sábado. 20.04.2024

Golfos

Que España está rodeada de golfos es una realidad incuestionable. En ocasiones me he preguntado si en lugar de tener tantos no hubiera sido preferible uno y grande, como en México. Pero la geomorfología tiene sus caprichos y hemos de conformarnos, en la era actual y  probablemente en las venideras, con los que tenemos. Como se decía antes, v.gr.: los golfos de Vizcaya, Cádiz, Almería, Valencia, Rosas y, apurando un poco el mapa, el lindero de León.

A tanto golfo hay que añadirle las bahías, rías costeras y otras de interior, o sea, lagunas y humedales. Son los golfillos, aprendices de las golferías de sus mayores y adláteres a quienes quieren emular e incluso superar. Puede que con el tiempo alguno de ellos lo consiga en función del cambio climático y la elevación de la temperatura… salvo glaciación imprevista o meteorito  caído de los cielos.

Lo último, o sea lo del pedrusco cabrón, es tan improbable como el de la existencia de un ser supremo, justiciero, que diera a la tierra lo que es de la tierra y al mar, lo del mar. Como no lo hay, el mar  se reviste de golfo y va engullendo la tierra que le sale de los hondones.  Y no devuelve ni siquiera unos granitos de la arena robada…

¿Y la comitiva habitante? El personal se limita a contemplar, con embeleso y desde la orilla, la puesta de sol,  sin coscarse de que cada vez avanza más la marea que está dejando sin arena la playa; y que ante la impasibilidad,  por su lado, y la voracidad e impunidad, por la del otro, no es improbable que emerja un tsunami que no deje hueco ni para el llanto  ni el crujir de dientes.

Pues eso…

Golfos