miércoles. 24.04.2024

¿Caduca el amor?

Amodorrado por el calor sesteo en un parque arbolado sobre una cómoda silla de terraza. El sopor me impide concentrarme en la lectura del libro que me acompaña aunque lo mantengo abierto como escudo protector, sustituto de aquel cielo que cumplía esa función hasta el día en que, sin duda hastiado, nos abandonó a los caprichos del azar.

Rompe la placidez un dardo, en forma de frase, que atraviesa mi bruma haciendo diana mental: «Se han separado porque se les acabó el amor». Saciar mi curiosidad, escasa, para indagar la procedencia de lo dicho exigiría un esfuerzo incapaz de realizar, por lo que decido seguir en mi plácida postura de antiguo cochero.

La loca de la casa, el insidioso pensamiento, la rumiación obsesiva, todos ellos en conjura, trasmutados en pretenciosos tertulianos, opinan y debaten: «¿Qué amor se les habrá acabado: el común, el individual, el propio?».  «¿No será que el diálogo, la confidencia, el entendimiento en la mirada han perdido su brillo?» «¿O que el resplandor de la risa, de la sonrisa cómplice y fugaz, huyeron sin saber a dónde?» «¿El silencio no compartido fue el pistoletazo de salida?» «¿O simplemente es que el amor, medido y pesado, tiene fecha de caducidad?» « ¿Se use o no?».

Una mosquita insignificante, alcohólica, se adentra en mi copa e interrumpe el guirigay. Retorno al libro abierto ante mis ojos. Huele a ácido fénico. Cada vez más. Y no sólo en Petrogrado… ¿Vivimos?

¿Caduca el amor?