viernes. 29.03.2024

Una propuesta electoral de izquierdas

Este año va a cambiar el poder de manos. Tanto en el gobierno de la Nación, como en trece comunidades y en más de ocho mil pueblos.

Este año va a cambiar el poder de manos. Tanto en el gobierno de la Nación, como en trece comunidades autónomas y en más de ocho mil pueblos. Las encuestas están que echan humo, aunque las certeras no las conocemos los mortales. Habrá que esperar a que pase el 24 de mayo y cuando Rajoy quiera las generales, para conocer los destinos políticos. No quiero decir que sean malos, para no caer en derrotismos, pero no percibo buenas vibraciones. Necesitamos una propuesta electoral de izquierdas.

Se van desgranando las ideas de los programas electorales, que identifican la línea ideología de cada formación. También conocemos el perfil ideológico de los futuros votantes. La edad marca tendencia. Ciudadanos y Podemos son las formaciones que cuentan con mayor proporción de personas de edades, con una similar proporción de jóvenes y mayores. Entre los votantes de PP y PSOE, el grupo más amplio es de más de 55 años. Otro dato a tener en cuenta es que el 40% del electorado de Ciudadanos tiene estudios de tercer grado (medios o universitarios), frente al 34% entre los del PP, el 31% de Podemos y el 21% del PSOE. Ideológicamente hablando, los votantes de Ciudadanos se posicionan en el centro, los de PP a la derecha, y los de PSOE y Podemos en el centro-izquierda. Lo sabíamos, con variaciones, pero queda confirmado por Metroscopia. ¿Quién apoya a la izquierda?

Teniendo en cuenta estos u otros perfiles, los partidos y las formaciones políticas elaboran sus propuestas, con mayor o menor participación interna o ciudadana. Algo así debió de hacer, hace más de un siglo, el Partido Socialista Obrero Español, cuando presentó su «Programa Máximo». Buena visión de la realidad tuvieron quienes lo elaboraron, porque pese al tiempo transcurrido —diagnóstico y propuestas—, sigue siendo válido. Algún retoque conceptual, incorporar alguna medida social y medioambiental, quitar otras y tenemos un programa para el siglo XXI.

En el tiempo transcurrido desde la aprobación del Programa, la historia nos ha traído dos veces la monarquía borbónica, una República «de trabajadores de toca clase», una guerra civil y dos dictaduras, la última cruenta. Ahora el sistema democrático se ha venido a menos por el gobierno ultramontano de Mariano Rajoy. El modelo social algo ha cambiado: surgió la clase media, inventada por Franco —según él decía— y al proletariado se le denominó productores. Ahora de la clase media nunca más se supo. Hemos podido ver como la clase dominante sigue siendo la misma: los que tienen todo y todo lo pueden, frente a los que, si acaso, tienen trabajo y siguen siendo pobres. Casi cuatro de cada diez hogares (36,7%) tienen dificultades o muchas dificultades para llegar a final de mes.

Más de 14 millones de personas empobrecidas, pasan serias dificultades para sobrevivir, con un grave riesgo de caer en la exclusión. La precariedad, las desigualdades extremas y la falta de movilidad social, no son una consecuencia coyuntural de la crisis, ni tienen su solución en el crecimiento y la recuperación que nos anuncian. Esta situación es una «mutación en el ADN de la sociedad española»; un nuevo modelo de sociedad que han creado. Estas son las principales conclusiones del informe de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, «El ascensor social se ha gripado en el sótano, dejando atrapadas a millones de familias».

Se estima que 40.000 familias fueron desalojadas de su vivienda por impago de hipoteca o de la renta en el último año. En 731.000 hogares no entra ningún ingreso (un 3,9% del total de hogares). Unas cifras que no han mejorado a pesar del crecimiento del PIB. La mala alimentación o el hambre afectan en España a cerca de 2 millones de personas. Y más de 3 millones, carece de capacidad para mantener el hogar en una temperatura adecuada, por no poder pagar el coste de la energía necesaria.

La pobreza amenaza a un 20% de la población y la desigualdad genera un importante aumento de la desconfianza social, poniendo en riesgo a la propia democracia. En la pobreza, las personas se convierten en siervos de un nuevo sistema feudal. Las claves del deterioro no hay que buscarlas en la crisis, sino en la ola neoliberal que vino para desmontar las políticas sociales. La crisis ha terminado; ha llegado a su fin: «no hay brotes verdes, ni luz en el túnel. Solo un tronco con ramas secas, por falta de riego y un túnel sin fin oscuro». Es lo que querían. Es su modelo.

En esta situación, todo lo que se proponga o prometa, que no pase por arreglar la injusticia social a la que nos han sometido, no tendrá valor y no debería tener apoyo social alguno. El Programa Máximo del PSOE de 1888 tiene máximo valor en la actualidad. Claro es que la esclavitud quedó abolida en 1865, pero ha surgido otro tipo de esclavos: los que sin tener nada, lo deben todo; esclavitud intelectual y política frente al poder financiero; esclavitud al fin y al cabo con connotaciones económicas, políticas y sociales. La lucha por la justicia social, la igualdad y la solidaridad , es universal y siguen siendo reivindicaciones necesarias y urgentes, para conseguir el mayor bienestar y dignidad de los hombres y las mujeres.

Díganme ustedes si no es más cierto que el Programa aprobado en 1888 tiene vigencia: «Considerando que esta sociedad es injusta, porque divide a sus miembros en dos clases desiguales y antagónicas: la burguesía, que, poseyendo los instrumentos de trabajo, es la clase dominante; otra, el proletariado, que, no poseyendo más que su fuerza vital es la clase dominada. Que la sujeción económica del proletariado es la causa primera de la esclavitud en todas sus formas: la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política.

«Considerando que la necesidad, la razón y la justicia exigen que la desigualdad y el antagonismo entre una y otra clase desaparezcan, reformando o destruyendo el estado social que los produce. Que esto no puede conseguirse sino transformando la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la sociedad entera. Que la poderosa palanca con que el proletariado ha de destruir los obstáculos que a la transformación de la propiedad se oponen ha de ser el poder político, del cual se vale la burguesía para impedir la reivindicación de nuestros derechos».

Al finalizar el año 2014, uno de cada diez hogares —1.766.300— tenía a todos sus miembros activos en paro. Tener empleo ya no garantiza poder afrontar las necesidades básicas personales y familiares, dice el informe el Estado Social de la Nación. El desempleo afecta a más de la mitad de los jóvenes (53,2%) y 2,5 millones de personas llevan más de dos años en paro (más de 4 de cada 10 desempleados). En esta situación, los colectivos más afectados por el desempleo o el empleo precario son las mujeres y los jóvenes, ya sin futuro. Se ha incrementado el número de enfermedades como la depresión que ha sufrido un incremento de un 19,4% entre 2006 y 2010; y quienes ya no puedo soportar tanta calamidad se suicidan: 21,7% más en los últimos dos años. (El colectivo de jóvenes menores de 25 años es en el que más han aumentado los suicidios). Se están perpetuando los niveles de pobreza y desigualdad.

Frente a tanto sufrimiento, los millonarios han aumentado un 24% respecto a 2013, con patrimonios de al menos un millón de dólares, según el Informe de Riqueza Mundial de 2014 de Credit Suisse. Todo se explica por la «revalorización de los mercados de renta variable, la apreciación del euro» y por el sistema fiscal injusto que han creado. El problema no es que el gasto social sea elevado, sino por los exiguos ingresos público, que representan el 32,6%, frente al 40% o superior en los países más desarrollados. El sistema tributario ofrece privilegios a las grandes empresas y fortunas: desgravaciones, exenciones y beneficios, que hacen que en la práctica paguen porcentajes inferiores a los que en teoría les corresponden. La mayoría de contribuyentes pagamos un 22%, mientras que las grandes fortunas solo contribuyen un 1% y las multinacionales un 3,5%. Aquí cabe una sonrisa despiadada.

La profunda y prolongada crisis provocada que sufrimos, ha dejado un panorama desolador. Una ingente cantidad de ciudadanos activos (jóvenes excelentemente preparados y personas entre 40 y 65 años con escasa formación), son expulsados de la vida laboral. Una quinta parte de la población soporta una situación difícil de superar, que bien podría llevar a una REVOLUCIÓN social, si alguien la indujera.

Establecer una nueva estructura social no es algo coyuntural. «Si persisten las políticas actuales, es probable que los incrementos del PIB, se reduzcan gradualmente, provocando el empobrecimiento a cientos de miles de personas y familias, que tendrían grandes dificultades para satisfacer sus necesidades básicas». La persistencia del empobrecimiento incrementará los riesgos derivados de la exclusión social. El paso de la pobreza a exclusión, es una de las principales amenazas que se ciernen, cuyas consecuencias resulta difícil pronosticar: resurgir y consolidación de actitudes conservadoras sustentadas por el miedo, desafección pura y dura, incremento de la delincuencia, de la xenofobia o el racismo, como ya despuntan, entre otras.

Si no se hace algo para evitarlo, la brecha entre la minoría privilegiada y el resto de la sociedad crecerá. Para la mayoría de la población, mejorar en la escala social es tarea imposible. Este es el panorama presente y su futuro. No se trata de cambiar una coyuntura adversa o superar una crisis; requiere transformar las estructuras políticas que la han configurado. Hay que cambiar el entorno laboral precario que han desregulado, provocando elevados niveles de paro, empleos de poca calidad, falta de estabilidad en el empleo, escasa protección al desempleo y bajos salarios. La falta de respuesta contundente sindical y la escasa capacidad negociadora, es una dificultad añadida para mejorar la calidad del empleo.

Hay que cambiar el modelo fiscal regresivo, que trata de forma privilegiada a las grandes fortunas, haciendo posible que paguen impuestos muy por debajo de lo deberían; recayendo la carga fiscal sobre las clases medias y bajas. Una situación muy difícil de corregir, si no es en un contexto internacional, que evite la competencia entre Estados, con escandalosas ofertas de mejor trato a las grandes fortunas y a las multinacionales. La lucha tiene que ser internacional.

Han desaparecido las políticas redistributivas por la igualdad y se han demolido los Sistemas Públicos de protección social —Sanidad, Educación y Servicios Sociales—. España dedica a protección social 3 puntos menos del PIB que la media de los países de la zona euro. En definitiva, han sustituido los derechos sociales por las prácticas compasivas y asistenciales, que consagran un modelo de convivencia trasnochado, en «una sociedad de la innovación tecnológica».

Ante este panorama, hay que hacer un llamamiento a los partidos y formaciones políticas de izquierdas, para que planteen al menos las cuatro aspiraciones que el Partido Socialista declaró hace más de un siglo: 1. la posesión del poder político por la clase trabajadora; 2. la transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común; 3. la organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno u otro sexo; 4. la satisfacción por la sociedad de las necesidades de los impedidos por edad o por padecimiento.

Desde la izquierda, hay que hacer una propuesta como la anterior. Sino con ese estilo, cámbiese el lenguaje, pero que el ideal pase por la completa emancipación de la clase trabajadora, «dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes».

Una propuesta electoral de izquierdas