La miopía política del Presidente le lleva a decir barbaridades, mentiras y otros “desafueros” que diría El Quijote de Cervantes
“¿Quién habla hoy de recesión y de paro?”, es la frase que ha repetido el Presidente del gobierno en los últimos meses. Pero ¿ignora Rajoy que 2014 termina con casi 200.000 parados más que cuando accedió al poder a finales de 2011? ¿Ignora también que se ha expulsado de España a más de 500.00 personas porque su país les niega el derecho a vivir dignamente?
Asistimos a una profunda transformación en las relaciones laborales. Los salarios han caído más en España que en la zona euro. Por el contrario en países como Finlandia o Suecia tienen una tendencia creciente. Entre desempleados y empleos precarios y flexibles existen diez millones de personas con nombres, con sentimientos y necesidades. Las cifras hablan por sí solas, pero el Presidente no las ve porque vive en su mundo.
Si su corta mirada fuese motivada por algunas dioptrías de menos en sus gafas el error tendría remedio, pero su corta visión no es por una mala graduación, sino por la fuerte convicción que le llega desde sus neuronas cerebrales. Y es que él y su gobierno tienen otra forma de percibir el mundo. Su surrealismo les obliga a usar orejeras para no ver más allá de sus narices, ni volver la cabeza. Y en esa mirada unidimensional son incapaces de sentir ninguna empatía con las necesidades del pueblo, ya que el Presidente y quienes le rodean tienen sobradamente cubiertas las suyas, además del ocio, del negocio y demás vicios derivados de su status.
Nada más irreal que el partido que sustenta el gobierno se denomine Partido Popular, aunque nada tenga que ver con las clases populares, ya que proceden de dinastías de banqueros y otros estamentos que siempre miraron a los trabajadores y trabajadoras por encima del hombro. Ya sabemos que las siglas de algunos partidos juegan al despiste, que suelen utilizar el neo lenguaje para ocultar sus verdaderas intenciones.
La miopía política del Presidente le lleva a decir barbaridades, mentiras y otros “desafueros” que diría El Quijote de Cervantes. “España va bien”, frase que repetía mucho Aznar y que ahora repite su heredero. Él y su gobierno piensan con ardorosa pasión que España es de ellos, que es un gran cortijo de su propiedad. Y con esa firme convicción han repartido feudos y grandes obras a su antojo, aunque algunas de ellas no fuesen de utilidad pública.
Para mayor beneficio de concesionarias de obras y servicios, con sus correspondientes desviaciones monetarias hacia su partido, el gobierno del Partido Popular ha hecho y deshecho a su medida; ha puesto en circulación trenes de alta velocidad a su antojo. Incluso desvió la línea del AVE de Guadalajara hacia Yebes, pueblecito rústico cercano, (casualmente en los terrenos que eran de la familia del marido de la condesa Aguirre) Claro está que con un tren de esas características no cabía otra solución que hacer una gran urbanización de lujo, con campo de golf incluido. Y es que las buenas amistades y los buenos parentescos valen mucho. Popularmente la bautizaron con el nombre de "Avelandia", aunque ya tuviese el luminoso nombre de "Valdeluz". Algunos dicen que la urbanización ha devuelto la "esperanza" al pueblo.
A la vez que por el afortunado pueblo pasa el AVE, otras líneas de medio recorrido, fueron suprimidas, aunque hagan falta, y qué decir de las que no llegaron a realizarse, a pesar de ser necesarias. Y ahí están los aeropuertos para paseantes (para mayor gloria de hombres pequeños con grandes egos) y demás obras faraónicas sin usar, deteriorándose por no poder mantenerlas.
Los nuevos ricos que hizo el gobierno y las grandes compañías privatizadas andan muy felices con los resultados de la política que ha practicado el Presidente; sobre todo los amigos, familiares y demás allegados que se han ido acomodando en las grandes empresas y demás “mamandurrias”, que diría la condesa Aguirre.
El Presidente alerta sobre las fuerzas emergentes; “no son de fiar”, asegura en su delirio. Y sigue con la batalla del miedo hacia los otros, a la vez que promueve la fe en el partido que él dirige, aunque éste nos conduzca al abismo. ¿Quién habla hoy de recesión y de paro?”, sigue argumentado el jefe de filas de un gobierno demoledor de familias y de patrimonio público. Existe una anomalía mental en la que el individuo se fabrica un mundo paralelo al real; al Presidente y a los dirigentes de su partido les debe ocurrir algo parecido.
No corre el viento de la misma forma para el pueblo; para él vuelven los tiempos de la posguerra española, donde las personas partían hacia territorios de promisión. Pero la Europa de ahora ya no es la de antes; la de ahora ya no necesita trabajadores ni trabajadoras para levantar las ruinas de ciudades destruidas, ni para hacer funcionar las grandes industrias europeas. Ahora andamos metidos en otra guerra; esa guerra no declarada en la que a millones de personas se les niega el pan y la sal de la vida.
Rajoy humilla con sus palabras a las personas que siguen sufriendo en sus carnes las consecuencias de esta bárbara ofensiva neoliberal. La estafa socioeconómica vigente, popularmente llamada "crisis", ha generado una situación de estrés permanente a gran parte de la población, ha generado grandes desajustes emocionales que han llevado al suicidio a muchas personas. Desde el estallido de la burbuja financiera internacional, en 2008, y la consiguiente recesión, el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte no natural en España, por encima de los accidentes de tráfico. ¿Tampoco se ha enterado el Presidente?
¿Quién habla hoy de recesión y de paro?”. Desde 2011 hasta hoy, los contratos a tiempo completo han descendido en casi un millón; se han suprimido empleos con salarios dignos y en su lugar se han creado pseudoempleos con salarios tan exiguos que sitúan a quienes se ven obligaos a aceptarlos en el umbral de la pobreza. Y qué decir del profesorado suprimido en la Escuela Pública y del personal sanitario en la Sanidad Pública.
La realidad es terrible para gran parte del pueblo, pero ésta no es percibida por el gobierno. El Presidente y sus acólitos han creado un mundo surrealista que, lejos de causar deleite para los sentidos, causa exilio, enfermedad, depresión y muerte.