jueves. 28.03.2024

El drama de los refugiados: situación actual y posibles soluciones

Mario Regidor | La idea inicial de acoger a más de 100.000 refugiados se ha concretado en algo menos de 300 refugiados realojados.

Mario Regidor | En los últimos meses, nos hemos desayunado, almorzado y cenando con noticias acerca de la creciente ola de refugiados que, aspirando a una vida mejor, simplemente más segura y con mayores oportunidades de progreso, han ido llegando en sucesivas oleadas a territorio europeo.

Desde nuestros cómodos sillones del salón de estar hemos comprobado cómo, después de unos momentos iniciales y bastante duraderos en el tiempo de estupor y de titubeos en las más altas esferas políticas, léase la Unión Europea, en los que no se sabía bien a qué debíamos atenernos y poco menos que se dejaba al arbitrio de cada uno de los estados nacionales la asunción de aquellas políticas que se consideraran conveniente en función, sobre todo, de la ideología del partido gobernante y/o de cuán afectados estuvieran por dicho aluvión de personas.

Evidentemente, esta situación era insostenible durante mucho tiempo y la adopción de políticas comunes en la Unión Europea se debía imponer como forma de actuar cara a un fenómeno que no afecta a los 3 o 4 países más próximos a las fronteras con Oriente Medio, sino que afecta la Unión Europea en su conjunto igual que las sucesivas oleadas que suelen saltar a las páginas de los medios de comunicación provenientes del norte de África.

Para ser sinceros, a pesar del esfuerzo de coordinación realizado por los diferentes entes políticos dependientes de la Unión Europea, el resultado, hasta ahora, no ha sido para cubrirse de gloria. La idea inicial de acoger a más de 100.000 refugiados, provenientes en su mayoría de Siria, mediante un reparto ponderado entre países se ha concretado, a efectos prácticos, en algo menos de 300 refugiados realojados, de los cuáles menos de 20 en España (según el acuerdo, deberíamos haber hecho frente al realojo de aprox. 9.400 refugiados). Como pueden ver, no es para estar orgulloso en absoluto.

Por si fuera poco, tenemos a Turquía. Gran parte de los refugiados, en especial los que huyen de Siria por tierra, optan por penetrar en territorio turco. Turquía no forma parte de la U.E. pero, desde hace varios años, está realizando ímprobos esfuerzos por ser incluida en tan selecto club sin conseguirlo. El carácter dictatorial de Erdogan, muy alejado del talante que demostró cuando se convirtió en un aliado de Rodríguez Zapatero en la Alianza de las Civilizaciones, amén de su afán por perpetuarse en el poder por medios poco ortodoxos han motivado una férrea oposición en la U.E. a su integración de pleno derecho, así como el hecho de la excesiva inclinación del estado hacia posturas islamistas menos compatibles con una actuación laica de los poderes públicos.

No obstante, sí es cierto que Turquía necesita ayuda y colaboración por parte de la U.E. para ofrecer una atención especializada e inmediata a este drama humano pero no debemos olvidar una cuestión. Cualquier ayuda de carácter social no es más que un parche que no podemos asumir como permanente sino como un primer paso en pos de una normativa sobre derecho de asilo que rija sin cortapisas en todos y cada uno de los países que conforman la Unión.

Por último, sí me gustaría añadir que sin una actuación que incida directamente sobre las causas diferentes y variadas que provocan estos ingentes desplazamientos de personas no lograremos una solución a largo plazo. La adopción de medidas que comprendan un cambio de mentalidad en la resolución de los conflictos internacionales que se presenten y que conviertan el diálogo en la norma y no en la excepción para llegar a acuerdos, un reparto mucho más justo de la riqueza existente que palíe las numerosas desigualdades sociales que persisten en muchos países y que la crisis económica no ha hecho más que acrecentar, el desarrollo de perfiles de gobernanza en los políticos que rigen los destinos de dichas naciones y que implique una toma de decisiones no frentista sino basada en la escucha activa, la empatía y la resiliencia, sin olvidar las actuaciones tendentes a frenar y revertir en la medida de lo posible el cambio climático son acciones indispensables para que el fenómeno del refugiado se convierta en algo residual ya que la mejora de las condiciones de vida del ser humanos se debe convertir en el ideal perfectamente alcanzable al que se debe aspirar desde cualquier institución o poder público.

Es aquí donde la Unión Europea tiene mucho que decir.


Mario Regidor | Miembro del colectivo Voces Transversales.

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