viernes. 19.04.2024

Preguntas…

Una persona amiga me pregunta el porqué escribo sobre conversaciones escuchadas en paradas de autobús, en las inmediaciones de la mesa de la terraza...

Una persona amiga me pregunta el porqué escribo sobre conversaciones escuchadas en paradas de autobús, en las inmediaciones de la mesa de la terraza o cafetería que suelo ocupar para escribir la novela que tan lentamente avanza o mientras consumo energías en el gimnasio. Temas vulgares. Me consta.

La primera respuesta, inmediata, sin pasar por el tamiz del meditar, fue que de los temas políticos y económicos ya se ocupan especialistas sesudos que aportan soluciones pertinentes y eficaces a los problemas que van surgiendo en estos ámbitos, con lo cual no dejan resquicio alguno y un opinador aficionado, como es mi caso, haría el ridículo.

Mientras se reía de mi ocurrencia aproveché para pensar y hallé una razón convincente:  De los grandes temas Sociales y de Estado, los que en verdad preocupan al Gobierno, Partidos Políticos y Ciudadanía en general como son lo de Pablo Iglesias y su becario; Tania, y su hermano de protección oficial y, sobre todos ellos, por su alcance real, la vida y obra del Pequeño Nicolás, ya se ocupan centenas, legiones, de entendidos, contertulios, arribistas, chupópteros, vividores y  desocupados  a través de las cajas de resonancias de los medios de comunicación de lo escrito, hablado y digitalizado… con las inestimables ayudas de  alientos y silencios  de los variopintos organismos estatales.  En esos espacios no lograría, tampoco, hacerme sitio ni a codazos.

Ahora bien, aunque no me encuentre capacitado para lidiar esos miuras sociales, no puedo impedir que una interrogante repiqueteé en mi cabeza: El  zarino Nicolás, o Rinconete redivivo  ¿No será  ‘el niño’ gestado por el sistema (casta lo llama Pablo) y parido en el momento oportuno para distracción del público en general? Porque es evidente que la corrupción generalizada, Bankia, el paro, imputaciones reales o el terror excarcelado y otras minucias han perdido la primera página o, al menos, el gran titular de portada.

¡Qué paranoico eres! Me acusa mi interrogadora. Le doy la razón, me despido y mientras me alejo escucho en mi interior una voz, arriolada, que ordena:

 -¡Una de Nicolás!

-¡Oído, cocina!

Preguntas…