jueves. 25.04.2024

Barack Obama en España

Por Gregorio Artiles | Hace aproximadamente 15 años que no visitaba oficialmente nuestro país un Presidente de los EE.UU. de América. Este fin de semana pasado, se inició una visita prevista por tres días y reducida, finalmente, a menos de 24 horas por mor de los disturbios raciales que se vienen sucediendo desde hace meses en territorio norteamericano, por parte del Premio Nobel de la Paz y primer presidente afroamericano, Barack Obama.

Lo cierto es que lo hace en un clima de incertidumbre sobre las posibilidades reales de conformar gobierno estable en nuestro país tras el resultado del 26J, lo cual debiera ser aprovechado, en el buen sentido de la palabra, para comprobar su grado de persuasión política en función del análisis que se haga de los motivos que realmente subyacen para mantener las posturas de exclusión recíprocas que paralizan por el momento la investidura de nuevo Presidente, y con ello, por ejemplo, el retraso de nuevos Presupuestos Generales del Estado y el conocimiento de las posturas de la UE sobre gobernanza local.

No es un tema menor, ya que tras el Brexit británico nadie sabe a ciencia cierta si pudiera darse, en función de nuevas exigencias europeas por una suicida política de austeridad, un movimiento de rechazo en nuestro país al proyecto europeo que se extienda entre la población en la misma medida que el llamado independentismo catalán lo hizo en su día.

¿Por qué se menciona persuasión política? Porque la altura política del actual mandatario estadounidense permite indicar qué se puede producir para aclarar definitivamente los postulados en el cual van a moverse las formaciones a partir de ahora. Si tanto tras las elecciones de 20D como de 26J han dado un panorama de fragmentación política, no es de recibo ni siquiera que tales formaciones tengan claro la necesidad a partir de la misma para definir la forma que entienden la gobernanza, para no agarrarse a proyectos tan dañinos en democracia (especialmente en el caso de la española) como que un gobierno en minoría se sustente en un lavado de manos del principal grupo de la oposición que hace muy pocos meses presentó con similar número de diputados (en la horquilla de los 130-140 diputados) un candidato a la investidura que fue boicoteado por las opciones políticas que no participaron en su concepción (alegando incluso cuestiones personales más que estrictamente políticas en algunos casos) y que en la actual situación motiva que, en lógica, debiera ser candidato el de la principal minoría quien haga el esfuerzo y cuyo resultado nadie vislumbra pueda alcanzar fácilmente, porque en definitiva es justo lo que combatían los nuevos grupos políticos nacidos tras el 20D (Ciudadanos y Podemos).

Izquierda Unida (conocida como comunismo desunido) ya ha lanzado la arenga archiconocida de su versión natural (el rechazo a todo lo que provenga de los EE.UU. de América) pero ahí queda la cosa, que no es fácil. Todo el mundo conoce lo que supone durante cuatro años un gobierno de Rajoy y se sabe además qué políticas se han de modificar y quien o quienes lo han de hacer. ¿O no?

Que nadie piense que Pablo Iglesias o Albert Rivera tienen responsabilidad menor en la situación actual porque de ellos depende exclusivamente se pueda formar o no gobierno en España de uno u otro signo, de ellos y de nadie más. Es a ellos principalmente quienes ha pasado factura la parálisis de este medio año largo cuando se presentaron ambos como proyectos de cambio reformistas, el primero porque ha fracasado totalmente en su aportación a la política nacional y el segundo porque su aportación ni siquiera ha sido entendida como positiva (cuando lo era) por el electorado de su espectro político.

Barack Obama en España