viernes. 29.03.2024

Un guiño

Con sus piernas como un par de palillitos, pelo Françoise Hardy, ojos lánguidos y catorce o camino de quince años, incomprensibles para un muchacho adolescente  pero que sí siente cómo  algo se derrite por dentro al mirarla…

En esa edad de amores imposibles, cuando el mundo se parte por la mitad si Ella  no te ha mirado al cruzarse en el camino; camino en el que fugazmente coincides tras un tiempo de espera al aguardo para encontrarla ‘casualmente’., En esa edad, repito: ¡Cómo se sufre al partirse en tantas ocasiones el alma y en tantos pedazos que se piensa nunca más podrán recomponerse.

Después la vida se hace adulta. Se van tapando resquicios para impedir que por alguno de ellos se cuele un amor que haga sufrir. La adolescencia, sea a tiempo o tardía, se ha alejado hasta un punto tan de infinito que produce sensación de resguardo.

Asentado bajo el cielo protector de la madurez ya esperamos un discurrir de la vida ausente del dolor punzante, la falta de oxígeno, el tiempo inacabable para volverla a ver y hundirte en sus ojos, oír su voz, escuchar su risa o sentir el latido de su mano en la propia…

Falsa pretensión. Fracaso de las defensas del sentir. De repente la vida, con ojos de mujer en este caso, te hace un guiño y vuelta a empezar: ¿Al amor? Sí. ¿Al sufrir? También. ¿Tan imposibles y dolorosos? O más…

¿Hay antídoto? ¡Uf, vaya pregunta! Mejor lo dejamos aquí…

Un guiño