dijo García Margallo, hacia los Estados Unidos de Europa, que en todo caso deberá ser una nación libre de toda injerencia, en particular del paraguas que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha ofrecido Estados Unidos y que no siempre coincide con los intereses europeos (véase el caso del oleoducto Nord Stream 2 que tantos quebraderos de cabeza ha dado a la canciller alemana, Ángela Merkel). Y en todo caso, siempre podremos levantar el teléfono rojo y mirar hacia el este.

Presente y futuro de la alianza estadounidense