jueves. 28.03.2024

La corrupción… y la necesaria significación de nuestros políticos

Por Mario Regidor | No cabe duda que es uno de los males que aquejan a la actividad política en general pero no nos engañemos.

Mario Regidor | Sinceramente, a la hora de escribir este artículo me planteé qué título ubicar en la cabecera… Le dí muchas vueltas porque cualquier cosa que hubiéramos hablado y/o escrito sobre este particular estaría muy manoseado por la trascendencia, la importancia que supone para la vida política en nuestro país pero, además, por la continuidad que se atisba en el tiempo y, porque parece que la corrupción es algo consustancial al ser humano…. De ahí, los puntos suspensivos…

No cabe duda que es uno de los males que aquejan a la actividad política en general pero no nos engañemos. Hay muchos culpables cuando hablamos de corrupción: por acción, omisión, etc. Y tampoco debemos culpar a la mayoría de la clase política, simplemente son unos cuantos desaprensivos que, mediáticamente, son muy relevantes por el puesto que ocupan y por la trascendencia de sus actos para el patrimonio público y para la merma de credibilidad que supone para quienes sirven a la ciudadanía en cargos de representación.

Sé que lo que voy a decir no va a gustar a mucha gente pero nuestros representantes políticos son fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos, donde la mayoría son honrados, honestos y trabajadores y unos cuantos hacen de la política su forma de vida sin importar la ciudadanía a la que están obligados a servir. Esto nos debería hacer pensar que, en las mejores familias y en la práctica totalidad de profesiones, conocemos personas que no obran correctamente. La diferencia estriba en el manejo de dinero público, en donde el político debe andar con pies de plomo y manos de cristal, ser transparente y buscar el máximo bienestar para la mayoría de la sociedad dentro de su ámbito de actuación.

Con esta disertación no quiero romper una lanza a favor de toda la clase política pero sí quiero, sin duda, dignificar a los políticos que tenemos en nuestro país. La mayor parte son personas que tienen vocación de servicio público, buscan mejorar las cosas, están pegados al sentir popular porque, en su mayoría, sus orígenes sociales no vienen de castas o familias de gran alcurnia. Son personas de a pie, con su vida laboral previa y con unos enormes deseos de cambiar lo que les rodea y de tratar de solventar los problemas que aquejan a sus vecinos.

En especial, quería centrarme en aquellos representantes políticos que se encuentran ocupando cargos electivos más cercanos al ciudadano, me refiero a los concejales de corporaciones locales, ayuntamientos, en su mayoría, pequeños y en los que por su dedicación a la cosa pública, muchos de ellos, estén en el gobierno o en la oposición, no tienen ingresos salariales.

Es a estas personas, a las que te vas encontrando por la calle en el municipio donde resides, y a las que puedes abordar sin problemas y comentar cualquier situación que te aqueje, a los que me quiero referir con este artículo. Ellos son los que más padecen el desprestigio que la política tiene por culpa de unos pocos caraduras.

No obstante, este artículo no trata sólo de reivindicación de nuestros/as políticos/as también conviene hacer una sentida crítica y pregonar la necesaria mejora de la selección de candidatos para ocupar estos puestos públicos. Hace falta una profunda labor de regeneración de los partidos políticos y de sus fórmulas de elección de representantes, donde prime la experiencia profesional, la cualificación técnica y la ideología del partido al que represente para poder ofrecer a la ciudadanía las mejores personas que les puedan representar.

No podemos olvidar que esto no se consigue poniéndole una vela a San Pancracio (aunque cualquier ayuda será bien recibida...), también se debe hacer un esfuerzo por modificar el sistema electoral que impera en nuestro país y también, el que rige en muchas comunidades autónomas. No nos referimos, únicamente, a la sustitución de listas cerradas por listas abiertas que podrían ser una opción perfectamente válida, si se realizara una intensa labor de pedagogía sobre sistemas de votación y la ciudadanía pudiera y quisiera elegir a su representante más cercano en los diferentes ámbitos territoriales, conociendo su gestión y sus ideas.

La elección entre un sistema electoral proporcional o mayoritario iría en función del tipo de representatividad que quisiéramos obtener. Sinceramente, el desarrollo de este párrafo daría para un artículo mucho más extenso que el presente pero nos gustaría hacer hincapié, por último, en la necesaria labor de formación que se debe realizar en el seno de todos los partidos políticos ya que, en su interior, también se deben inculcar valores a cualquier ciudadano que se afilia buscando encontrarse identificado por un partido coincidente con su ideario político de tal forma que se limiten al máximo las desafecciones y posibles malentendidos sobre la labor que debe realizar el político en representación de los ciudadanos.

En suma, sin perjuicio de las necesarias reformas en aras de mejorar la actividad política y la selección de nuestros representantes, no debemos cargar las tintas sobre los numerosos hombres y mujeres que invierten gran parte de su tiempo en mejorar la calidad de vida de quiénes les rodean… Una pregunta para la reflexión… ¿Sabían ustedes que más de 8.000 alcaldes y concejales de pequeños pueblos y localidades no cobran nada por su actividad representativa?

La corrupción… y la necesaria significación de nuestros políticos