jueves. 28.03.2024

No hemos aprendido nada

Por Mariola Marrero | Erase una vez un pueblo que, cansado de sufrir una crisis que el gobierno se resistía a resolver, se dirigieron a las urnas un buen día de elecciones generales y votaron para intentar cambiar la situación.

Eligieron a un líder provocador, un agitador, un instigador de ira que con el verbo que ellos entendían les ofreció lo que necesitaban escuchar.

Ellos serían los importantes, los primeros, a los que había que proteger de una etnia que peligrosamente se asentaba, cómoda en un país que no les pertenecía, ganando terreno, suponiendo una gran amenaza para sus trabajos, su modo de vida, sus derechos...

Se eligió un enemigo contra el que descargar la furia, un culpable de sus desgracias y, para detener a esa masa peligrosa, había que aislarse y protegerse, aislarla y minarla y para ello, como primera medida se bloquearon las fronteras y se aumentó, ilegalmente, el presupuesto militar.

El discurso xenofobo y agresivo caló en los seguidores de este dirigente que se rodeó de abusones y violentos que encontraban, por fin, una causa legal para mostrar su agresividad y golpear a los demás con la ley de su lado.

Ese líder, que ganó unas elecciones, se hizo con los recursos del país y con la simpatía de los ricos industriales que viendo mermar sus beneficios, también necesitaban a quien culpar. Su gobierno sembró el terror, su ejército invadió países con las excusas más nimias.

No hemos aprendido nada.

El proteccionismo que sufrió Europa tras la caída de la bolsa de Nueva York en 1929 y las medidas que se tomaron desde la desesperación potenciaron los nacionalismos, se eligió el aislacionismo y se recrudeció la actitud de recelo e insolidaridad entre los estados.

En Italia, Matteoti, diputado socialista hizo una dura crítica al gobierno y al Fascismo por la corrupción en las elecciones y, sólo unos días después, fue raptado y asesinado. Sólo los intelectuales se atrevieron a  firmar como oposición a éste régimen.

En Alemania la teoría de la supremacía de la raza aria llevó de la noche de los cristales rotos a la solución final.

Los gobiernos de Francia y Reino Unido, temiendo la expansión del comunismo soviético, dejan que un general golpista se convierta en caudillo en España y gobierne con una dictadura de duras represalias casi cuarenta años.

Malas decisiones que llevaron a la aniquilación y destrucción más de 15 millones de personas.

El fascismo, con su cara maquinaria propagandística, tenía el absoluto control de obreros y sindicatos pero no así de grandes empresarios que avalaban a estos regímenes, logrando convencer y contagiar.

Por ello, y en memoria de esa parte de la historia que no debió ser, no debemos darle la oportunidad a este tipo de individuos de ideas radicales, de hacerse con nuestros países, a jugar con nuestras mentes, a obligarnos a odiar al que es diferente y a enviar a nuestros hijos a una guerra.

¿Acaso la historia no empieza a sonarnos? Trump, Le Pen, Wilders…

Cuando decidimos a quien votar, nunca, nunca hacerlo desde la desesperación, ni siquiera con el corazón, hay que ir a las urnas con información, conocimiento e inteligencia, porque un voto desde la ignorancia puede suponer un Brexit, una paz frustrada, un gobierno inepto o peor, una dictadura en potencia o dar a un maníaco todo el poder, como ya ha pasado.

No dejemos que un cantamañanas intente vendernos una cortina de humo, un sueño imposible ya sea desde una taberna o desde un rascacielos porque puede significar un futuro de miseria y desesperación. Hay indicadores claros, sólo hay que revisar lo vivido para darnos cuenta de que el patrón se vuelve a repetir.

No, no hemos aprendido nada, sobre todo porque la historia es aburrida, no interesa algo que ya pasó. Error…la historia olvidada tiende a repetirse. “Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” .

Nos volcamos en llenar nuestra cabeza de tecnología sin ideas, botones que nos hacen más manipulables, entretenimientos insustanciales que nos mantengan ocupados mientras se van fraguando estrategias, conspiraciones, delitos… y no nos enteramos, o es más interesante ese programa de televisión que nos idiotiza.

Hay que abrirse al mundo, abrazar otras culturas, viajar, aprender del que no es igual a nosotros y encontrar lo que nos une, buscar donde nos parecemos, porque la mayoría de esta raza, la humana, solo quiere tener una vida en paz y solo los déspotas, los de desmedida ambición y los que sufren alguna patología criminal son diferentes. Esos son los verdaderos enemigos contra los que tenemos que actuar, y por supuesto la mayor enemiga, la ignorancia.

El desconocimiento es un arma peligrosa en manos de quien sustenta el poder, pero también hace daño la idiotez de los pueblos que como corderos siguen a un loco, derrocan gobiernos legítimos y siguen defendiendo cuarenta años después una razón que nunca tuvieron.

No, no hemos aprendido nada cuando, en vez de hacer lo posible por desligarnos de un pasado nefasto y progresar, seguimos enquistados, inamovibles y limitados por un ancla invisible que nos mantiene en un cómodo oscurantismo y un desapego al conocimiento de lo que fue y que por culpa de nuestra inconsciencia podría volver a ser.

No podemos permitir que la extrema derecha se haga con una sociedad que ha intentado avanzar al unísono. No nos pueden arrebatar con sus mentiras y su ignorancia el progreso que nos pertenece y por el que todos deberíamos unir fuerzas.

Que su odio no nos salpique. No tienen razón o no hemos aprendido nada.

No hemos aprendido nada