jueves. 25.04.2024

Cuerpos y almas

Frente al lugar que ocupo se exhiben lomos de libros en paciente espera de caricias. De entre ellos emerge, en oferta de acudir a la llamada de mi mano, un viejo conocido: Cuerpos y almas. 

Frente al lugar que ocupo se exhiben lomos de libros en paciente espera de caricias. De entre ellos emerge, en oferta de acudir a la llamada de mi mano, un viejo conocido: Cuerpos y almas. Ofició de detonante para comenzar la charla de sobremesa dentro del grupo de amigos que nos reunimos con la intermitencia adecuada para no generar impaciencias pero tampoco ansiedades. La elección para las copas, tras la comida de restaurante casero, es un antiguo mercado reconvertido en lugar de encuentro para la bebida pausada, con música que deja el protagonismo a la voz de los contertulios. Del Cuerpos y almas llegamos a la Madre Teresa de Calcuta habiendo pasado por las Edades de Lulú, La Reina del Sur y Marcial Lafuente Estefanía, dejando constancia del Capitán Alatriste.

Avanzando el destino que finalmente tendrían los libros impresos llegamos al descanso. O sea al fin de la primera copa y visita al vestuario. Y precisamente, en el trayecto hacia el alivio, volví a ver a la pareja asentada en la barra y dedicados a la misma tarea que cuando llegamos: besarse. A besos profundos. De los de inmersión a pulmón libre que provocan síntomas de asfixia en el espectador…¿El beso presenciado a la llegada y este han sido, quizás, los dos únicos besos compartidos? ¿Es un beso continuo?  ¿O forman parte de una cadena ininterrumpida de besos? Me preguntaba entre ida y vuelta.

Parece ser, por testimonios allegados, que se trataba de  besos formadores de un continuum sin visos de finitud.

De la conversación del segundo tiempo nos llevó, por vericuetos  que no vienen al caso,  hasta un  Luis Cijes preocupado por si su hijo, Resines, le respetaría por aquello de que ‘un hombre, en la cama, siempre es un hombre’ y otras cosas del amanecer…que no es poco.

 Ya en mi cama, a la espera del sueño, rumiando el día,  me preguntaba qué habría impelido a la pareja a besarse así y allí, subidos en taburetes adosados a la barra de un bar, emulando a cigüeñas en campanario.

¿Reencuentro ansiado? ¿Despedida eterna? ¿Buscando el tiempo perdido? A la espera de hallar respuesta del porqué una pareja en la que ambos han sobrepasado la edad media de la esperanza de vida actual se besaban de ese modo, me quedé dormido.

Y desperté con una sonrisa de beso en el cuerpo e incógnitas indescifrables en el alma. O quizás al revés…

Cuerpos y almas