jueves. 25.04.2024

¿Frivolidad o responsabilidad?

El “circo sin pan” de la contienda electoral madrileña del 4M

 

¿Moderación responsable o la frivolidad propia de una política sin entrañas que sólo atiende a sus propios intereses? He ahí el auténtico dilema que se ventila en las elecciones madrileñas del cuatro de mayo. Dedicarse a la política para medrar personalmente o consagrarse a la gestión del interés público. No hay más vueltas que darle. Por decirlo con palabras del Kant de Hacia la paz perpetua, toca elegir, una vez más, entre moralistas políticos o políticos morales. Estos acomodan conjugan las responsabilidades con sus convicciones. Aquellos tan sólo simulan tener  unos principios de los que carecen.

En castellano utilizamos la expresión latina “pan y circo” para describir un contexto político donde la ciudadanía cuente con entretenimientos de baja estofa y un mínimo de subsistencia, para que decida dejar la política en manos de los políticos profesionales. En Madrid se ha rizado el rico y se ofrece una suerte de “circo sin pan”. Privatizarlo todo equivale a recortes asistenciales, educativos y sanitarios. Bajo el pretexto de que la lógica del mercado nos hace ganar a todos, la esfera pública se deja en manos de gente sin trayectoria profesional propia y que sirve a los intereses de quienes ya cuentan con más privilegios, aplicando el efecto Mateo, según el cual a quien más tiene hay darle réditos adicionales y despojar de lo poco que le quede a quien menos tenga.

Esto no es un concurso televisivo, como el que hizo a Trump tan famoso como para terminar en La Casa Blanca. Se trata de una campaña electoral en un sistema democrático. Deben valorarse argumentos y no golpes de ingenio. Las propuestas no pueden reducirse a descalificaciones personales o planteamientos épicos dignos de una epopeya homérica. Hay que rendir cuentas de lo ya hecho, en unos casos, por haber pertenecido al gobierno autonómico saliente, y de presentar los planteamientos alternativos que no se han podido ejecutar al estar en la oposición.

No se trata de un duelo entre dos personajes mediáticos que únicamente pretenden lucirse para verse aplaudidos por sus huestes, convirtiendo las contiendas electorales en circos mediáticos. Recuerden que lo principal en este caso es el pan y no el circo, por lo que no conviene dejarse distraer por burdas maniobras de distracción. Algunos comunicólogos han convertido las campañas electorales en un tedioso e interminable anuncio publicitario destinado a vender cualesquiera productos comerciales. Los escaparates no son tan importantes como la trastienda.

Hay que seleccionar a los mejor preparados para ocuparse de nosotros y no de su marketing particular. Comparemos las trayectorias profesionales de los candidatos. Hay un catedrático con una dilatada experiencia docente y un compromiso público que rezuma honestidad por los cuatro costados. Además rehúye las broncas y apuesta por el sosiego. También hay una médico, Mónica García, que también se ha curtido en la oposición al gobierno saliente y que podría ser vicepresidenta del profesor universitario, es decir, de Ángel Gabilondo.

Como alternativa tenemos a una Isabel Díaz Ayuso con Rosario Monasterio de vicepresidenta. Encantadas ambas de que Pablo Iglesias irrumpa en la campaña, porque sin pretenderlo sabrá movilizar al electorado conservador y a los huérfanos de Ciudadanos, incrementando lo votos del Partido Popular y Vox, aunque quizá consiga superar la barrera del cinco por ciento y mantener viva su marca electoral. ¿Se imaginan a Iglesias en la Asamblea madrileña con un papel irrelevante? Bueno, a lo peor logra que Gabilondo no sea presidente, como ha hecho en ocasiones anteriores con otras candidaturas del partido socialista.

Pero no se llamen a engaño. Esa libertad enarbolada por Ayuso es la que disfrutan ya los privilegiados. A ella le interesan los grandes promotores inmobiliarios y no las pequeñas o medianas empresas. Los autónomos es una figura que sirve para endeudarse pidiendo cedidos como emprendedores. Le preocupa la bolsa donde cotizan valores tan rentables como improductivos, dado que generan enormes ganancias, pero no así empleos perdurables. Nuestras finanzas particulares le dan absolutamente igual, porque comparte con Trump la división social entre ganadores y perdedores.

Esto no va de fachas contra comunistas. Ténganlo claro. Hay que optar por gente sin escrúpulos y personas responsables. No es cuestión de colores o siglas. Lo único que cuenta es el talante de quienes encabezan las candidaturas. Con el corazón en la mano, pregúntense qué tándem defenderá mejor los intereses de una inmensa mayoría: Ángel y Mónica o Ayuso con Monasterio. No hay otras combinaciones factibles. Los morados y naranjas tan sólo podrán decantar un eventual Match Point como ya han hecho ambos en el pasado y con los resultados que conocemos.

Personalmente prefiero la sosería de unos políticos morales que rehúyen los extremismos de una polarización sin salida. Prefiero ese temple al oportunismo funámbulo de los moralistas políticos que sólo saben descalificar y parapetarse tras las cortinas del humo mediático. Pero para gustos están los colores.

Quien opte por el “circo sin pan” lo tiene muy fácil. Al otro lado está el “pan sin circo”. Pongamos que hablo de Madrid. No dejen de votar el cuatro de mayo, pese a ser martes o tener que solicitar el voto por correo. Por desgracia los resultados marcarán el destino de las próximas elecciones generales y el futuro que nos corresponde construir entre todos tras la pandemia, enfrentándonos a la precariedad, las desigualdades y el cambio climático entre otros desafíos del mismo calado.

¿Frivolidad o responsabilidad?