viernes. 29.03.2024

Abrir escuelas es más necesario y urgente para la recuperación que aviones o trenes de alta velocidad

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Foto: Federación de Enseñanza de CCOO

Como he indicado en artículos anteriores, existe casi un consenso entre los gobernantes de los países a los dos lados del Atlántico Norte (América del Norte y Europa Occidental) de que hay que aumentar el gasto público en cantidades nunca vistas antes para, por ejemplo, ayudar a empresas privadas que se consideran clave con el objetivo de asegurar la movilidad de bienes y servicios necesarios para la recuperación económica. De ahí que se estén proveyendo gran cantidad de fondos públicos a las aerolíneas y a las empresas de comunicación digital, consideradas clave para tal recuperación económica. Ahora bien, hay algunas áreas que apenas han tenido visibilidad en los mayores medios de información y que, sin embargo, son mucho más importantes para agilizar tal recuperación que aquellas empresas.  Me estoy refiriendo a los servicios de atención y educación a las criaturas, niños y niñas, y adolescentes, cuyos déficits de recursos y de financiación están retrasando tal recuperación. Estamos viendo ya cómo el cierre de las escuelas durante los meses de confinamiento ha tenido un impacto paralizante sobre la economía española, al mantener a los padres y madres -la mayoría, trabajadores y trabajadoras- en su casa, atendiéndoles.

Qué pasa cuando las escuelas se cierran en un país

Durante varios meses, grandes sectores de la población han estado confinados en casa y, por lo tanto, la educación de criaturas, niños y niñas y jóvenes ha sido a distancia, es decir, por medios digitales. Pero esta situación ha tenido consecuencias enormemente negativas que explican la resistencia de la ciudadanía a continuar tales confinamientos. Entre ellas está el gran retraso escolar que ha causado la interrupción de la docencia presencial. El cambio obligado en el modelo de educación debido a la pandemia, de presencial a virtual, ha implicado, para grandes sectores del alumnado, un impacto negativo muy significativo para su desempeño escolar. En EEUU se ha cuantificado este retraso y supone, aproximadamente, el equivalente al contenido de todo un curso académico. Esta situación ha dañado primordialmente a aquellas criaturas, niños y niñas y adolescentes de familias con pocos recursos, que no disponen de ordenadores y/o conexiones estables y/o seguras a internet, a lo que se añade la tendencia a una menor capacidad de los padres y madres de esas familias para ayudarles en sus estudios, ya sea debido a un menor nivel adquirido de estudios o a una falta de tiempo causada por las largas jornadas de trabajo a las que están sometidos. Todo ello acentúa las enormes desigualdades de oportunidades que existen en España (acrecentadas por la dicotomía escuela pública versus privada-concertada que caracteriza el sistema escolar español), dañando así especialmente a las clases populares con menos recursos. Esta situación de desventaja educativa marca a esos estudiantes para el resto de sus vidas, violando el principio democrático de que todo ciudadano debería tener las mismas oportunidades para avanzar en nuestra sociedad.

Se ha hablado mucho del impacto del confinamiento en la economía, pero se ha hablado muy poco del impacto que este confinamiento ha generado directamente en las criaturas, niños y niñas y adolescentes, e indirectamente en las familias

Otras dimensiones del sistema escolar que han desaparecido con el cierre de las escuelas

Pero el daño no es solo educacional. El sistema educativo también incluye toda una gama de servicios, desde la alimentación a los servicios sanitarios (en muchos países, el proceso vacunal se realiza a través del sistema educativo), que quedan muy limitados en el contexto de la educación virtual, al diluirse la relación interpersonal intrínseca a la docencia presencial. La ausencia o limitación de estos servicios crea problemas gravísimos para las familias. Y en España, decir “familias” equivale a decir “mujeres”. De ahí que la ausencia de estos servicios (desde la función de guardería a la alimentaria, además de la educativa) cree una problemática enorme para las mujeres (ya enormemente sobrecargadas) y para el resto de los miembros de las familias, forzándolos (y muy en especial a las mujeres) a hacer cambios en sus horarios de trabajo, que afectan enormemente a la dinámica de su vida laboral y, por lo tanto, a la vida económica del país. Sin lugar a duda, la retención de la mujer en las tareas familiares es una de las mayores causas de su escasa participación en el mercado de trabajo (62%) y, por lo tanto, del escaso desarrollo del país. Si su presencia en el mercado laboral fuera del 80%, como en Suecia, habría 2,5 millones más de trabajadores en España, creando riqueza, pagando impuestos y cotizando a la Seguridad Social, aumentando el nivel de vida de las familias y la demanda doméstica, que es el motor de la economía.

De ahí la urgencia de que las escuelas se reabran en septiembre

Hay un deseo enorme y comprensible de que se abran las escuelas y volver a la normalidad cuanto antes. Este deseo está generalizado. Pero existe un gran problema. Y es que hay una pandemia. Volver a la normalidad es imposible, si por normalidad se entiende hacer las cosas como se hacían antes de la pandemia. De ahí que, excepto en casos extremos (como ocurre con el gobierno Trump de EEUU, que exige la reapertura completa e inmediata de las escuelas, ignorando la gravedad de la pandemia), en la mayoría de los países del Atlántico Norte se ha generado una profunda reflexión sobre cómo hacer esta apertura de las escuelas, a fin de minimizar los riesgos de la propagación de la pandemia.

Para realizar bien esta reflexión, es importante conocer la naturaleza del riesgo para evitar la indiferencia, por un lado, o la excesiva alarma, por el otro. Y parece ser que el conocimiento epidemiológico más creíble indica que las posibilidades de que las escuelas se conviertan en grandes fuentes de contagio son limitadas. Según la American Academy of Pediatrics, el porcentaje de los casos conocidos de la enfermedad generada por el coronavirus que se dan en niños o niñas está muy por debajo del peso que la población de estas edades tiene en EEUU. Otra nota positiva es que su tasa de hospitalización es de 0,1 por cada 100.000 habitantes, comparada con la de 7,4 por cada 100.000 habitantes en la franja de edad de 50 a 64 años (ver el artículo “We Have to Focus on Opening Schools, Not Bars”, de Jennifer B. Nuzzo y Joshua M. Sharfstein, New York Times, 01.07.2020). Y la tasa de mortalidad es muy, muy baja. En resumen, la evidencia científica parece confirmar que el coronavirus afecta a la infancia y a la niñez, pero en menor intensidad que al resto de la población. Es más, su rol como transmisora del virus es menor que el que tienen propagando la gripe. Es cierto que pueden contagiar, pero menos que en el caso de la gripe.

El profesor Joshua Sharfstein, de la John Hopkins University y miembro del JHU-UPF Public Policy Center (experto en el análisis de la expansión de la pandemia y sus consecuencias), tras un estudio exhaustivo de la incidencia y prevalencia de la enfermedad de la COVID-19 entre las criaturas y los niños y niñas, concluyó que el riesgo de propagación y contagio de la pandemia a través de la apertura de las escuelas es muy limitado. Pero (y es un pero importante) existe. Y ahí está el punto a resolver: cómo minimizar este riesgo para los niños y niñas y para otras personas que pudieran ser contagiadas por tales criaturas, lo cual nos lleva a analizar el significado de la “nueva normalidad”, así como la importancia que este riesgo tiene para facilitar u obstaculizar la integración de la mujer en el mundo laboral. Y es ahí donde el Estado (ya sea a nivel central, autonómico o local) debe invertir recursos para minimizar tales riesgos.

Medidas que han mostrado ser eficaces en el establecimiento de una nueva normalidad

La experiencia internacional muestra claramente las intervenciones requeridas para alcanzar esta “nueva normalidad”, y que han permitido abrir las escuelas en otros países. Austria, Dinamarca, Alemania y Noruega son casos exitosos en la limitación del riesgo de contagio. Y una medida importante ha sido limitar el tamaño de las aulas, adoptando medidas muy activas de prevención y control de las infecciones, tales como la distancia entre estudiantes y docentes, el uso obligatorio de mascarillas (con controles diarios de los síntomas de enfermedad y contagio entre los estudiantes, empleados y docentes) y la implementación de normas de comportamiento higiénico. También han mostrado la importancia de espaciar las aulas, impartiendo docencia en espacios al aire libre y/o habilitar espacios extra mediante módulos de montaje rápido (cuando sea necesario) para mantener la distancia requerida. Y siempre se hace imprescindible la planificación del año académico, para resolver los brotes que pudieran surgir y que puedan exigir medidas complementarias en casos excepcionales, como recurrir a la docencia online. Ni que decir tiene que todo ello implica un gran aumento de recursos, incluyendo de personal, que debe ser objeto de una ayuda extraordinaria por parte del Estado.

Y es esto lo que me devuelve al punto de partida del artículo: las prioridades en las ayudas de gasto público. Un elemento clave de la recuperación económica es corregir los enormes déficits que existen en el Estado del Bienestar español, déficits que, como he mostrado y señalado en otro artículo, están obstaculizando el desarrollo económico y social de España. ¡Repito lo que dije anteriormente! Existen amplios acuerdos entre las fuerzas democráticas de todos los colores que hay que reindustrializar el país para llevar a cabo una reconversión muy notable de su esfera productiva, yendo en la dirección, por ejemplo, de sustituir la dependencia de energías contaminantes por fuentes de energía renovables. Y en los centros progresistas, la expresión New Deal Verde está haciendo fortuna. Pero no hay igual sensibilidad en cuanto al New Deal Social, sin el cual no podrá garantizarse un desarrollo más justo, equitativo y liberalizador del que tenemos en la actualidad, y que nos lleva a un desastre humano, social y económico.

Se ha hablado mucho del impacto del confinamiento en la economía, pero se ha hablado muy poco del impacto que este confinamiento ha generado directamente en las criaturas, niños y niñas y adolescentes, e indirectamente en las familias, de las cuales la mayoría son personas normales y corrientes que adquieren sus ingresos a través de los salarios, y que antepondrán por encima de todo la salud de sus miembros, y muy en particular de los más vulnerables, particularmente sus mayores y sus criaturas, niños y niñas. De ahí que, si esto no se garantiza, la recuperación económica no se dará ni con la rapidez que se requiere ni en la dirección hacia una sociedad más justa que se necesita. Así de claro.


Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra; Director del JHU-UPF Public Policy Center en Barcelon

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