martes. 23.04.2024

Jaula de locos

colon

Por José Bujalance C | Una vez conseguido un gobierno progresista, el proyecto no debe quedarse en procurar reformas, pues se hace necesario consolidar derechos sociales adquiridos y recuperar algunos que han sido socavados. Se deben aunar coraje y prudencia para poner en valor la libertad, reconciliando y no dividiendo a la ciudadanía. Necesitamos un gobierno fuerte, con longitud de miras, pues de lo contrario no habrá unidad de acción y no podrá llevarse a efecto una política común de manera gradual.

El momento propicia la transformación, dentro de la legalidad, sin conmociones, sin que pueda desacreditarse por improvisación, ni desórdenes, por el ego o la intransigencia, por vanidades pueriles; bastante tenemos ya con los problemas económicos, la intolerancia filofascista y los conflictos internacionales para pecar de ingenuos y no alcanzar logros notables al menos en cuestiones sociales.

No hay que hacerse ilusiones de escapar a la presión nacional populista pues éstos trasladarán el hostigamiento a los valores democráticos de un campo de acción a otro, arrogándose la posesión de la verdad

España no se romperá, aun cuando se ha generado un ambiente de rencor, próximo a la violencia. Quienes somos republicanos y nos atrae un estado federal, sin ser intransigentes, debemos atender al tempo, pues no se puede defraudar a una mayoría en favor de una minoría y no hay necesidad de colmar las aspiraciones de ninguna autonomía. El conflicto catalán debe quedar zanjado aun cuando dejará secuelas dolorosas.

A la triada reaccionaria le generó inquietud, por no decir temor, la posibilidad de un gobierno progresista, pues veían peligrar sus políticas, y lo que es peor, el férreo control social que mantienen mediante leyes mordazas, legislación laboral, manejo de los medios de comunicación de masas, cloacas parapoliciales, judicialización previa, usurpación de la separación de poderes...  Lo más grave de todo es que la disputa ideológica no sólo ha pasado a ser una lucha entre dos bandos, sino que ha dejado de ser política para ser social.

No hay que hacerse ilusiones de escapar a la presión nacional populista pues éstos trasladarán el hostigamiento a los valores democráticos de un campo de acción a otro, arrogándose la posesión de la verdad, del Estado y sus símbolos, aprovechando cualquier situación para difundir mentiras y miedo, amagando incluso con un golpe de fuerza pues se consideran con derecho sobre el destino del país, una ridícula presunción cercana al desequilibrio.

Una vez dado un primer paso para gobernar para la mayoría social debe imponerse el sentido común, evitando hacer "política de partido" y poniendo empeño en marginar el radicalismo, empezando por el ala izquierda dada la peligrosidad que entraña inclinarse hacia el extremismo como hemos visto en la derecha, y que podría arrastrar a la izquierda al fondo del abismo “sine die”.

Para mermar las opciones de gobernar en coalición y con apoyo puntual, los caudillos de la derecha se esforzarán activamente desde sus medios de comunicación en minar la confianza pública como ya se ha visto con el impertinente debate sobre la calidad de las personas designadas para gobernar.

Es de esperar que el radicalismo no se vea acentuado en instituciones que sociológicamente se han venido a reconocer como de derechas o más allá, lejos de la profesionalidad y ecuanimidad exigibles entre otros a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, donde han de moderarse actitudes exacerbadas que generan hostilidad, evitando desorganización y simultáneamente la descomposición del orden público, pues suscita además desconfianza en el capital y las perspectivas financieras no son halagüeñas.

Jaula de locos