viernes. 29.03.2024

Otro Gobierno era posible pero el establishment económico-político-mediático lo vetó

Hemos visto durante estos meses desde el 20D una gran manipulación por parte los grandes medios de comunicación.

Hemos visto durante estos meses desde el 20D una gran manipulación por parte los grandes medios de comunicación, presentando como la única alternativa existente para formar gobierno la centrada en la alianza del PSOE con Ciudadanos (C’s), con el añadido de Podemos como una especie de apéndice al pacto acordado por aquellos dos partidos. Aquellos que consideren el término “apéndice” como inapropiado y exagerado tienen que recordar que todas las invitaciones del PSOE a Podemos se basaban en la aprobación de este último del pacto previamente acordado con C’s. Es difícil, en estas condiciones, utilizar otro término distinto al de “apéndice”. Si el PSOE hubiera estado interesado en negociar con Podemos (lo cual nunca ocurrió), entonces habría favorecido una relación y exploración bilateral entre PSOE y Podemos como paso previo a la trilateral. No fue así. Y la evidencia está ahí para todo el que quiera verla.

El que no siguiera esta estrategia de negociación se debe a que el equipo dirigente del PSOE nunca quiso aliarse con Podemos, y todavía menos establecer un gobierno con tal partido, pues el establishment financiero-económico-mediático, que va desde el IBEX-35 hasta la gran patronal y los medios que estos influencian (que son la mayoría, entre los cuales destaca El País), se oponía clara y explícitamente a dicha alianza (excepto en una situación pasiva, absteniéndose en la investidura de Pedro Sánchez, que se presentaría con un programa basado predominantemente en el pacto PSOE-C’s). La estrategia seguida por este establishment financiero-económico-político-mediático era presionar a Podemos argumentando que la única manera de impedir la continuación del gobierno Rajoy era alcanzar esta alianza para permitir que se estableciera el gobierno Sánchez, ignorando o negando lo que era obvio: que otra alternativa de gobierno, también presidida por Sánchez, mucho más transformadora, era posible. Veamos los datos.

El electorado votó mayoritariamente a las izquierdas

Sumando los votos a los partidos de izquierda, centroizquierda  y centro (PSOE, Nueva Canarias -que se presentó en coalición con el PSOE-, Podemos, En Comú Podem, En Marea, Compromís, IU y Coalición Canaria –que ya votó a favor de la investidura de Pedro Sánchez) se obtiene la cifra de 11.725.125, que es una cifra considerablemente mayor que la suma del voto de las derechas, es decir, la suma de votos de PP más los de Ciudadanos, 10.716.293. Ahora bien, debido al sesgo derechista del sistema electoral español, muy poco representativo, resulta que los primeros (la alianza predominantemente de las izquierdas) suman un número de escaños, 162, menor que el número que resulta de agregar los escaños del PP y Ciudadanos, que son 163.

Y de ahí que los proponentes de la alianza PSOE-C’s, con Podemos como apéndice, concluyan, erróneamente, que no puede darse un gobierno de izquierdas. Pero en este supuesto, de los otros cuatro partidos que no he citado (el PNV, EH-Bildu, ERC y Democràcia i Llibertat) todos ellos preferirían más un gobierno de izquierdas que uno de derechas, pues el primero tiene como mayoría partidos favorables a otra visión de España (la plurinacional) que la uninacional y radial de España. Es cierto que tres de ellos (EH-Bildu, ERC y Democracia i Llibertat) piden la secesión, lo cual hace difícil que apoyaran a la coalición votando a favor de la investidura de un gobierno de izquierdas. Pero que no votaran “sí” no quiere decir que votaran “no”, pues consideran que su peor adversario es el nacionalismo españolista del PP y de C’s, que defienden una visión de España uninacional y radial, que niega su plurinacionalidad. Ello explica que ya han insinuado que se abstendrían. No así el PNV, partido que no es independentista y que podría votar afirmativamente a un gobierno de coalición de izquierdas, pues también es probable que considerara un gobierno PP-C’s como claramente opuesto a sus intereses. Ello haría posible la investidura de Pedro Sánchez, bajo un programa mucho más transformador, tanto en los temas económico-sociales (rompiendo con las políticas neoliberales) como en los temas nacionales, permitiendo el desarrollo de una España plurinacional, más democrática y más justa, en la que la unidad se basara en el consenso y no en la fuerza.

Esta estrategia es manifiestamente posible, pero el PSOE no quiere considerarla porque requiere una ruptura con sus políticas económicas y sociales y una demanda de nueva visión de España, la plurinacional, que no desea ni quiere aceptar que se considere. Y ahí está el problema. Utiliza el argumento falso de defender la famosa “unidad de España” (como hace la derecha española, el PP y Ciudadanos) como argumento para no considerar tal alternativa. Ahora bien, según el reportaje que escribió El País (19.04.16) sobre la última reunión de la Comisión Ejecutiva del PSOE, su portavoz, Antonio Hernando, faltó a la verdad cuando afirmó que para conseguir la alternativa que propone Podemos se necesitaba el voto de los independentistas, lo cual no es cierto. Se necesitarían solo los votos del PNV (que no es independentista, y con el cual el PSOE ha gobernado en el pasado), pero no el de Democràcia i Llibertat. Sería suficiente que estos se abstuvieran (lo cual ocurriría también con ERC), cosa que es más que probable. La alianza de las izquierdas más el PNV podría establecer un gobierno mucho más progresista que el alcanzado con Ciudadanos, la máxima expresión del neoliberalismo. Pero esta opción de gobierno ha sido vetada por el establishment financiero-económico-mediático del país, pues desea la continuación de las políticas neoliberales y no quiere ni oír hablar de redefinir España. Esta ha sido siempre la postura de las derechas españolas. Baste recordar el grito de los golpistas fascistas del 1936, que era contra los “rojos” y contra los “separatistas”. La gran novedad es que el PSOE, que había apoyado la redefinición de España, promoviendo el derecho de autodeterminación (que no es otra cosa que el derecho a decidir), se ha pasado al otro bando, y hoy defiende la continuidad de las políticas favorables a aquel establishment, aludiendo también, como hacen las derechas, a su compromiso con la unidad de España.

¿Qué pasa en el PSOE?

Como he indicado en varios artículos, el PSOE ha ido cambiando, adaptándose más y más al aparato del Estado, perdiendo vocación transformadora a medida que establecía complicidades con aquel establishment financiero-económico-mediático que domina la vida económica, política y mediática del país, del cual ha pasado a formar parte. Attac acaba de publicar un excelente informe (“De acuerdo, manda el IBEX… ¿Pero quién manda en el IBEX?”, de Rubén Juste de Ancos, 05.03.16) que muestra las relaciones –a través de las puertas giratorias- del aparato dirigente del PSOE con tal establishment. La adopción del neoliberalismo por parte del equipo económico del PSOE es una consecuencia de ello.

Su respuesta a la crisis durante el mandato de Zapatero fue característica del neoliberalismo. Y sus propuestas en el último programa electoral no rompían con la ortodoxia neoliberal, que es lo que España necesita para salir de la crisis. Y de ahí su lógica preferencia por Ciudadanos desde el principio. Los directores de sus equipos económicos, Jordi Sevilla y Luis Garicano, pertenecen claramente a la tradición neoliberal. Y así lo han reconocido, aunque sacan el “neo” de neoliberalismo. Se autodefinen como “liberales”, lo mismo que se definieron Blair, Schröder y los dirigentes de la Tercera Vía en Europa, que han sido responsables del enorme colapso electoral de la socialdemocracia en este continente.

Es cierto que Garicano es más extremista que Sevilla. Pero su propuesta de “contrato único”, un poco diluida, aparece en el pacto PSOE-C’s, como también se mantienen algunas de las reformas sumamente reaccionarias impuestas por el gobierno Rajoy. Es extraordinario y sorprendente que dirigentes sindicales hayan aprobado tal pacto y que no haya habido ninguna (repito, ninguna) voz de protesta dentro del PSOE frente a este pacto. Véase el patético apoyo al pacto PSOE-C’s de los llamados guerristas, que lideran las hostilidades hacia Podemos y a la alternativa de izquierdas, consecuencia de su enorme oportunismo y servilismo hacia la dirección del PSOE, además de su nacionalismo jacobino extremo (Alfonso Guerra llegó a acusar en su día al presidente socialista de la Generalitat de Catalunya, José Montilla, de estar contagiado de nacionalismo catalanista). La ausencia de voces críticas, a las cuales vetan y depuran, en comportamientos estalinistas (y he visto y vivido en carne propia el ejemplo de tal sectarismo), representa el fin de cualquier sensibilidad de izquierdas en el aparato de aquel partido. Lo que también es lamentable es el enorme silencio de sus bases, consecuencia de la ausencia de debate en tal partido, hoy uniforme en su defensa del aparato. El único debate no es sobre cómo transformar España, sino sobre cómo ganar mayor poder personal. La diferencia entre un Pedro Sánchez y una Susana Díaz es, a efectos de las clases populares, nula. Y lamento que el PSC, que había estado siempre a la izquierda del PSOE, ahora se haya adaptado a tal dirección de una manera tan poco crítica.

El futuro de España

Estamos hoy viendo el agotamiento de la Transición de una dictadura a una democracia que ocurrió a finales de los años setenta del siglo pasado, la cual fue idealizada por el establishment financiero-económico-mediático del país, presentándola como modélica. Aquella transición se realizó bajo el enorme dominio de las derechas, que controlaban todos los aparatos del Estado, además de la gran mayoría de los medios de información y persuasión. Las izquierdas (que lideraron a las fuerzas democráticas), en cambio, acababan de salir de la cárcel, de la clandestinidad o del exilio. De ahí que el desequilibrio de fuerzas no pudiera ser mayor. El resultado de ello fue una democracia muy limitada, de muy baja calidad, con un sistema electoral que favorecía a las derechas, con escasísima sensibilidad social, con un Estado pobre en recursos y una fiscalidad poco redistributiva.

Como consecuencia de esta enorme influencia de aquel establishment económico-financiero-mediático sobre el Estado, hoy España continúa siendo uno de los países más desiguales entre los países de la UE-15 (el grupo de países con un nivel de desarrollo semejante al de España), con menos gasto público social por habitante, y cuya Constitución tiene una visión de España que responde a la visión del nacionalismo españolista, que promociona un Estado uninacional, radial y que reprime su plurinacionalidad.

Es inevitable que haya un crecimiento del rechazo hacia este Estado (tal como está ocurriendo hoy en España), que se presenta maliciosamente, por parte de aquel establishment, como un movimiento anti España. La gran mayoría de las clases populares en España están de acuerdo con el eslogan del 15-M “no nos representan”. Es lógico que los herederos del 15-M, hoy en las Cortes, estén presionando para crear otra España, mucho más democrática, mucho más justa y plurinacional. El conflicto es, pues, entre estas dos visiones. Y lo que es nuevo y lamentable, como dije anteriormente, es que el PSOE esté hoy en el otro bando. Aliarse con un partido como C’s, que es profundamente reaccionario en sus políticas económicas –que están dañando enormemente el bienestar y calidad de vida de los españoles- y que defiende la España uninacional llamando a las fuerzas que se les oponen “rojos” y “separatistas”, es de una gravedad histórica enorme.

Permítame el lector añadir una nota personal. Vengo de una familia donde mis padres y otros familiares pertenecían a sensibilidades de izquierdas de distintos colores. Todos ellos, como millones de españoles, dieron lo mejor de sus vidas luchando contra el fascismo para conseguir una España democrática, justa y plurinacional. Estoy seguro de que si hoy aquellos que, como mis padres, eran socialistas, estuvieran vivos, no reconocerían a este PSOE. Los dirigentes de este partido han desaprovechado una oportunidad única para realizar una segunda Transición, de una España muy poco democrática y con una muy escasa sensibilidad social y plurinacional, a otra basada en una democracia mucho más profunda y más justa que, consensuadamente, permaneciera unida, respetando la soberanía de cada uno de sus pueblos y naciones. Que ello ocurrirá, no me cabe duda. No sé si yo lo veré.

Pero para ello es importante que las izquierdas y otras fuerzas progresistas actúen conjuntamente y fraternalmente (repito, fraternalmente). Hay que recordar que las derechas ganaron la mal llamada Guerra Civil por la fuerza (ayudadas por las tropas de Hitler y Mussolini), pero hay que admitir también que contribuyeron a la derrota las divisiones de las izquierdas, lo que facilitó que en contra del deseo popular de cambio, este no ocurriera. Hoy está pasando algo semejante. Mucho se está haciendo (más en la periferia que en el centro) para la unidad de las izquierdas. Pero debe hacerse más. Y, aunque el mayor responsable de que hoy no ocurra el cambio que la población desea sea el PSOE, es de una gran urgencia que se ayude a las bases de aquel partido a recuperar su historia, y que fuercen un cambio, lo cual no ocurrirá bajo su dirección actual. Sus dirigentes han mostrado ya que en lugar de ser parte de la solución se han transformado en parte del problema. Hay que ayudar a que la mayoría de socialistas, así como todas las sensibilidades progresistas que claramente votaron por un cambio auténticamente transformador, trabajen conjuntamente, mostrando que otra España y otra sociedad son posibles.

Otro Gobierno era posible pero el establishment económico-político-mediático lo vetó