martes. 16.04.2024

El fracaso de las políticas activas de empleo en España

Por Gregorio Artiles | La socialdemocracia en España ha de volver a poner en valor una política económica comprometida con el crecimiento y el empleo pleno.

Cuando se analizan los motivos por los cuales en España persiste una tasa de desempleo que es más del doble que la de cualquier país de su entorno y población que pudiera servir de referencia, nadie acierta el motivo por el cual tal caso es así, y ello, ahora que estamos en un período que se ha calificado como de Recesión en Europa, y cuando se han acometido ya numerosas iniciativas para revertir la situación, requiere que la izquierda en nuestro país reflexione sobre el papel que ha de jugar y las medidas que se pueden adoptar cuando este problema adquiere notas dramáticas en muchos supuestos.

Partiendo de una teoría de empleo tradicional, solo existen en principio cuatro factores que conllevarían al aumento de la ocupación en sentido técnico que serían: 1) Mejorar la organización y la previsión, que disminuya la desocupación llamada friccional (aquella debida a resistencia por desajustes de mercado temporales que impiden ocupación plena, como sucede en los casos de trabajadores que cambian de trabajo o personas que ven perder su empleo solo por reestructuraciones temporales). 2) Reducción de la desutilidad marginal del trabajo (por la cual una persona se abstiene de trabajar antes de aceptar un salario u ocupación que represente para ella una utilidad inferior a cierto límite, con lo cual su salario se acercaría al producto marginal de su trabajo con igualdad de valor que perdería si perdiese ese puesto de trabajo). 3) Aumento de la productividad marginal física del trabajo en industrias que producen bienes para asalariados y 4) Aumento del precio de los artículos o productos para los no asalariados.

Estos dos últimos factores no se consideran hoy día (en realidad se formularon cuando se hizo el primer estudio sobre teoría de empleo de forma autónoma) habida cuenta que con la complejidad de los actuales sistemas de producción y con acuerdos entre países para el comercio no tiene sentido considerar una distinción controlable entre asalariados y quienes no lo están en términos de política activa de empleo.

Por ello, realmente, dentro de un marco en el cual la izquierda en términos generales tiene que dar una respuesta no defensiva a la transición desde una sociedad industrializada clásica hacia una sociedad post industrial o como queramos llamarla, tendremos no solo que reducir la tasa de desempleo en España, sino al mismo tiempo concebir lo que vamos a entender como jornada laboral normal conforme a cualquier negociación colectiva, la previsión social, la cualificación normal para cualquier empleo, el papel del Estado y de los sindicatos en España, la conservación de valores por el trabajo bien hecho frente a los sistemas de prosperidad basados en obtención de resultados empresariales en función de oscuros juegos de intereses con el poder institucional en un momento dado, y estilos de vida.

Ya el PSOE parte en su documentación partidaria, que estamos ante una diferencia abismal no solo por la tasa de desempleo que nuestro país soporta, sino por el enorme esfuerzo que tenemos que dedicar al aumento progresivo del tamaño de nuestras empresas más eficientes y modulables (PYMES) que alcanzan en Alemania una media de 14 trabajadores empleados cuando aquí apenas llega a 3.

La socialdemocracia en España ha de volver a poner en valor una política económica comprometida con el crecimiento y el empleo pleno, y basada en el manejo global de la macroeconomía, con los aspectos sociales que ya son señas de su propia identidad necesitada además de una participación dinámica de los trabajadores en los niveles de ingresos que se vuelvan a generar. ¿Por qué decimos esto? Porque existe un factor ajeno a la propia política de nuestro país y los de su entorno como es el desarrollo tecnológico, que puede condicionar en buena medida cualquier voluntad de cambio por muy persistente que sea.

¿Qué tipo de sociedad es esta nueva dentro de la cual sería posible reducir el desempleo? Sería lo que habiéndose definido con contornos tan difusos como “sociedad de prestación de servicios orientada al conocimiento” o “sociedad orientada a la información” o “era de la modernidad liviana” se caracteriza por la globalización del comercio internacional de bienes y servicios así como de movimientos de capitales (reales y financieros), más una información con omnipresencia de los medios informativos e incontable y a veces incontrolable cantidad de información a la que todos estamos expuestos, muchas veces absolutamente intrascendente, a lo que se une el desprecio por la cultura empresarial que ha sido sustituida exclusivamente por la obligación de producción de ganancias por las empresas, sin importar nada siquiera lo que produce, ni su compromiso con sus propios empleados, su región y su país. Por añadidura, ni siquiera los dueños de cada empresa importan, combinándose con la aparición de los “nuevos pobres” o trabajadores pobres, que serían los independientes aparentes y los precariamente empleados. Estamos hablando de un tipo ya no de empresario sino capitalista de un mercado de capitales donde se permite incluso la calificación de “hostiles“ o “amigables” sus propias adquisiciones.

Por ello, desde el punto de la socialdemocracia los retos a superar son de muy diversa consideración y a modo de ejemplo se concretarían en los siguientes:

  • La aparición del trabajador pobre (precariedad laboral), sinónimo de empleado por corto período de tiempo al que el hecho de tener trabajo no le supone capacidad superior de generación de expectativas por su casi seguro regreso a situación de desempleo inmediato donde su inestabilidad personal conlleva la compatibilidad del uso de la derecha política de la contradicción que supone un progreso del “todo” (situación macroeconómica) que no es igual al progreso de todos o de la gran mayoría de la población.
  • La aparición de nuevos estratos bajos, excluidos de la dinámica económica que es producto de las nuevas innovaciones tecnológicas y organizativas de las empresas, que abaratan los recursos que no aprovechan o los aprovechan parcialmente (que no son materias primas) creando presión en los salarios de los trabajadores menos cualificados al tiempo que peores condiciones laborales para este colectivo.
  • La falta de compensación entre movimiento social compensatorio de largo plazo y dinámica económica, al punto que el fenómeno de la inmigración no simboliza a veces un progreso para todos (generando incluso el rechazo social con actuaciones estatales de expulsiones directas o fronteras colectivas) revelador de cierta justicia social.

La solución, que no es sencilla, tiene que venir de una nueva consideración del motivo por el cual la socialdemocracia europea no ha hecho los deberes en el citado terreno, aceptando sin más los típicos planteamientos del capitalismo actual que se limitan a citar de carrerilla que desde el punto de vista general solo hay que aceptar un consenso político económico que deja constancia de que la inflación es mala y hay que evitarla, que la bajada de impuestos y consolidación de los presupuestos nacionales son una meta ineludible, que la riqueza económica se sustituye por la falacia de que no importan los ingresos sino los patrimonios y que cualquier gobierno debe orientar su política hacia la estabilidad. El coste, que lo sabemos bien porque lo estamos pagando, es la imposición del miedo con restricciones, sanciones, limitaciones de la libertad e inseguridad económica y una clara merma de la actuación protectora del Estado frente a situaciones, en teoría, transitorias de ausencia de rentas en las unidades personales-económicas que configuran nuestra estructura social.

Así pues, la socialdemocracia ha de volver a sus principios tradicionales de justicia e igualdad con independencia de las críticas que pueda recibir, y ello aunque se asimile hoy a lo que se llama igualdad de oportunidades (la justicia se consigue igualando las oportunidades del sistema, cuando sabemos que realmente eso no es así pero no tanto por el cumplimiento nominal de los requisitos formales que igualen las oportunidades, sino sencillamente porque las oportunidades son muy escasas, como prueba cualquier convocatoria de puestos de la administración pública de manera reiterada) para que todos podamos participar en el acceso de más y mejores bienes de consumo.

Por ello, en mi opinión la auténtica palanca de ajuste de marchas en el recorrido del paso de la que hemos llamado sociedad post industrial (término usado como simple ejemplo) es que se vuelva a la aceptación del principio tradicional socialdemócrata que es posible combinar aumento de la eficiencia económica (I+D+i) que solo se da por consolidado en el sector privado fruto precisamente de la imposición a la fuerza del fenómeno de la globalización, hasta el punto del abandono del papel del Estado en el aumento de la productividad eficaz de las empresas mediando condiciones marco, con un aumento del empleo en el cual el Estado debe asumir el papel de último actor como empleador, para lo cual ha de romperse el mito del aumento de los gastos que supone este rol y la conexión ineludible que se hace por el moderno capitalismo con el aumento del nivel de impuestos y la baja eficiencia de este tipo de contratación.

Con ello, si no se consigue la vuelta a la fórmula que llevó al milagro socialdemócrata europeo a establecer un sistema muy eficaz que combinaba salarios altos y alta productividad (y junto a ellos altas ganancias) como interdependientes, al menos impedirán la eliminación de la política en nuestra sociedad, al punto que cada vez se refiere más a ella como grupo de gestores compitiendo entre sí para producir solo una mejora de la eficiencia económica, que no es más que la aceptación de la opción conservadora actual que impone que no existe la posibilidad de mejorar el mundo a través de medios políticos o limitar la política solo a la acción de los gobiernos en su deber de ocupación de los problemas de los discriminados, que se dejaría para la socialdemocracia en el estado del debate actual, algo inasumible si queremos profundizar en los motivos por los cuales estamos siempre “satisfechos” con el estado actual de cosas, similar a lo que manifiestan los partidos políticos tras cualquier elección donde lo primero que hacen es manifestar todos y cada uno que “han ganado” aunque nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste la ganancia en medio de una sociedad cada vez más pobre colectivamente a la que se exige desde el punto de vista privado una continua evaluación de su nivel de productividad y eficacia en un ambiente absolutamente globalizado.

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