viernes. 19.04.2024

El rey estaba desnudo

Los borbones nunca fueron inocentes. El reinado del emérito tampoco ha sido inocente.
Alfonso XIII y su hijo don Juan
Alfonso XIII y su hijo don Juan.

No sorprende que 70 exministros y altos cargos del PP y del PSOE firmen el manifiesto ese de apoyo al rey emérito. Son los dos partidos que apoyaron la transición democrática pactada, que solo tenía parte de transición y mucho de pactada a conveniencia de quienes liderarían a posteriori el futuro del país. Seguro que si Carrillo viviese, también, firmaría el manifiesto. ¿Y Frutos? No lo creo.

Nada que objetar a dicha adhesión. Cada cual, como la lapa a la roca, se pega a quien quiere y le dejan. Otra cosa es qué precio y qué sevicias tiene uno que apechugar por tal acoplamiento.

¿Que el emérito, como todos los ciudadanos, goza de presunción de inocencia? Supongo. Lo habitual es que los ciudadanos, aunque gocen de tal prerrogativa -¡qué risa tía Luisa!-, ni tienen los medios, ni la permisividad legal, ni policial, para irse a donde le plazca, incluidos los emiratos árabes, ¡qué menudos emiratos!

No entiendo muy bien cómo los políticos que han firmado el manifiesto -en realidad lo entiendo muy bien-, apelen a la presunción de inocencia para darle un voto de confianza.

No se entiende, porque ya el propio emérito dijo claramente que era culpable, que lo sentía por haberlo hecho y que ya no volvería hacerlo, que es lo que hacen los niños malos y tramposos cuando los pillan in fraganti tras comerse el arroz con leche del abuelo. Guillermo Brown nunca cayó tan bajo, que solo prometía hacerla más gorda en la próxima ocasión.

¡Ah, y que se había equivocado! ¡Es que se ha equivocado tantas veces! Tantas veces que uno no sabe si toda la vida del emérito ha sido un equívoco tras equívoco consciente y consentido por la clase política y que, por desgracia, ha tenido que pagar la ciudadanía de un modo silencioso, porque denunciarlo topaba siempre con los tribunales de justicia y la inviolabilidad regia de la constitución.

El conductismo político de quienes apoyan al emérito en el manifiesto responde a una mentalidad oligárquica y aristocrática de la comprensión e interpretación de la historia

El conductismo político de quienes apoyan al emérito en el manifiesto responde a una mentalidad oligárquica y aristocrática de la comprensión e interpretación de la historia. Al parecer, el emérito ha sido capaz, el solo, de ser el artífice de la consolidación democrática de España, pues gracias a su intervención -nunca se concreta esta intervención milagrosa y de aplicación urbi et urbi-, el destino de este país se pudo salvar, una vez más, de caer bajo los dominios de un ejército -de mentalidad africanista-, que nunca consintió que el poder político constitucional estuviese por encima de la espada en forma de cruz.

A nadie puede extrañar que estos firmantes tengan una visión de la historia como producto de las grandes genialidades de ciertos individuos. A la vista está que en las escuelas e institutos se sigue estudiando que los grandes triunfos de la historia estuvieron capitaneados por genios militares. ¿Y el pueblo? ¡Ah, sí, el pueblo! Cuando quieren, es pueblo, pero, si interesa, entonces, es masa, chusma, mayoría silenciosa, horda, populacho. En realidad, ¿cuándo ha contado el pueblo como factor determinante en la marcha de una nación? Solo cuando se ha mostrado sumiso y obediente a los mandatos de las grandes individuales, ilustres prendas que, en su mayoría, además de militares, han sido idiotas morales, como ya señaló el ensayista Bilbeny.

¿Que el emérito hizo más por España que el pueblo? ¡Una de magurios!

No se trata de poner a solfa la existencia de la monarquía, sea apelando a su desternillante origen divino completado por un espermatozoide regio, a su acoplamiento a la historia -siempre gracias a una maldita guerra- y, finalmente, a un referéndum constitucional fraudulento sobre su existencia. Pero estaría bien preguntarse que, si como dicen estas prendas ilustres del manifiesto, gracias a la influencia de la acción política del emérito, España se salvó de la deriva fascista, ¿qué consecuencias nefastas podrán deducirse de sus acciones equivocadas, una detrás de otra?

Porque, si sus acciones buenas han tenido esa transcendencia maravillosa y universal en el bienestar de España durante cuarenta años, ¿de qué modo se habrá sentido herida esta misma España por culpa o gracias a las equivocaciones del emérito? ¿Nunca influyeron para mal en la sociedad? Lo que hacen mal los reyes, ¿es ajeno a la marcha de la historia de un país?

Joder, a ver si, también, se esgrime la sevicia que soltó Rodolfo Martín Villa cuando dijo que “lo nuestro son errores, lo otro son crímenes”. Si no crímenes, “equivocaciones regias”.

Si esta es la balanza de pesar lo que ha hecho el rey y lo que hace la ciudadanía, no me extraña lo más mínimo que tales manifiestos, presentes y futuros, solo demostrarán, no la inocencia de un Borbón, sino la injusta manera de interpretar la historia por parte de quienes viven amorrados a la sombra del pesebre del poder.

Pero, desengañémonos, los borbones nunca fueron inocentes. Inocente, de inocere, el que no hace daño. El reinado del emérito tampoco ha sido inocente. Todo lo contrario. En el diccionario no existe la palabra ocencia, pero sí ocena, relativo a un malo olor o fetidez que se presume patológica, debido a una disfunción pituitaria. A la persona que sufre ocena, podría llamársele ocente, que tampoco está en el diccionario, aunque sí inocente, palabra que utilizamos para designar a alguien cuya situación interior emocional es contraria a la culpabilidad. Inocente, en este sentido, sería el que no huele mal, no concibe ni siente el mal y no se siente mal. ¿Y cómo han olido los Borbones hasta la fecha? No falta responder, pero no a chanel hombre, precisamente.

Todo lo contrario al emérito, que, si no es cínico y mentiroso, reconocerá sin ambages que tales cualidades son cosa de familia. Un ancestro del emérito, Fernando VII, el felón, ya dijo aquello de “Marchemos, y yo el primero, por la senda de la Constitución”, para luego saltársela por el forro de los c… por ejemplo. Cuando el emérito dijo "lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir", se situaba en la misma estela siniestra que Fernando VII.

De hecho, el emérito, así debió intuirlo cuando dijo que pasará a la historia como matador de elefantes y aquel que padeció, no la pandemia del coronavirus, sino la pandemia del corinnavirus.

Cuando fue operado en abril de 2012, por la fractura de cadera matando elefantes a tiro limpio en Botsuana (África) acompañado de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, se dio cuenta que no solo fue la fractura de cadera lo que se le hizo añicos. Fue mucho más. Fue la imagen definitiva de la fractura, no de su cadera tampoco del sentido común -¿cuándo dio muestras de él?-, sino de su fracaso como monarca y su fraudulenta manera de comportarse como tal.

libro BonmatiPero habrá que matizar, no para hacer como los del manifiesto, pero casi aunque al bies. Verán. He hecho referencia a matar a tiros elefantes indefensos y hacerlo por placer, acción criminal que ni siquiera son capaces de hacer los cazadores furtivos, ya que se ven obligados a hacerlo por culpa de la precariedad económica en que viven. Y seguro que la foto del emérito, junto a un elefante abatido, seguro que nos pareció una acción propia de un bellaco narcisista, y no de uno que se decía rey. Desengáñense. Para nada.

En realidad, era la respuesta a la imperiosa llamada del ADN borbónica. El emérito, aunque lo quisiera, no podía renunciar a ese imperativo so pena de no parecerse a los suyos, pues quien así lo hace, honra merece.

Francisco Bonmati de Codecido escribió la biografía de El príncipe don Juan de España (Valladolid, 1938, Editorial Santarén), padre del emérito. Obvio el contenido hagiográfico del libro y me limito únicamente a reproducir una de sus fotografías. En ella, aparece el rey Alfonso XIII y su hijo don Juan. Después de un safari, posan con el trofeo del mismo: un enorme tigre.

No es una fotografía que valga mil palabras, pero sí puede pasar como certificado insoslayable de que, cuando el ADN tira al monte del despropósito, es inútil luchar contra él. ¿Quieres decir, entonces, que lo del emérito es cosa fatal, inevitable e irremediable? No quería decirlo, pero sí. Por eso resulta tan necesario librarse cuanto antes de él y lo que representa, la monarquía. Y hacerlo democráticamente, claro.

El rey estaba desnudo