sábado. 20.04.2024

La coalición Unidos Podemos tiene que ser más que un ‘casamiento de conveniencia’

Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama 2015


Los que conocen mi trabajo y mis escritos saben que no se me da ni la hipérbole, ni la exageración ni el insulto. De ahí que espero que se me crea cuando digo que estamos en estos días frente a una ocasión histórica, pues las próximas elecciones del 26 de junio pueden abrir la posibilidad de que ganen las fuerzas progresistas comprometidas con un cambio sustancial que termine lo que se inició en la transición de la dictadura a la democracia, definida erróneamente como modélica. El enorme dominio que las fuerzas conservadoras tuvieron en aquel proceso, resultado del gran desequilibrio de fuerzas que existía en aquel momento (en el que las derechas -herederas de las fuerzas que realizaron el golpe militar de 1936, y que establecieron una de las dictaduras más sangrientas que hayan existido en Europa- controlaban el Estado y la mayoría de los medios de comunicación, mientras que las izquierdas -que habían liderado las fuerzas democráticas- estaban apenas saliendo de la clandestinidad, de la cárcel donde habían estado presos, o del exilio), se refleja en el producto que salió de aquel proceso: una democracia muy incompleta (con un sesgo muy marcado a favor de las fuerzas conservadoras que continuaron controlando la gran mayoría de los aparatos del Estado) y con un Estado del Bienestar muy poco desarrollado (con uno de los gastos públicos sociales per cápita más bajos de la UE-15, el grupo de países de semejante nivel de desarrollo al de España). Ni que decir tiene que en el nuevo periodo democrático se hicieron muchos cambios, y muy en especial durante los gobiernos del PSOE que, siguiendo la tradición socialdemócrata en Europa, expandieron los servicios públicos del Estado del Bienestar (tales como el establecimiento del Sistema Nacional de Salud), muy poco desarrollados en este país. Mucho se hizo, pero mucho quedaba por hacer. Y lo que no se hizo se debió, en parte, a la aceptación e integración del PSOE en el aparato del Estado, convirtiéndose en el mayor pilar, después del PP, de aquel Estado, un Estado pobre (los ingresos al Estado español son de los más bajos de la UE-15), con escasa conciencia social (el gasto público social como porcentaje del PIB, que incluye el gasto público en sanidad, educación, servicios sociales, vivienda social, escuelas de infancia o servicios domiciliarios, entre otros, es también de los más bajos de la UE-15), muy poco redistributivo (el impacto de las transferencias públicas en el porcentaje de la población en riesgo de pobreza es de los menos eficaces y menos redistributivos en la UE-15) y uninacional (es decir, que niega su plurinacionalidad). Estas grandes deficiencias se acentuaron durante la Gran Recesión (2007-2015) bajo el mandato del gobierno del PSOE y más tarde del gobierno del PP (y bajo el mandato de CiU primero y de Convergència después en Catalunya), los cuales llevaron a cabo políticas sumamente impopulares que pertenecían a la sensibilidad neoliberal.

El rechazo popular a las políticas neoliberales

Era, pues, de esperar que surgiera un movimiento de rechazo hacia este Estado que, como consecuencia del maridaje entre los poderes económico y financiero por un lado, y las instituciones representativas y mediáticas por el otro, había diluido su vocación y función de representatividad. El eslogan “no nos representan” del movimiento 15-M reflejó muy bien esta percepción generalizada, de manera que el 82% de la población lo compartió. El otro eslogan “no hay pan para tanto chorizo” denunciaba la corrupción resultado de aquel maridaje, y que fue especialmente acentuada en el Partido Popular, el heredero de las derechas que habían dominado la dictadura fascista y que continuaron las prácticas corruptas que caracterizaron aquella dictadura dirigida por el gran corrupto y corruptor, el General Franco.

Era lógico que dicho movimiento, el 15-M, diera pie también a varios partidos políticos a lo largo del territorio español que, a su vez, radicalizaron a otros ya existentes. La alianza de estos  partidos podría ganar las próximas elecciones, sobre todo si parte de las bases electorales del PSOE, simpatizantes con esta demanda generalizada de cambio y ruptura con las políticas neoliberales (que han sido impuestas, por el gobierno Zapatero y por el gobierno Rajoy, y que no estaban en sus ofertas electorales), fuerzan un cambio en su dirección, impidiendo, con su apoyo a la coalición progresista, que continúe gobernando el Partido Popular.

Requisitos para el cambio real de España

Pero para que el cambio real ocurra hace falta, en primer lugar, movilizar a toda la población, que en gran parte estaba de acuerdo con los eslóganes del 15-M, para ganar las elecciones. Pero, por importante que ello sea, no será suficiente con ganar las elecciones. La alianza y coalición electoral de las distintas fuerzas y movimientos políticos progresistas es necesaria y también muy importante, pero no es suficiente. Lo que se necesita es mucho más que una coalición electoral o, como algunos han dicho, mucho más que “un casamiento de conveniencia”. La oposición al cambio va a ser enorme. La derecha (que en España se define como el centro) es la heredera de los que ganaron la Guerra Civil, y se les nota. Su cultura democrática es escasísima, como su práctica diaria atestigua. Véase la cobertura mediática de las elecciones por parte de El País, donde, sistemáticamente, manipulan e insultan a la coalición Unidos Podemos, y sobre todo a su candidato, Pablo Iglesias, presentado como el enemigo (no adversario, sino enemigo) nº 1 de España. Intentan atemorizar a la población, definiendo el programa electoral de tal coalición como extremista, homologando además la victoria de tal coalición con la desunión de España. Es difícil alcanzar niveles más extremos de mala leche.  

Estas acusaciones realizadas por El País y por los mayores rotativos del Estado ocultan que las políticas que han apoyado tales rotativos han causado a las clases populares un dolor sin precedentes en el periodo democrático. Sus políticas supuestamente “moderadas” y “realistas” han puesto a 13,5 millones de españoles en riesgo de pobreza y exclusión social, tres millones más que cuando se inició la crisis, siendo el crecimiento de tal situación el mayor de la UE-15 (el grupo de países de semejante nivel de desarrollo al de España). Ello significa que 1 de cada 3 niños y 1 de cada 4 jóvenes están en esta situación. Y así un largo etcétera.

Y mientras, acusan al programa económico de Podemos (que intenta parar este desastre) de “extremista” y “utópico”, aun cuando atestiguo, como uno de los economistas que definieron el marco en el cual se desarrolló el programa de Unidos Podemos, que es un programa de claro corte socialdemócrata (cuando los partidos socialdemócratas eran socialdemócratas). En realidad, habiendo asesorado a todos los gobiernos socialistas durante el periodo democrático, me alejé de tales gobiernos al distanciarse estos, en su respuesta a la crisis, de tal tradición. La ausencia de autocrítica del PSOE es una causa de la enorme decepción que los jóvenes han mostrado hacia este partido. Su dirección forma parte del establishment responsable de tanto dolor. De ahí la importancia que las bases de tal partido se rebelen frente a su dirección y se opongan al apoyo de su partido a la continuación de las mismas políticas neoliberales realizadas por el gobierno del PP y por el gobierno del PSOE, y aplaudidas por Ciudadanos.

Hoy, la estrategia electoral del PSOE es presentar a Unidos Podemos, y muy en particular a su dirigente, Pablo Iglesias, como responsable de que hoy todavía gobierne en España el Partido Popular, ocultando que fue precisamente el PSOE el que se opuso a una coalición antiausteridad, con mayoría de izquierdas, que era enormemente factible, y que fue descartada, aliándose en su lugar con Ciudadanos, el partido neoliberal que es una versión modificada del PP, partido con el cual Ciudadanos quería establecer una alianza. Es un indicador de que el PSOE no conoce lo que ocurre en el país, que asumiera que Podemos podía aceptar este pacto PSOE-C’s. Y hoy todo el establishment político-mediático intenta demonizar a Pablo Iglesias, responsabilizándole de la continuidad de Rajoy en el gobierno.

La necesaria movilización

Hay que recordar que el gran error de las izquierdas en la primera transición fue la desmovilización de las grandes manifestaciones que, lideradas por el movimiento obrero, forzaron el fin de la dictadura. Desde 1974 hasta 1978 España tuvo el mayor número de huelgas políticas (ilegales) y manifestaciones sociales, a nivel de calle, que se haya visto en Europa durante la segunda mitad del siglo XX. Fue un gran error de las izquierdas centrarse única y exclusivamente en la vía electoral (donde precisamente los aparatos y partidos de izquierdas eran muy débiles), abandonando, cuando no desalentando, tales movilizaciones populares.

De ahí la importancia de que la sociedad civil esté viva y agitada, pues la oposición al cambio por parte del establishment político-mediático del país será enorme (y la represión será acentuada). De ahí que se remarque la necesidad de desarrollar una unidad de acción (unidad respetando la diversidad, pues no hay que confundir unidad con uniformidad), generando una cultura de acción común, lo cual requiere mucho más que un “casamiento de conveniencia”. Es necesaria una continua unidad de acción.

Y para que ello ocurra, es necesario que los equipos de los distintos partidos que están unidos en alianza no desmovilicen a los movimientos sociales que en su día generaron o fueron beneficiarios de ellos. La vía parlamentaria es esencial, pero debe ir complementada e incluso generada por una participación y  movilización máxima de las clases populares en su enorme diversidad de dimensiones. Centrase en la vida parlamentaria tiene estos riesgos. Es, pues, necesario diseñar ya, ahora, la intervención y conexión de estos movimientos con el grupo parlamentario de tal coalición. En España hay un enorme déficit de cultura progresista transversal que permita aunar y celebrar esfuerzos partidistas. El conseguir un apoyo mayoritario quiere decir que, por definición, hay una gran variedad de sensibilidades en la coalición electoral y las bases que la apoyan. El punto común debería ser el programa y la confianza en los instrumentos que canalicen estos esfuerzos a nivel político. Pero es el programa, y no la ideología, lo que debería cohesionar tales alianzas. Y ya en la campaña electoral hacer actos conjuntos de todas las sensibilidades, partidos y movimientos, desarrollando un espíritu de colegialidad y fraternidad dentro de un proyecto común.

En este esfuerzo, el reto en la coalición Unidos Podemos es cómo conjugar dos culturas distintas. Una siempre mantuvo el compromiso con el cambio profundo del país, incluso en tiempos muy difíciles. De ahí que, como consecuencia de la agresividad y discriminación que sufrió, haya desarrollado una cultura de resistencia necesaria para sobrevivir, pero que debe abrirse tanto en su narrativa como en su actitud hacia el resto de la sociedad, puesto que su cultura de resistencia puede distanciarla de los sectores mayoritarios de la población. Y la otra cultura está, al contrario, caracterizada por una enorme abertura y flexibilidad, limitada en su experiencia, no solo de gobierno, sino de conjugar la representatividad parlamentaria con una cultura asamblearia. Estas dos culturas, y otras, necesitan desarrollar muchos elementos en común para dar pie a relaciones, repito, fraternales, sintiéndose parte de un mismo proyecto definido en su programa de profunda transformación. Y la experiencia ya existe. Los ayuntamientos gobernados por tales coaliciones han mostrado claramente que son posibles otras políticas públicas mucho más afines a beneficiar a las clases populares que las que han sustituido. Y la evidencia esta allí para los que quieran verlo.

La coalición Unidos Podemos tiene que ser más que un ‘casamiento de conveniencia’