martes. 19.03.2024

Un elogio a John Maynard Keynes

Por Mario Regidor | En 1946 murió John Maynard Keynes, uno de los mejores y más cualificados economistas del siglo pasado. Un gran número de profesionales del presente milenio han acogido sus enseñanzas y sus modelos macroeconómicos como fundamento de nuevas teorías que han conseguido cimentar un conocimiento mucho más exhaustivo de la macroeconomía, disciplina de la que se le recuerda como uno de sus principales inventores e innovadores. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, es un buen ejemplo de ello.

En la actualidad se tiene a Keynes como un partidario de la participación del estado en la economía como elemento moderador y estabilizador de la misma.

Con frecuencia, y de forma equivocada, se ha considerado a esa participación del estado como algo permanente cuando Keynes, únicamente, la consideró como vía de gestionar las crisis económicas acudiendo al músculo financiero proveniente de las administraciones públicas generando desarrollo económico y auxiliando a aquellas zonas donde no podía llegar la empresa privada, pero de forma temporal hasta que las circunstancias que motivaron dichos desajustes hubieran sido erradicadas y se hubiera revertido las consecuencias negativas para la actividad económica y las personas más desfavorecidas.

Es curioso comprobar cómo su legado ha sido interpretado por intelectuales y economistas socialistas e, incluso, comunistas como uno de sus principales influencias a lo largo de la historia moderna de la economía, cuando, paradójicamente, Keynes no tenía orígenes sociales proletarios (de hecho, le fue concedido el título de Primer Barón de Keynes) y fue miembro del Partido Liberal Británico.

Además, Keynes no quería, bajo ningún concepto, derribar el capitalismo en pos de una ideología económica nueva. Todo lo contrario, lo que pretendía era reformarlo para asegurar su vigencia a lo largo de la historia. 70 años después de su muerte, creo que podemos afirmar que la misión ha sido cumplida, aunque el mérito no es solo suyo.

En cualquier caso, yo me quería detener un poco en como la llamada economía keynesiana ha podido influir con las aportaciones de diversos estudiosos en la generación del sentimiento emprendedor en la ciudadanía.

Debemos tener en cuenta que, las teorías keynesianas, tuvieron una gran influencia en los mandatos de Franklin Delano Roosevelt, con la Crisis del 1929 en su apogeo y el New Deal como forma de tratar de paliar las nefastas consecuencias de dicha crisis y como forma alternativa de generar una nueva concepción del empleo y de la economía no, únicamente, ligada a la iniciativa privada sino coadyuvando al libre emprendimiento por parte del estado.

Pudiera parecer algo contradictorio el hecho de que, por la actuación de las administraciones públicas, se permitiera una más floreciente y mejor actividad privada pero debemos situar todo en su contexto.

A principios de la década de 1930 la situación en los Estados Unidos comenzaba a ser dramática. La presidencia de Hoover en la presidencia estadounidense, continuadora de la de Calvin Coolidge, ambos republicanos y partidarios de continuar con la descentralización económica y la falta de regulación económica de los “Felices años 20”, no había hecho sino avivar el problema de las consecuencias devastadoras de la crisis económica hasta que llegó Roosevelt a la presidencia en 1933.

El demócrata trató de revertir la situación con un nuevo programa económico que incentivaba la participación pública en la creación y construcción de infraestructuras y preconizaba una nueva era de mayor regulación del entorno financiero y bancario, siguiendo los preceptos de Keynes.

Pero, ¿cómo ayudaba a crear un sentimiento emprendedor esta política? Recordemos que después del crack bursátil, la actividad empresarial descendió, multitud de empresas quebraron, incentivado todo ello por el hecho de que, gran parte del tejido empresarial estadounidense consistía en lo que hoy llamaríamos micro empresas con mucho menos poder de reciclaje y reconversión que una gran empresa con mucha mayor capacidad de generar sinergias.

La simbiosis que se podía alcanzar de la unión de empresas o de la creación de sinergias no podía darse con un tejido empresarial deprimido y es aquí donde la intervención estatal surgió con un efecto multiplicador comenzando por impulsar e incluso, gestionar amplios aspectos del antaño sector privado. La sumatoria derivada de la generación de actividad económica por parte del estado, amén de la necesidad de articular servicios auxiliares que debía ser aportado por el sector privado fueron los elementos coadyuvantes a que la situación económica fuera tornando a la situación anterior a la crisis de forma progresiva.

En este aspecto, las teorías keynesianas que, a la postre, constituían parte fundamental del New Deal permitía inyectar gran parte del capital público en la generación de actividad económica que, indirectamente, ocasionaba unos mayores flujos económicos y una mayor generación de obra pública que permitía la reactivación del depauperado tejido empresarial estadounidense.

Es en este aspecto donde, en un corto espacio de tiempo, después de la crisis económica, el pueblo americano, que había perdido las ganas de emprender por mor de las consecuencias devastadoras del crack bursátil, encontró un nuevo acopio de fuerzas que cambió en poco tiempo la mentalidad y permitió el surgimiento de nuevos negocios y actividades al amparo del dinero público y de la necesidad de cobertura de nuevos servicios que se venían prestando desde el estado.

Es curioso observar cómo este cambio operó por medio de las enseñanzas de un británico que era visto con mucho recelo en Estados Unidos, por su origen y, en especial, por el país donde nació, Gran Bretaña ya que el Imperio Británico no suscitaba las simpatías de los Estados Unidos y, como se comprobó después de la Segunda Guerra Mundial, el objetivo primordial que tenían los sucesivos gobiernos estadounidenses era liderar la segunda mitad del S. XX desplazando a Gran Bretaña de su imperio y, por ende, de su condición de primera potencia mundial, aunque eso es otra historia…

Un elogio a John Maynard Keynes