viernes. 29.03.2024

Parejas…?

Tampoco hubo más lágrimas. Sí más silencios. Levanté mis ojos del cuaderno. Busqué su mirada. Y encontré desolación. Abandono. Soledad.

Madre e hija conversan. En un principio, por el volumen de voz de la primera, altisonante, comencé a recoger mis bártulos de escribir para cambiar el escritorio a otra cafetería. Siempre, o casi, me han paralizado las lágrimas. Y las de mujer, más. Cuando retornaba el capuchón del pilot a su punta de escribir, visualicé las dos lágrimas ardientes que, suave y a lo callado, se desprendían de los ojos de la mujer de mayor edad, la madre. Al mismo tiempo se atemperó el volumen de su voz. No le iba bien la relacón con su marido. Es más ‘cada vez están peor las cosas con tu padre’ informaba, sin sollozos, a la hija.

¿La razón? La explicó con detalle. ‘Salimos poco, y cuando salimos yo, a su lado, como tu bolso que está ahora sobre el taburete. Abre el periódico, habla con el camarero o está callado. Ausente de mi’. Y en casa, igual. Anoche llegó de ver el partido del Real Madrid. Ni un comentario. Ni si ganó o perdió. Sólo: ‘-la cena’. Y de ahí al sillón. Y del sillón a quedarse dormido. Desapego, incomunicación… desamor.

Los esfuerzos de la hija, sus palabras de cariño, las propuestas de alternativas de que saliera con amigas, viajara aunque fuera sola, no calaban su piel. Tampoco hubo más lágrimas. Sí más silencios. Levanté mis ojos del cuaderno. Busqué su mirada. Y encontré desolación. Abandono. Soledad.

Camino de casa arranqué un pellizco de la barra de pan. ¡Qué amargo está hoy!, pensé. Y me costó tragarlo.

Parejas…?