jueves. 28.03.2024

Cuando vinieron…

Las protestas en mareas de colores, que siguen siendo necesarias, tienen que convertirse en una protesta global...

Conocido es el poema de Martin Niemöller «Cuando los nazis vinieron a por los comunistas» (atribuido erróneamente a Bertolt Brecht), que trata de cuales son las consecuencias de no ofrecer resistencia a las tiranías, cuando intentan establecer su ideario y ejecutar sus políticas, generalmente antisociales y represoras. Algo de esto está ocurriendo por estos lares y es hora de que la ciudadanía, reaccione contra el gobierno, antes de que terminen con todo y no haya nadie más que pueda protestar.

Porque el gobierno de turno, representante de la derecha más reaccionaria, vino a por los trabajadores y trabajadoras y con su reforma laboral eliminó derechos, disminuyó salarios y promovió miles de despidos, rebajando las indemnizaciones y la cobertura de desempleo a más de 6 millones de personas en paro, según la EPA; pero guardé silencio porque no era trabajador.

Cuando vinieron a por los jubilados pensionistas, atrasando la edad de jubilación, congelaron la revalorización de las pensiones y establecieron una nueva fórmula de revalorización, que perjudica gravemente a sus ingresos. Parece como si la «solución final», estilo PP, estuviese en marcha; guardé silencio porque no era jubilado pensionista.

Cuando vinieron a por los enfermos, realizaron numerosas reformas en materia sanitaria que ha supuesto una reducción evidente de la calidad y cobertura del derecho a la salud, imponiendo el pago, repago y copago farmacéutico, aumentando el número de medicamentos excluidos —dejando a la puerta de la muerte a cientos de enfermos crónicos—, reduciendo la cobertura ofrecida por los servicios públicos y la cartera de prestaciones; excluyendo a las personas emigrantes sin documentación; potenciando la externalización hacia la gestión privada; pero como no estaba enfermo no protesté.

Cuando vinieron a por las personas dependientes, reformaron el Sistema de Dependencia, que atendía a cerca de 800.000 personas, recortaron el derecho a la protección, reduciendo el número de beneficiarios en más de 200.000; así como la intensidad de las prestaciones, lo que ha producido la eliminación de miles de empleos en el sector de atención sociosanitaria y el abandono a las personas con mayores necesidades; pero yo no tenía este problema y no protesté.

Cuando vinieron a por los inmigrantes, les encerraron en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), en peores condiciones que en las cárceles, privándoles de libertad sin haber cometido delito alguno, persiguiéndoles policialmente por su color de piel, y no contentos con eso, colocaron vallas asesinas para evitar la entrada al territorio español de las personas que desde el norte de África huyen del hambre, la miseria y las guerras; y cuando lo intentaron por mar, les dispararon pelotas de goma, hasta producirles la muerte por ahogamiento; yo no era «negro» inmigrante y no protesté.

Cuando vinieron a por los marginados, desempleados y a por las personas que en riesgo de exclusión social, tuvieron que dejar de pagar sus hipotecas, no fue para darles techo ni comida, que se lo dieron a las entidades bancarias, rescatándolas, para su mayor beneficio, sino para desahuciarlas, echándoles de sus casas, manteniendo la deuda con los bancos, produciéndose, además, el mayor aumento de la desigualdad en Europa y mayor diferencia entre ricos y pobres; yo no estaba en esa situación y no protesté.

Cuando vinieron a por las mujeres, no fue para eliminar el riesgo de ser víctimas del terrorismo machista, sino para reducir los recursos destinados a la prevención de la violencia contra las mujeres. Tampoco fue para promover la igualdad real y efectiva y reducir la brecha salarial existente entre mujeres y hombres, sino para recortar su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo; como yo no soy mujer, no protesté.

Cuando vinieron a por los estudiantes, lo hicieron recortando recursos y la ley Wert, entregó el Sistema Educativo a la iglesia católica y a sus escuelas privadas concertadas, en perjuicio de la escuela pública de calidad, servicio público esencial para remover las desigualdades socioeconómicas, y no para fomentarlas. Eliminando o reduciendo las becas, impiden el acceso a la educación básica y universitaria a una mayoría de la población por razones económicas y sociales; como yo no soy estudiante, no protesté.

Cuando vinieron a por la justicia, lo hicieron elevando las tasas judiciales, eliminando prácticamente la justicia gratuita y perjudicando el derecho a la tutela judicial efectiva. Suspendiendo a los jueces que persiguen la corrupción y liberando a los corruptos que han saqueados las arcas públicas en propio beneficio o en el de sus amigos del alma, establecen el imperio de la corrupción generalizada; pero yo, sin tener en donde caerme muerto, no protesté y guardé silencio.

Cuando vinieron a por la democracia, redujeron el número de diputados, perjudicando a los pequeños partidos y colectivos, como en Castilla La-Mancha, donde para ser político tienes que ser rico; no atendiendo las Iniciativas Legislativas Populares, blindaron el Congreso y eludieron los debates en el Parlamento. A los que se manifiestan y protestan, multas y palos, criminalizando las protestas sociales; pero yo soy de la mayoría silenciosa y no protesté.

Y siguen viniendo a por todos; a por las personas integrantes en los colectivos mencionados más arriba y a por los que no aparecen aquí, pero vienen a por nosotros. No esperemos a que vengan a buscarnos, porque cuando esta gente aparece, ya conocemos cuales son sus intenciones: nos dejan sin trabajo, sin casa, sin sanidad, sin pensiones, sin estudios y sin futuro; beneficiando a los poderosos, perjudicando al pueblo llano, privatizando los servicios públicos, beneficiando a sus amigos, eliminan el bienestar social; y con todo despreciando las libertades públicas y los derechos humanos y fundamentales. Hay que protestar, contra las injusticias sociales y por la igualdad.

«Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar». Con esta frase termina el poema Niemöller y hay que evitar que es ocurra. Las protestas sectoriales en mareas de colores, que siguen siendo necesarias, tienen que convertirse en una protesta global, en una «gran marea» popular permanente. Hay que salir a la calle y revolucionar a la España injusta, impidiendo que los gobiernos de turno se salgan con la suya. Reivindiquemos el bienestar, por el pleno empleo digno, contra los recortes sociales públicos y contra la canalla represión.

Cuando vinieron…