jueves. 28.03.2024

Trump, Rajoy y el cambio climático

¿Recuerdan ustedes al primo de Rajoy?, el científico. Rajoy restó importancia al cambio climático aludiendo a su primo científico: «Si nadie garantiza ni qué tiempo hará mañana en Sevilla ¿Cómo van a decir lo que va a pasar dentro de 300 años?»; asegurando que no se puede convertir este asunto –del que ustedes me hablan– «en un problema mundial». Pues diez años después, Donald Trump, lo ha convertido en un problema mundial, con su retirada del Acuerdo de París contra el cambio climático, para frenar el calentamiento global y sus consecuencias, con argumentos parecidos.

La decisión del presidente de EEUU de retirarse del Acuerdo de París, ha sido rechazada por líderes políticos, sociales y empresariales de todo el planeta, incluso en su propio país. El compromiso internacional fue alcanzado en diciembre de 2015, con la intención de contener las emisiones de dióxido de carbono y evitar que la temperatura del planeta se incremente más de dos grados centígrados al final de este siglo, algo que, según los científicos climáticos, tendrá efectos catastróficos.

En 2007, Mariano Rajoy dijo saber poco de este asunto, «pero mi primo supongo que sabrá». El presidente –que sabe más de plasma–, ha reiterado el compromiso de España con el Acuerdo del Clima de París, evitando cualquier crítica a Trump. Por su parte el flamante secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se ha pronunciado en las redes sociales, manifestando que mientras Trump «se aísla y fosiliza su economía, Europa tiene la oportunidad de construir alianzas frente a desafíos». Desde Equo, Juan López de Uralde, afirma que la transición energética hacia un modelo renovable debe seguir adelante, «A pesar de Trump y a pesar de Rajoy».

El Acuerdo de París tiende un puente entre las políticas actuales y la neutralidad climática que debe existir a finales del siglo. Es el pacto mundial de lucha contra el calentamiento global firmado el 12 de diciembre de 2015, dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Lo acordaron 195 países, la práctica totalidad de los Gobiernos del mundo, y el objetivo perseguido es que el aumento de la temperatura a final de este siglo se quede entre los 2º y 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales. Esa es la frontera, fijada por los científicos, para que las consecuencias del calentamiento no sean tan desastrosas. Para lograr ese objetivo se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Además, el Acuerdo reconoce la importancia de evitar, reducir al mínimo y atender a los daños y perjuicios debidos a los efectos adversos del cambio climático; y admite la necesidad de cooperar y mejorar la comprensión, actuación y apoyo en diferentes campos: sistemas de alerta temprana, preparación para emergencias y seguro contra los riesgos. En la lucha contra el cambio climático, el Acuerdo reconoce la importancia de las partes interesadas no firmantes, como las ciudades y otras administraciones subnacionales, la sociedad civil o el sector privado. E invita a intensificar sus esfuerzos y medidas de apoyo para reducir las emisiones; aumentar la resistencia y reducir la vulnerabilidad a los efectos adversos del cambio climático y mantener la cooperación.

Trump, que dice actuar «en defensa de los intereses nacionales», denigró el pacto climático tachándolo de «desventajoso e injusto», además de señalar que debilita la economía norteamericana, dejando abierta la posibilidad de negociar otro pacto que «sea justo para los trabajadores, contribuyentes y empresas». Mientras, parece que China y la Unión Europea se comprometen con las futuras generaciones, manteniendo el compromiso con o sin EEUU.

Frente a la tibieza de Mariano Rajoy, como nos tiene acostumbrados, la firmeza de los líderes europeos. En un comunicado suscrito por el presidente francés, Emmanuel Macron, la canciller alemana, Angela Merkel y el primer ministro italiano, Gentiloni, calificaron el Acuerdo de París como una «piedra angular de la cooperación entre países en lo referente a atajar a tiempo y de forma efectiva el cambio climático». Los tres líderes europeos declaran su compromiso con las obligaciones asumidas, incluidas las financieras. Dentro de EEUU, numerosos representantes políticos, encabezados por el expresidente Barak Obama mostraron su rechazo. Obama acusó a su sucesor de haber situado EEUU «en el pequeño puñado de países que rechaza el futuro».

Donald Trum falsea la realidad para justificar su salida del Acuerdo de París, usando datos del Instituto Tecnológico de Massachusetts para menospreciar los compromisos alcanzados en París. El negacionismo del cambio climático es más una creencia que una teoría política. El presidente de EEUU cree que el calentamiento global provocado por la acción humana no existe y su Partido cree que el cambio climático no es un problema; algo parecido a lo que Rajoy defendió en su día. La petrolera Exxon Mobil, reniega del negacionismo de Trump: «El riesgo del cambio climático es claro y el riesgo demanda acción. El aumento de las emisiones a la atmósfera está teniendo un efecto de calentamiento». La española Repsol también ha aceptado que el cambio climático necesita ser combatido, comprometiéndose a rebajar las emisiones de sus operaciones.

El acuerdo de París es un texto flexible, que no obliga jurídicamente a los países a respectar los objetivos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Cada uno se fija sus propios compromisos y debe reevaluarlos regularmente. La retirada de un miembro, en sí misma, no acaba con la estructura del acuerdo, pero representa un riesgo. La salida de EEUU puede invitar a otros países a relajarse en sus compromisos. Entre las innumerables reacciones de las ONG, de responsables políticos e investigadores, algunos esperan que la salida de EEUU vuelva a movilizar en torno al clima a las ciudades, las comunidades locales, las fundaciones, las empresas, los sectores económicos que ya han entrado en la transición energética.

El país más rico del planeta es también el principal emisor de gases de efecto invernadero y el portazo de Trump a la comunidad internacional, para contentar a su electorado de extrema derecha, ha dejado huérfano al planeta de un liderazgo mundial. Nada hay más atrevido que la ignorancia, y la drástica medida adoptada por el presidente estadounidense y sus explicaciones para justificarla confirman la afirmación. Pero no solo es el abandono de la lucha contra el cambio climático. Desde que llegó a la Casa Blanca se ha propuesto, con su lema «América» primero, hacer añicos las relaciones con Europa y los países vecinos de EEUU; ahora con todo el mundo.

Fiel a su política de ensimismamiento, Donald Trump ha decidido que Estados Unidos se desentienda del futuro del planeta. El abandono del Acuerdo de París es una decisión irresponsable cuyas consecuencias se harán sentir en todo el mundo, y especialmente en EEUU. El alcance que tendrá el abandono del Acuerdo va más allá de los efectos que esta imprudente decisión tendrá sobre el cambio climático.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha aseverado que el abandono del acuerdo podría socavar la seguridad nacional y la economía de EEUU. «El Acuerdo de París es esencial para nuestro futuro común. Es importante que la sociedad norteamericana y el mundo empresaria se movilice para preservar el Acuerdo de París como garantía de un futuro para nuestros hijos y nietos».

La salida de EEUU no tiene por qué suponer el fin del pacto de París, aunque algunos especialistas prevén que podría tener repercusiones climáticas, por tratarse el segundo país mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero. Aunque el mayor peligro que entraña la grave decisión de Trump es que se produzca un efecto llamada a otros países. El reto que se presenta es cómo reconstruir el desafuero norteamericano. Trump ha dado la espalda a la comunidad internacional, convirtiéndose en una amenaza a la seguridad y la estabilidad de la humanidad.

Trump, Rajoy y el cambio climático