jueves. 28.03.2024

El rey va al fútbol

El terreno de las identificaciones colectivas es el terreno del exceso. Una borrachera muy difícil de no pillar. Lo hace hasta el Borbón Father, el amigo de los elefantes...

El terreno de las identificaciones colectivas es el terreno del exceso. Una borrachera muy difícil de no pillar. Lo hace hasta el Borbón Father, el amigo de los elefantes de Botswana. No solo le pierde su psicomotricidad subiendo o bajando escalinatas, sino que, también, cae en la tentación para superarla asistiendo a selectos partidos de fútbol. Pero en el caso del borbón sucede algo que no se da en el comportamiento del resto de los humanos. Estos son lisa y llanamente ciudadanos –o súbditos según se mire y en muchos casos-, mientras que en el rey se da un plus de identidad. Es rey y, cuando le apetece, ciudadano, pero nunca súbdito.

Y es aquí, en este dualismo identitario, donde empieza el problema. Porque no está claro en calidad de qué identidad representativa asiste a ciertos eventos y espectáculos públicos. ¿Cómo uno más? No lo sabemos. Ignoramos si lo hace como un forofo vulgar más o como  “Jefe del Estado” y “símbolo de la unidad y de la más alta representación del Estado Español”, según el artículo 56 de la constitución.

Poniendo hechos detrás de las palabras, digamos que el problema radicaría en que, por ejemplo, cuando el Rey asiste al Bernabéu para festejar el homenaje a un futbolista, no sabemos en calidad de qué o de quién lo hace. Si su presencia se debe a que solo pretende dar rienda suelta a su pasión futbolera como cualquier vecino de Leganés o, también, lo hace como representación simbólica de todo español, le guste o no el fútbol, lo que sería inadecuada esquizofrenia, muy habitual en esta democracia representativa.

Puede que a muchos esta locura de la representación monárquica se la traiga floja. Felicidades. Un problema menos que tendrán. Pero a más de uno le ha hecho fruncir el ceño. Es más. Muchos, y no solo ecologistas, sufrieron de lo lindo al ver que su representación simbólica de ser español se dedicaba a matar inofensivos proboscídeos. De algunos sé que, desde ese día, dejaron de ser monárquicos.

¿En qué se le nota al rey que va de rey borbón o de ciudadano a secas? ¿Cómo diferenciar su representación? ¿Hay algún modo de saberlo? Lo ignoro. Pero quienes sí deben saberlo son esos locutores deportivos que hablan más que una cotorra en celo, y que no dudaron en proclamar que la presencia del Rey en el Bernabéu concitaba en su persona el rendido homenaje que “todos los españoles de raza estaban tributando a un futbolista llamado Raúl González”,  un tipo providencial que había conseguido la épica de marcar montones de goles a lo largo de su carrera. Y por cuya hazaña, “el Rey y con él España entera le rendían sentido homenaje”.

Si es como dicen estos locutores, entonces, habría que hacer muchas objeciones y enmiendas a la totalidad, pero, dado que el rey como “persona es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”  (Art. 56. 2) –lo que tiene su cínica retranca en estos tiempos-, habrá que callarse.  

En algún caso, siempre sería higiénico para aquellos que ven en el rey la encarnación mística y sobrenatural de ser español que, cuando asista a eventos en calidad de tal, lo lleve impresionado en su chaqueta. El día que aparecía por televisión practicando el tiro libre al pobre elefante botswanés, más que un rey parecía otra cosa que no es necesario concretar. Sin embargo, es evidente que disparaba a los elefantes como rey, es decir, como representante de todos los españoles, les guste o no la caza. Si no, no hubiera salido a los días pidiendo perdón a sus súbditos por semejante escabechina, a pesar de que su persona está libre de responsabilidad, según ordena la constitución.

Desde luego, este desconcierto regio más o menos metafísico se solucionaría dictaminando si el rey lo es a tiempo completo o solo cuando le interesa. Sería bueno saber si ejerce su representación simbólica constitucional en todos y cada uno de los movimientos que da, por muy torpes que a veces sean estos, o solo cuando lee el mensaje de Navidad.   

El rey va al fútbol