jueves. 28.03.2024

80 días en silencio por las víctimas del genocidio franquista

Hace ochenta y un año, el fascismo dio un golpe de estado en España, contra la República legítimamente constituida. Provocó una guerra que duró tres años y estableció una dictadura de cuarenta. Fueron asesinadas y arrojadas a fosas comunes en cunetas, caminos o fuera de las tapias de los cementerios 114.226 personas que ahí siguen. Si se convocara un minuto de silencio por las víctimas del franquismo, estaríamos en silencio 79 días, 6 horas y 6 minutos.

Como cada año, hago memoria sobre lo que significó el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, que, al fracasar, dio lugar a la Guerra Civil, que se prolongó hasta marzo de 1939; y con la victoria de los llamados «nacionales», una dictadura que duró más de cuarenta años. La conspiración militar se puso en marcha con la llegada del gobierno de Manuel Azaña, tras la victoria del Frente Popular. En la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los cuarteles eran un hervidero de conspiradores.

Las elecciones de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, formado por los principales partidos republicanos y de la izquierda. El primer gobierno de la República en 1931, pretendió modernizar el país y promover la justicia social, objetivos que el gobierno del Frente Popular retomó. La situación en España cada vez era más tensa y se reflejaba en las discusiones de las Cortes, centradas sobre todo en el orden público. El 12 de julio fue asesinado el teniente Castillo por grupos armados de la derecha y al día siguiente el diputado ultraderechista Calvo Sotelo, fue asesinado en una camioneta de la Guardia de Asalto. Todo estaba preparado desde hace tiempo y finalmente, los días 17 y 18 de julio, estalló la sublevación militar en Marruecos.

Desde el golpe de estado, en la guerra y durante la dictadura franquista, se cometieron crímenes contra la humanidad, un genocidio planificado desde el Estado, contra una parte mayoritaria de la población que luchó contra la sublevación fascista. La desaparición forzada de una persona, es el peor delito contra la sociedad que se puede cometer. Se le detiene ilegalmente, se le tortura, se le quita la vida después de haberlo aterrorizado, y se hace desaparecer su cadáver para destrozar emocionalmente a su familia, a sus amigos y compañeros, dice Emilio Silva, Presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

El golpe de estado del 36, se dio contra la legitimidad de la República. Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional; socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical; ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente absolutista; y moralmente inhumano. El plan comprendía una acción de fuerza militar, desde diferentes puntos de España y África; una colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego a la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de acción violenta, como así ocurrió.

El brazo ejecutor fueron militares desleales a su juramento en defensa de la República. Estaban implicados falangistas, monárquicos, la derecha conservadora más reaccionaria y la iglesia católica, que habían oprimido al pueblo durante siglos. No fue «un golpe doméstico», sino que contó con la Italia fascista y la Alemania nazi, que jugaron un papel determinante para el triunfo del golpe, con el suministro de dinero y armas.

El 17 de julio, la insurrección militar se inició en Melilla y se extendió al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19, el golpe se extendió por la península y los archipiélagos. El golpe triunfó en Galicia, Castilla y León, Navarra, Andalucía Occidental y Baleares, excepto Menorca, con el general Goded que después se desplazó a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección. En Canarias, Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de África.

La República fue destruida por un golpe militar. Cada grupo social y estamento rebelde defendían sus propios intereses. La aristocracia la conservación del rango y los privilegios; los capitalistas la libertad de explotación de los trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la iglesia la anulación de las disposiciones que habían mermado sus fueros; los terratenientes e industriales impedir la reforma agraria y la intervención obrera en las empresas; los militares, profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de un orden rígido y autoritario que respetase las prebendas. Los vencedores establecieron una dictadura para perpetuar sus intereses y la mantuvieron mediante la represión y la violación de los derechos humanos.

Los vientos internacionales del nazismo soplaban a favor de los sublevados. En la larga y cruel dictadura de Franco, reside la excepcionalidad de la historia de España del siglo XX. Fue la única dictadura, junto con la de Salazar en Portugal, que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Muertos Hitler y Mussolini, Franco siguió treinta años más. El lado más oscuro de esa guerra civil europea, de ese tiempo de odios, que acabó en 1945, tuvo todavía larga vida en España. (Golpe de Estado, guerra civil y política de exterminio. Julián Casanova). «La dictadura franquista fue una venganza». (De La fosa borrada del sur, documental de Diego García Campos).

Ante el golpe de estado, la República tenía el deber de defender su legitimidad constitucional y los intereses de la ciudadanía leal. La defensa era legítima; el ataque contra la razón y la ley no lo fueron. Y hoy la misma derecha reaccionaria, católica y caciquil, siguen sin querer reconocerlo.

Quiero volver a recordar a mi abuela que fusilaron en Toledo. «Antonia Arrogante Carretero (de profesión sus labores) era natural de Cebolla y murió por asesinato el día 28/9/36. Lugar de muerte o condena: Toledo. TO-227o» (Asociación Víctimas de la Dictadura). Vivía en el Callejón de los Niños Hermosos, en la judería toledana. No me consta que fueran «rojos peligrosos». Tampoco las razones de los asesinos tras la liberación de El Alcázar. No se celebró juicio ni se declaró sentencia de muerte antes del «paseo». Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia y las caras de odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a un paredón en la vega del Tajo.

No tengo en mi memoria no odio ni dolor; sí un desprecio frío y razonado hacia quienes cometieron el crimen y por quienes lo ordenaron. También siento desprecio por aquellos que hoy, cómplices, siguen sin reconocer el genocidio franquista cometido.

80 días en silencio por las víctimas del genocidio franquista