martes. 16.04.2024

Inspiración

Los árboles en el campo no me pueden enseñar nada, parece ser que decía Sócrates, y se adentraba por las calles y plazas de Atenas conversando y observando a sus conciudadanos. Precisamente han sido las mujeres y hombres, conciudadanos del autor, los inspiradores, protagonistas diría mejor, de Las Cosas que pasan, reflejos fugaces de vivencias que trascurren  en el entorno del día a día del existir.

El amor perdido, el dolor de ausencia, el desvalimiento o la soledad han inspirado, y presidido según el instante vital, el Monólogo compartido; el rumiar interno, difícilmente consolable. Estados de ánimos plasmados entre las cosas que pasan en la vida como hoja que cae: ‘El brillante color me ha catapultado al vacío haciéndome retornar a aquellos tiempos en que aún creíamos que la victoria era posible. Que aún cabía la esperanza…Y ahora que estás  aquí, separados únicamente por la distancia inconmensurable de la eternidad, sintiéndote en carne viva, aprovecho para decirte que todo lo que no seas tú sigue sin interesarme  y que lo que me aleja de ti cada vez me resulta más hostil…La cortina de batas blancas se iza y me deja ausente de tu mano, amiga. Y de nuevo al camino. A solas con tu sonrisa. Otra vez…’

Y cae otra hoja: ‘La soledad del sin ti fue apagando la luz, helando la flor y regurgitando rencores hacia ese buen dios de improbable existencia. Sí. Es cierto. Hubo ocasiones del contigo ni sin ti; pero siempre, en los contigo, encontrábamos remedios para las mutuas penas. En los sin ti, nunca. De ahí que uno u otra, ambos, acortábamos la distancia que ineficazmente nos separara. Y poníamos remedio, y aventábamos penas...

¿Cómo recuperar, sin ti: la luz, el sol, una flor…la vida?

En el hoy de tu ayer… mírame ¡Tan sin ti!’

Inspiración