Las Trece Rosas y algunos millares más

Las veteranas compañeras de lucha y cautiverio de las Menores no solían faltar cada 5 de agosto a la tapia del Cementerio del Este. Era su histórica quedada de confirmación de honores y compromisos, al igual que cada 8 de marzo. Fueron sus citas ineludibles con las mujeres fusiladas por el franquismo en Madrid.

Amelia, Concha, Nieves, Rosario, Maruja, Paquita, pocas pero imprescindibles, consiguieron un primer reconocimiento del pueblo de Madrid a las Trece Rosas en forma de placa y acto oficial en 1988. Pero su memoria activa por la lucha y su tesón para poner en valor a aquellas mujeres tuvieron mayor recompensa: fueron uno de los mejores detonantes para interesar y recuperar todos los nombres de las personas allí fusiladas, para legar a las nuevas generaciones la historia que pretendían borrar para siempre y para motivar a las organizaciones que debían sentirse también herederas de aquel patrimonio humano inigualable salvajemente arrebatado.

A mediados de la pasada década el homenaje se extendió también al resto de jóvenes de la saca y, a día de hoy, ya se puede hablar de 2.937 personas ejecutadas en Madrid por Consejos de Guerra una vez tomada la capital por el ejército sublevado.

Aquellas mechas prendieron y hoy, las Trece Rosas, son varios millares más de personas que se pueden conocer y mencionar por sus nombres, ensalzar o no por sus méritos colectivos o individuales e igualar en el recuerdo y la reivindicación como víctimas que fueron todas de la barbarie fascista. Y es que, incluso, las Trece Rosas fueron Catorce, al igual que los tres mosqueteros eran cuatro. A Antonia Torre Yela, a quienes fans de última hora la siguen llamando erróneamente casi como la nombró el oficial de guardia en aquella saca, Antonio Torres Llera, y por cuyo error tipográfico sobrevivió unos días más, se la debe la misma justicia y reconocimiento que al resto. Al resto de camaradas de la JSU, aún más significados y que fueron fusilados unos meses antes, en abril, ¿quién sabe siquiera sus nombres? Y luego quedan los que no eran de las JSU ¿Cuántos?

Definir como Rosas y, ahora también como Claveles, a una parte de la JSU (pequeña teniendo en cuenta el alcance numérico de su militancia asesinada), puede resultar lírico pero encubre desconocimiento y proselitismo al emplear una metonimia impropia para referirse a sus protagonistas en un alarde diferenciador con el resto de víctimas que, aunque no ostenten toponimia floral sustitutoria, lucharon también con fe y con valor por defender la II República.

Amelia, Concha, Nieves, Rosario, Maruja, Carmen, Paquita…Todas llegaron a compartir también los catorce de abril en la tapia. Eran indomables, de otra pasta.