viernes. 29.03.2024

De filósofos que no amaban a las mujeres

Aún hoy, las ideas sobre la inferioridad de la mujer esgrimidas por Aristóteles siguen vigentes en la jerarquía de la Iglesia y en numerosos gobiernos, los cuales establecen leyes injustas que discriminan a las mujeres

La filosofía, sabiduría primera que se ocupa de estudiar las primeras causas y los primeros prin­cipios de la realidad tiene en Aristóteles el principal referente de pensamiento que influirá durante los siglos posteriores en la sociedad occidental. El hecho de que la dominación sexual preceda a la dominación de clases se encuentre explícito e implícito en la filosofía aristotélica. Según el filósofo, la hembra, debido a cierta incapacidad de confeccionar nutrientes en forma de semen, es un hombre incompleto a causa de la frialdad de su naturaleza. En cambio, el macho aporta a la generación la forma, o principio del movimiento, mientras que la hembra proporciona sólo el cuerpo. Así pues, considera al macho activo, causante del movimiento y a la hembra pasiva; sólo puesta en movimiento por el hombre. Aristóteles teorizó la inferioridad física, intelectual y moral de las mujeres: “Parecen hombres, son casi hombres, pero son tan inferiores que ni siquiera son capaces de reproducir a la especie, quienes engendran los hijos son los varones”, (…). “son meras vasijas vacías del recipiente del semen creador”. Aristóteles argumenta, además de la inferioridad biológica de la mujer, la sujeción al hombre por su inferioridad psicológica y moral. 

El filósofo afirmaba que el alma racional que posee el hombre es capaz de adquirir más sabiduría a través de la ciencia, que es un conocimiento basado en conceptos universales. Establece que hay que analizar las partes que componen la materia que se pretende estudiar y así, el proceso avanza desde los sentidos hacia un concepto universal. Le da un valor decisivo a la imaginación, ya que ésta influye en el intelecto.

La ética de Aristóteles trata la felicidad como bien supremo del hombre. Pero establece que la vida política o militar no logra la felicidad por sí misma, que sólo la vida contemplativa dedicada a la búsqueda del conocimiento garantiza la felicidad. Pero siendo muy importante dicha búsqueda, como el hombre es también un ser corporal no puede dedicarse siempre a la contemplación; por eso, la felicidad requiere también un disfrute moderado de bienes externos, como la salud, el bienestar, los amigos, etc., sin los cuales ninguna vida puede ser enteramente feliz.

La ética aristotélica culmina en la política, que es la ciencia práctica más importante, porque no busca el bien o la felici­dad de un individuo, sino el bien colectivo en el marco del Estado. Afirma que el hombre es un animal político, puesto que adquiere pleno sentido de la ciudad de la que forma parte. El hombre posee un alma racional y, por lo tanto, social, y afirma que será a través del  lenguaje como se logra conocer lo justo y lo injusto. El filósofo aconsejaba como forma de gobierno, la Timocracia, que es la propuesta política donde gobiernan los pudientes, los hombres con prestigio, ya que en la democracia los más, que es el pueblo, pueden apropiarse de los bienes de quienes los poseen. 

Al ocuparse de las partes de la familia, los divide en amos y súbditos. El amo es el esposo y los súbditos aparecen divididos en tres especies: los esclavos, los niños y la esposa. Un esclavo es un súbdito útil para la acción, para ocuparse de los menesteres manuales bajos, según la concepción que el momento histórico concedía a la organización familiar de las clases acomodadas. El esclavo no tiene propiamente moralidad; toda ella se reduce a una sola virtud: la obediencia. Aristóteles concibe a los hijos y a las esposas de los ciudadanos griegos como libres, pero el amo, sea padre o esposo, manda sobre el resto. El padre gobierna a los hijos con autoridad real, es decir, absoluta, pero dicha autoridad no está exenta de cariño; deben ser  gobernados como lo haría un buen monarca con sus súbditos. Las funciones del gobernante y del gobernado pueden ser intercambiables, pero en el matrimonio la diferencia entre marido y mujer es permanente; no hay posibilidad de intercambio, ya que a pesar de que los hombres son animales racionales, la Naturaleza establece, desde el nacimiento, las diferencias biológicas e intelectuales entre los sexos.  El marido ha de dirigir a su mujer de forma constitucional, es decir, escuchando lo que ésta quiera expresar, pero como una cosa es ser gobernante y otra gobernado, del mismo modo debían establecerse las relaciones entre el marido y la esposa. El Estado posee prioridad, porque únicamente él es autárqui­co y se basta a sí mismo. El filósofo asegura que en la política es donde el hombre puede alcanzar su perfección, ya que sólo el Estado le permite, me­diante la educación, actualizar todas las potencialidades inherentes a su naturaleza, tanto intelectuales como morales.

En su obra, Historia de los animales,  Aristóteles establece las diferencias entre los sexos. Afirma que la Naturaleza les ha dado características mentales diferentes. Esta diferencia resulta mayormente visible en el caso de los animales superiores y, sobre todo, en la especie humana. La mujer tiene una disposición más suave, más compasiva, más inclinada al llanto, más impulsiva, más celosa, más desconfiada, más cobarde, más falsa, más inclinada a la murmuración y al enfado; posee menos vergüenza y dignidad, es menos activa y requiere menor cantidad de alimentos, pero es más cuidadosa con su prole y tiene mayor memoria. El hombre, en cambio, es más salvaje, más simple, pero superior espiritualmente a la mujer, más completo, más perfecto, más dispuesto a ayudar y más vigilante.

Aristóteles, lejos de reflexionar sobre la estructura de la sociedad y sobre la justicia en las polis, reafirma la tradición socio-histórica recibida respecto a la superioridad del varón sobre la mujer establecido por la cultura Patriarcal. El filósofo considera el momento histórico en el que vive valido, otorgándole validez universal. Y sobre la mujer, ignora que su subordinación no viene dada por el or­den natural, sino por un orden social, cuyo principal soporte ideológico es el androcentrismo y, por consiguiente, la injusticia hacia las mujeres. El pensamiento de Aristóteles es el de una sociedad dual y jerárquica, donde los seres humanos tienen diferentes funciones económicas, políticas  y sociales. No cuestiona el modelo social recibido, sino que lo refuerza con su pensamiento.

Y continua su argumento asegurando que el bien de las polis cabe sólo a los varones de la especie humana, a quienes las mujeres deben servir para contribuir a la felicidad y perfección de los hombres, pero sólo de los hombres libres. La concepción de las polis y de la familia, como célula primera, determina la función específica de la mujer como contribución al bien común, pero en ella sólo participa como medio. A la mujer le está vedada la felicidad, no tiene libertad para decidir su suerte; Aristóteles margina a las mujeres, que somos el cincuenta por ciento de la humanidad, y a las personas esclavizadas. El pensamiento androcéntrico del filósofo constituyo un ideario pernicioso que no sólo tuvo influencia en la sociedad antigua, sino que se mantuvo en el Medievo, en el Renacimiento y en la Edad Moderna. Aún hoy, sus ideas sobre la inferioridad de la mujer siguen vigentes en la jerarquía de la Iglesia y en numerosos gobiernos, los cuales establecen leyes injustas que discriminan a las mujeres.

De filósofos que no amaban a las mujeres