viernes. 29.03.2024

La palabra 'fascista' como insulto

navarra

Como es sabido, en las pasadas elecciones el político socialista Santos Cerdán, en un mitin electoral, calificó de fascista al parlamentario de Navarra Suma, Iñaki Iriarte López. Este consideró que su honor había sido dañado, exigiendo una indemnización de 10.000 euros por esos supuestos rotos en su honor y en su moral. Todo ello bajo el amparo protector de la Ley Orgánica 1/1982 de 5 de mayo y de conformidad con el artículo 18.1 de la Constitución Española.

El juicio tuvo lugar el 15 de enero pasado. El fallo del magistrado-juez absolvió al político socialista. En la sentencia, el togado basó su juicio en la ponderación sobre la concurrencia del derecho al honor y a la libertad de expresión, haciendo prevalecer esta sobre los intereses personales del demandante, siguiendo sentencias como las del Tribunal Supremo de 15 de septiembre de 2008 o la TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos) de 23 de abril de 1992.

Hay que ser muy ingenuos para pensar que el banquete de estos requetés fuese platónico y no un acto con claras connotaciones ideológicas de exaltación golpista, pues no en vano conmemoraban la muerte de un carlista en 1936. Y la exaltación del golpismo es una clara característica del fascismo, sea histórico o de hoy

Dada la contundencia argumentativa, apoyada en dos sentencias de dos altos tribunales, no parecía que se necesitasen más fundamentos de hecho y de derecho para apoyarla. Sin embargo, el juez dedicará varias páginas de su fallo a glosar el concepto de fascismo para demostrar finalmente que en el demandante no concurren las características del fascista canónicas. Añadiendo que la gente cuando usa la palabra fascista apenas va más allá del significado que viene en el diccionario de la RAE. Por lo que, en consecuencia, es difícil que, cuando alguien tacha a otro de fascista es muy raro que sepa exactamente lo que está diciendo. Probablemente, solo tenga una idea estereotipada de dicho concepto y no un exacto alcance semántico. 

Para el juez, el significado neto de fascismo estaría asociado a las connotaciones que despiertan los nombres de Hitler, Mussolini y Franco y las ideas que defendieron: sacralización del líder, supresión de partidos políticos, defensa de la democracia orgánica, prohibición de las libertades básicas y, por supuesto, apología del golpe de Estado. 

Según el juez, ninguno de estos rasgos fascistas históricos está presente en el pensamiento del demandante. Más todavía, su asistencia al banquete donde se homenajeaba a un requeté golpista no se parece en nada  “al putsch de Munich, el de la cervecería, ni es calificable a reunión como la que pudo/pudieron producirse antes del golpe de estado de 23 F de 1981.” Y ningún “peligro real fascista” se puede deducir, tampoco, de la celebración de dicho ágape. De hecho, nadie salió de la comida dispuesto a poner bombas en las sedes de los partidos de izquierda.

Por tanto, ni el demandante, ni su presencia en la comida de los requetés, ni la comida en sí misma considerada, pueden ser calificados de fascistas en sentido riguroso del término. Para que la palabra fascista funcionase como insulto, tendría que “formar parte de otros insultos”. Y, tampoco, extrema derecha y fascismo se pueden asimilar en un mismo significado aunque “se puede considerar que el fascismo es la extrema derecha o a la recíproca, por convicción o por conveniencias”. 

Lo que resulta bien paradójico de entender. Si el demandante no reúne en su persona ni en su acto de participación en dicho ágape, la calificación de fascista, ¿por qué se absuelve al político socialista, pues, a la vista del razonamiento del juez, ha dicho cometido una falsedad? Sencillamente, porque el honor del querellante no queda ofendido por ser llamado fascista aunque no lo sea. A no ser, y esto no lo dice el juez, que se trate de un honor y una moralidad frágil como ala de mariposa.

Al margen del fallo de la sentencia, me permito una última reflexión que no pretende enmendar la decisión del juez, pero sí introducir un elemento nuevo en sus consideraciones. 

Hay que ser muy ingenuos para pensar que el banquete de estos requetés fuese platónico y no un acto con claras connotaciones ideológicas de exaltación golpista, pues no en vano conmemoraban la muerte de un carlista en 1936. Y la exaltación del golpismo es una clara característica del fascismo, sea histórico o de hoy. 

Asistir a un acto de estas características es darle, sino un espaldarazo ideológico, un consentimiento emocional e intelectual explícito. Por lo que Cerdán, no solo debió ser absuelto por ejercer la libertad de expresión, sino, sobre todo, por decir la verdad. Y asunto concluido. Y la verdad siempre escuece. ¿El honor? Depende en donde lo tenga cada uno ubicado.

La palabra 'fascista' como insulto