viernes. 29.03.2024

Puigdemont, el “Peropalo”

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Puigdemont es el Peropalo de la Vera, región de Cáceres, y de tantos otros pueblos que sirven de mofa y desvío de los males que proporcionan otros personajes dirigentes

Desde la remota antigüedad, hay fechas que se escogen para que marquen nuestras vidas, o para que el poder haga de las suyas sin que los demás caigan en la cuenta, para bien (la legalización del Partido Comunista, un viernes santo), y para mal, la mayoría de las veces. Recuerden las subidas de gasolina en vísperas de “puentes”. Y cómo no, hasta para armar una guerra civil, un sábado 18 de julio... Cuando parece la sociedad más relajada. Nunca las fechas se dan por casualidad, ni siquiera cuando se trata de un proceso histórico o del devenir cotidiano como la celebración de la primavera o los patronos, tiempos acomodados del paganismo a la religión oficial desde el siglo IV, cuando el cristianismo se constituyó en la religión del imperio romano. El poder utiliza sutiles mecanismos para no alterar la vida cotidiana, y “colárnosla” -gráfica expresión castiza-, sin que apenas nos demos cuenta, atareados en asuntos personales.

Las fechas de estos días dan prueba de lo susodicho. Cuando se habla de procesiones y  vacaciones, y se cambia el tema de las corrupciones por encarcelaciones y rebeldías sin uso ni fundamento, el efecto de lo que interesa infundir y difundir al gobierno, adquiere un carácter mayor, y penetra en el sentir comunitario con mayor profundidad, poniendo el énfasis en lo que interesa, la mano dura de un gobierno que no consiente que nadie saque las patas del fardel llamado España, nación que trata de mantener unida y atada a toda costa. Dos principios inculcados a sangre y fuego, nunca mejor dicho, desde hace 80 años. Precisamente esta semana santa en la que todos los españoles vamos cargados, como dije en el anterior artículo, con la cruz a cuestas, y estamos sufriendo un calvario. Nos han montado un vía crucis, del que no se sabe ni cómo saldremos, ni cómo acabará; duro, largo y grave sí es. Una senda de recortes y degeneración democrática como no se había dado en mucho tiempo, cuya carestía se ceba en los más débiles, mujeres, niños, ancianos, parados y enfermos. Una carestía que nos coloca en el cuarto puesto de países pobres de la UE, después de Rumanía, Bulgaria y Grecia. Pero no, esto no es preocupante, sino los hechos llevados a cabo por unos cuantos políticos que quieren romper España. ¡Tonterías! ¡Más rota que está!...

Lo he apuntado a menudo, nuestros gobernantes son más franquistas que Franco. Es más, creo que en algunos aspectos lo han superado, incluso en corrupción, aunque bien es verdad que es propio de las dictaduras el ocultismo, tapar la corrupción, proteger a los corruptos, y desviar la atención. Se dicen demócratas de toda la vida, y anulan uno de los principales derechos fundamento de la democracia, la transparencia, la igualdad de oportunidades y sobre todo, la libertad de expresión e información. Ni a Fraga se le ocurrió con su famosa Ley de Prensa del 66 poner una mordaza tan fuerte a este derecho inalienable (Ver mi artículo sobre la Ley Mordaza del 26-6-2015). Y qué decir del famoso Tribunal de Orden Público, que se montaba paripés de juicios para condenar a todo aquel que alterase el orden y pensase en “rojo”, cuando el “azul” imperaba. Las dictaduras mantienen a toda costa el pensamiento único que marcan sus caudillos, y bajo la falacia de la unidad patriótica, acusan de rebeldía y desacato a quien no se atiene a su única idea. Prefieren la paz de un país muerto o en estado de coma, bajo la batuta del orden establecido, que los debates de una sociedad viva que busca caminos en una tormenta de ideas para mejorar la convivencia, el progreso y la justicia.

Rafael Hernando, 'Carapena', vocero del poder, cantador y contador de sus loas; el ministro Montoro, 'el Hacendoso', más ineficaz que un gato ciego; la vicepresidente Santamaría, una 'Verónica', sin velo y “sparring” de Rajoy, alias 'Caifás', jefe del Sanedrín

Estas fechas de semana santa, culmen de lo que se viene fraguando desde el gobierno del PP, han mostrado a las claras que nuestros dirigentes son demócratas de pacotilla, actuando del mismo modo que lo haría la dictadura de la que son herederos. Se declaran respetuosos y fieles cumplidores de la Constitución, y la utilizan no como garantía y sostén de derechos, sino como un nuevo código penal para aplicar medidas torticeras, con razonamientos sibilinos en la interpretación de palabras y acusaciones tan graves como “rebeldía y desacato”. Y no es así. Miren al historia, y la RAE. Tremendo via crucis el que atraviesa España, con mayor dolor Cataluña. Si alguien divide esta sociedad, es precisamente nuestro gobierno, que no sabe llevar las riendas cuando las opiniones son distintas. Un gobierno del palo y tente tieso. Un gobierno de un partido constituido para delinquir y no para gobernar como es debido. No es de extrañar que alguien se quiera separar de una mafia que actúa en provecho propio, sumiendo a la sociedad en un calvario de recortes, degradaciones, y malversaciones de fondos, que la empobrecen cada día. Una de cada tres familias españolas sufren este calvario impuesto por ese montón de desalmados. En su recorrido, sufren los españoles, escarnio, golpes, vejaciones y humillaciones, proporcionados por un ejército de verdugos comandados por centuriones que dirigen y provocan este calvario: Rafael Hernando, Carapena, vocero del poder, cantador y contador de sus loas; el ministro Montoro, el Hacendoso, más ineficaz que un gato ciego; la vicepresidente Santamaría, una Verónica, sin velo y “sparring” de Rajoy, alias Caifás, jefe del Sanedrín, responsable directo de tanto desmán, aunque él declare ignorarlo. Y sin otra defensa que la ínclita e insondable Cospedal, la Vericueta de finiquitos, llegamos al Gólgota (“lugar de la calavera”), donde nos encontramos a dos ladrones, Bárcenas y Rato, el bueno y el malo, que gozan de sus vacaciones en Baqueira Beret, y siguen en la calle disfrutando del dinero robado... Por mencionar algunos, que son, pero no están todos los que son, por evitar dar más “correa” al asunto.

Como foco central de tanto desmán, un actor de segunda, que a modo de muñeco “Judas”, típico en estas fechas de pasión y muerte, se le cuelga en la picota para acabar quemándolo por lo malo que es. Puigdemont, es el Peropalo, de la Vera, región de Cáceres, y de tantos otros pueblos que sirven de mofa y desvío de los males que proporcionan otros personajes dirigentes.

¡Qué vergüenza! Se va a la cárcel por una chorrada, pero no por robar los dineros y romper España, porque esto sí es romperla. ¡Qué vergüenza! Imperan los chorizos, mindunguis, plebeyos y reales, a los que se premia con amnistías fiscales, regularizaciones de delitos, penas incumplidas, etc., y si alguien quiere demostrar que es demócrata, y vive y opina en una democracia, se le castiga con toda la ley, acomodando esa ley al interés privado o partidista. Para eso el gobierno se ha cuidado de copar todas las instituciones y todos los poderes, incluso acomodando el Judicial a su favor. ¡Vergonzoso! No es extraño que alguien se quiera independizar. Con un gobierno así, sobran dictaduras.

Puigdemont, el “Peropalo”