Una persona amiga me pregunta el porqué escribo sobre conversaciones escuchadas en paradas de autobús, en las inmediaciones de la mesa de la terraza o cafetería que suelo ocupar para escribir la novela que tan lentamente avanza o mientras consumo energías en el gimnasio. Temas vulgares. Me consta.
La primera respuesta, inmediata, sin pasar por el tamiz del meditar, fue que de los temas políticos y económicos ya se ocupan especialistas sesudos que aportan soluciones pertinentes y eficaces a los problemas que van surgiendo en estos ámbitos, con lo cual no dejan resquicio alguno y un opinador aficionado, como es mi caso, haría el ridículo.
Mientras se reía de mi ocurrencia aproveché para pensar y hallé una razón convincente: De los grandes temas Sociales y de Estado, los que en verdad preocupan al Gobierno, Partidos Políticos y Ciudadanía en general como son lo de Pablo Iglesias y su becario; Tania, y su hermano de protección oficial y, sobre todos ellos, por su alcance real, la vida y obra del Pequeño Nicolás, ya se ocupan centenas, legiones, de entendidos, contertulios, arribistas, chupópteros, vividores y desocupados a través de las cajas de resonancias de los medios de comunicación de lo escrito, hablado y digitalizado… con las inestimables ayudas de alientos y silencios de los variopintos organismos estatales. En esos espacios no lograría, tampoco, hacerme sitio ni a codazos.
Ahora bien, aunque no me encuentre capacitado para lidiar esos miuras sociales, no puedo impedir que una interrogante repiqueteé en mi cabeza: El zarino Nicolás, o Rinconete redivivo ¿No será ‘el niño’ gestado por el sistema (casta lo llama Pablo) y parido en el momento oportuno para distracción del público en general? Porque es evidente que la corrupción generalizada, Bankia, el paro, imputaciones reales o el terror excarcelado y otras minucias han perdido la primera página o, al menos, el gran titular de portada.
¡Qué paranoico eres! Me acusa mi interrogadora. Le doy la razón, me despido y mientras me alejo escucho en mi interior una voz, arriolada, que ordena:
-¡Una de Nicolás!
-¡Oído, cocina!