sábado. 20.04.2024

Venta de armas: crimen y castigo

2018021318084782291

Podemos tener el falso orgullo de ser uno de los seis países en tan degradante comercio a nivel mundial, duplicando, cuando no triplicando la producción y venta en estos tres últimos años, no sólo a Arabia Saudí en su guerra con Yemen, sino a muchos otros países en conflicto del cercano Oriente y África

Hace unas semanas el gobierno socialista de Pedro Sánchez tuvo que enfrentarse a un dilema: seguir fabricando armas comprometidas con Arabia Saudí, o anular ese contrato y dejar sin trabajo en Cádiz a 6000 personas. Entre los miembros de su gobierno hubo contradicciones respecto a la postura a tomar, llegando en un principio a suspender la fabricación de esas corbetas, anular los contratos con el país de los petrodólares, perder casi 2.000 millones de euros, y mandar al paro a parte de una región ya muy parada por sí misma, donde el trabajo escasea. Grave dilema, sí señor. Pero de fácil solución, si partimos de una concepción del trabajo y del negocio distintas a las que nos han vendido y que imperan en nuestra absurda sociedad. Un sistema en el que todo vale. Todo, menos la vida. Y encima somos tan estúpidos los habitantes de este siglo XXI que andamos buscando vida en otros lugares del universo, a los que, por otra parte, aunque los encontremos, nunca podremos llegar. Jamás ha habido tantas contradicciones en la sociedad como en ésta, sumamente tecnificada, que se supone mejor comunicada, informada y consciente que la de nuestros antepasados, que a veces no sabían ni leer y vivían aislados en el pueblo. Tenían otros valores, se encontraban con menos paradojas, concebían la vida de otra manera, y, pese a su supuesta ignorancia, se desenvolvían en el medio natural con mayor seguridad, respeto, y ligereza que nosotros. Cada cual sabía de su cometido, y actuaba conforme el criterio de la diferenciación del bien y del mal, para él y para la naturaleza y los animales que le rodeaban, y de los que dependía. Hoy, no. Hoy se ha erigido en dominador de la situación, y cree que da igual actuar de una u otra manera. Ha perdido la responsabilidad de sus hechos sin reparar en el daño, o concibiendo el perjuicio como medida a pagar, en la creencia de que el daño lo repararán las máquinas y los adelantos que le rodean. Por eso está inmerso en constantes contradicciones a las que ni el mismo gobierno está ajeno.

Si preguntamos a la gente qué le parece esta actitud de bandazos, primero, la negativa del gobierno a vender, y luego seguir con la venta por el problema del empleo, de seguro que nos encontraríamos con paradojas y contradicciones, incluso en la misma respuesta. Eso ha hecho el gobierno de Pedro Sánchez respecto a la venta de armas, teniendo como contrapartida la pérdida de puestos de trabajo, el incumplimiento de un contrato, y la pérdida de no sé cuántos millones por no fabricar ni vender esas armas. Y por si fuera poco, habría que añadir otra razón, el deterioro de nuestras relaciones internacionales con un país que, por el contrario, no merece respeto alguno, y debería ser reprobado. Un país ante el que, aun siendo dictadura que no respeta nada, el mundo se rinde a sus pies y alaba a los jeques del turbante y la túnica, no por ser quienes son, muñecos ciegos de cerebro tapado, y hacer lo que hacen, empobrecer y maltratar a su pueblo, sino porque tienen y explotan un veneno con el que nos envenenan a todos, y matan la naturaleza. Y por si siguiera siendo poco, adquieren armas al precio que sea y donde sea, para matar a otros pueblos hermanos y devastar la naturaleza.

Como en este sistema, tratándose de relaciones comerciales, todo vale, otros países que se creen demócratas y respetuosos con los derechos humanos, colaboran con sus fábricas y ventas a esa devastación. Panorama de una paradoja que a primera vista podría tener fácil solución, o buscar la solución acorde con el sistema que impera en nuestro mundo, respetar un contrato por mor del dinero, el comercio, y las relaciones internacionales. Pero he aquí que no es una solución real, sino ficticia, perjudicial, que complica el problema, y no va acorde con la ideología que debe primar en un gobierno que se califique de progresista.

A unos les parecerá bien que se vendan, porque se mantiene el empleo, que es necesario para vivir, y a otros les parecerá mal, porque las armas matan, es decir roban la vida a semejantes y a uno mismo, a su familia o su pueblo, llegado el caso. Total, qué más da. Si la vida de esa gente de pa' hí no vale, si son países que siempre andan de palos... Lo que importa es nuestra sociedad y nuestro bienestar. A costa de lo que sea. Este ha sido el último razonamiento que se ha hecho el gobierno de nuestra nación para seguir con la venta y la importación de armamento a una nación, dominada por una dictadura, y en guerra contra otros pueblos vecinos. Una dictadura cuyos miembros se enriquecen hasta cotas inimaginables, mientras sus súbditos viven en la miseria; un país que cada año aumenta las diferencias sociales entre los jerarcas del petróleo y su pueblo, un país que no respeta los Derechos Humanos, un país que explota un veneno que mata y contamina más que ningún otro, y que impide que el planeta dé marcha atrás para buscar y explotar energías no contaminantes, es el cliente preferido de una industria que ni es industria ni na, porque va contra el mismo significado de la palabra, industria o fábrica: Acción o técnica encaminada a satisfacer las necesidades sociales, y fábrica, de faber, puede considerarse su sinónimo, hacer algo en favor social. La fábrica de armas o su industria no puede ser llamada así, su finalidad es destruir, el planeta o la humanidad.... Qué mayor barbaridad... No se le ocurre a ningún animal estas estupideces. Por eso a veces he dicho que el hombre debe ser un error de Dios, o de quien lo creara que hizo un mundo todo perfecto, menos al ser humano. La naturaleza, nos lo demuestra a diario y en estos tiempos de manera más visible que nunca, pese a estar degradándola, es sabia, se recicla ella sola porque es poderosa, pero el hombre, que es el ser más impotente, se cree poderoso por el recurso de las armas y la técnica. Su estupidez supina le proporciona esa creencia, y no le deja ver más allá de sus narices, más allá del aquí y ahora. Empleo... llamar empleo a la construcción de armas, es pan para hoy, y, no hambre, sino destrucción y muerte mañana.

Habrá quien, recurriendo al tópico, al razonamiento de perogrullo, diga que si no lo hacemos nosotros, hay otros como los EE UU, Inglaterra o Francia, que lo harán y que actualmente suministran más volumen de armamento que España, que va tras ellos. Podemos tener el falso orgullo de ser uno de los seis países en tan degradante comercio a nivel mundial, duplicando, cuando no triplicando la producción y venta en estos tres últimos años, no sólo a Arabia Saudí en su guerra con Yemen, sino a muchos otros países en conflicto del cercano Oriente y África. Otros se llevarán el gato al agua y los petrodólares, mientras en España perdemos puestos de trabajo, con la falta que nos hacen. Nos parecemos muy mucho a esos presidentes que piensan elevar el nivel de vida de su nación con la industria armamentista. Sabemos cómo acaba esto, volviéndose contra uno mismo... Guerras mundiales y civiles... Y luego, la nada.

Vuelvo a preguntar: Qué empleo es ese. Cuál es el fin y objetivo de todo trabajo... Crear, construir. No destruir. Pues eso. Qué función tienen las armas... Matar. Quitar vidas, Arrasar la naturaleza. Destruir. Bonita función. Sí, señor. Así progresa la humanidad. En eso, en las armas, desde espadas a bombas, hemos basado el progreso. El poder. La política. Y así nos va. Así va el mundo. Que no vengan con mandangas de armas de precisión... De precisión masiva.

Y detrás de todo esto, quién está... Los bancos, los tres grandes bancos españoles que proporcionan facilidades y el sostén para montar esta falsa industria. Y, detrás, en la sombra, el gran capital en manos de unos cuantos reyezuelos y jerarcas, más ciegos que un topo, y que deberían, como los topos, estar bajo tierra. Para que no contaminen. Para que no perjudiquen más a la sociedad que sólo quiere amar y vivir en paz.

Hay otras soluciones para mantener el empleo, incluso en esa zona de Andalucía. Hace falta simplemente un poco de imaginación e inteligencia, y rescatar, en un país eminentemente agrícola y de exquisita producción, algo que desde hace 80 años se ha olvidado: las cooperativas. Con el apoyo, eso sí, y promoción de un gobierno preparado y creativo.

Próximamente hablaré de esa guerra entre Arabia Saudí y Yemen, donde los más perjudicados son los ancianos y los niños. Como en todas las guerras. En esa zona ha habido y hay muchas. Todas, armadas por las armas de sociedades adelantadas, que dicen respetar los Derechos Humanos. ¡Qué asco!

Venta de armas: crimen y castigo