viernes. 29.03.2024

Reflexiones sobre la vida

otoño

Hace años, muchos, leí una publicación en el periódico HOY, de Extremadura, titulada: 'Reflexiones sobre la muerte'. Mi primera reacción para responder a la misma fue visceral, emotiva, de compasión -en su significado de sentimiento de pena provocado por el padecimiento de su protagonista-, y deseos de remediarlo o evitarlo. Por aquellos entonces yo escribía semanalmente en dicho periódico una columna bajo el rótulo de ‘Palabras en la arena’ y, ahondando en la reflexión llegué a dos conclusiones: la inutilidad del deseo, al estar fuera de mi alcance cualquier tipo de remedio, y la escasa diferencia existente entre la situación del autor del artículo y cualquiera de sus lectores, incluido yo mismo.

Esa mínima diferencia estribaba en que el lector no sabe a ciencia cierta cuándo morirá y quien escribió las reflexiones sobre la muerte, debido a su enfermedad y condición de médico, tenía un conocimiento muy aproximado sobre la suya. Pero el resultado es el mismo. No cabe alternativa. No pretendo teorizar sobre asunto tan serio ni mucho menos trivializarlo. Se trata de formular esta cuestión: si asumimos la muerte como hecho incontrovertible y dejamos a un lado las múltiples hipótesis sobre su trascendencia ¿qué nos queda?: La vida.

Y sobre ella si podemos reflexionar con conocimiento de causa. Y buscar su sentido en ella misma. En su calidad. En una palabra: tratar de llenar de contenido la existencia, el día a día, el minuto a minuto, con vivencias, afectos, ilusiones, hechos… No dejando que transcurra anodinamente como si nuestro tiempo fuera infinito para realizar aquello que siempre hemos apetecido y nunca materializado.

Me confesaba un amigo que si supiera que iba a morir en fecha próxima llevaría a cabo unos planes de vida que desde hace años tiene en mente y nunca se ha decidido a desarrollar por razones convencionales. Perdóname la expresión, amigo, pero ¡qué estupidez! ¡qué pérdida de tiempo; qué perdida de vida!, tuya, mía y de otros muchos seres humanos. ¡Si tenemos fecha fija! Si en el caso de la vida humana nunca mejor aplicado el dicho de "no dejes para mañana...”

Cuando vamos al cine o leemos un libro, lo que verdaderamente nos suele interesar es su contenido, el desarrollo, la riqueza del tema, la dinámica de los personajes, los matices, los coloridos, sus venturas y desventuras, sus amores y desamores. Casi nunca nos fijamos en la palabra fin, excepto en algunas de misterio para saber su desenlace. Pues hagamos lo mismo con nuestra historia. Ocupémonos más del contenido que del final (que no tiene ningún suspense porque siempre es el mismo). Dejemos en paz a la muerte. Llegará de todos modos, pero con una diferencia: si hemos realizado nuestro destino será un proceso natural; si nos hemos despreocupado de vivir, nos atenazará la angustia por el tiempo perdido, ya irrecuperable. Y aquí es donde radica la tragedia, no en la muerte, sino en la vida no vivida, perdida.

No sé por qué aquellas palabras que escribí ‘sobre la arena’ me han sido devueltas ahora, en esta época de incertidumbre… quizás, porque pese a todo, sigue estando presente la vida y es obligación vivirla. 

Pues eso.

Reflexiones sobre la vida