La prepotencia de dos impresentables
Es normal en toda dictadura no tener que dar cuentas a nadie, solo a Dios y a la historia, como dijo su admirado, y también es normal considerar, como hacía su admirado, que el español es tonto y hay que darle palo para tenerle tieso
La prepotencia indecorosa de dos impresentables servidores públicos ha quedado de manifiesto en las comparecencias que esta semana han tenido lugar en el Congreso sobre la corrupción del PP y su implicación personal. Él y ella, ella y él, ambos dos, una, ministra de Defensa, que mejor sería llamarla de Ataque, y el otro, el director general de RTVE, el Daltónico, porque ve los colores alterados, y el negro no le va. Los dos no merecen ocupar el cargo que ostentan. En cualquier democracia auténtica -la nuestra todavía no lo es al mantener muchos “principios” del pasado dictatorial-, estarían en su casa bien calladitos, o en la cárcel, bien custodiaditos ante las sospechas de haber cobrado en negro, y, sobre todo, por mentir y manipular algo tan importante y fundamental en auténtica democracia, como es la información. Y además, por tener un concepto equivocado del lugar que ocupan. Han demostrado seguir con mentalidad dictatorial y una prepotencia inadmisible. Tanto por los colores como por los perjuicios y prejuicios, conciencia y consciencia, no son dignos de su cargo. Perjuicios y prejuicios: Es normal en toda dictadura no tener que dar cuentas a nadie, solo a Dios y a la historia, como dijo su admirado, y también es normal considerar, como hacía su admirado, que el español es tonto y hay que darle palo para tenerle tieso. Conciencia y consciencia: Es normal que no esté en su mente que el cargo que ocupan está al servicio de los demás, y no los demás a su servicio. Y deben saberlo. Por eso, no pueden adoptar las actitudes y lanzar las respuestas que les piden los representantes del interés común en una comparecencia oficial. Ellos, él y ella, no son jefes de nada, sino servidores de todos. Es decir, por usar la palabra de la señora en cuestión, Dolores de Cospedal, y lleva toda la razón: Ella no es “la chacha del PP”, sino la chacha de todos los españoles, es decir sirve a los españoles, y si éstos ven en su comportamiento algo irregular es lógico llamarla a filas. Y debe presentarse con humildad y a pies firme.
No hay mejor defensa que un buen ataque
Desde que por los años 50 la pronunciara el famoso entrenador de fútbol, Helenio Herrera, cuando los entrenadores no eran famosos, personajes de variopintos oficios, la sacan a relucir cuando se ven ente las cuerdas. En lugar de argumentos o respuestas coherentes, se dedican a zaherir y atacar al otro acusándole o amenazándole con querellas penales. Sin duda para remediar las suyas. Así hizo en varias ocasiones nuestra ínclita ministra de Defensa, que de pronto, de Defensa se convirtió en ministra del Ataque, ante la sarta de preguntas incómodas y certeras. Como se veía sin argumentos para remediar los errores cometidos, recurría a las amenazas a las señorías que en su atrevimiento se permitían desconfiar de sus palabras o no estaban conformes con sus respuestas. Ambos dos, uno con sus evasivas y cegueras, y la otra con sus amenazas, y chulería de sargento reenganchado, demostraron que para ellos la democracia es un estado de manipulación económica e informativa de la que no deben dar cuentas a nadie, por estar donde están, un escalón sobre los demás. El poder es suyo, y les permite hacer lo que les dé la gana, que para eso lo ostentan. Ambos dos, la peinetera Cospedal, y el romboide Sánchez, demostraron que tenían bien aprendida la lección de convertir la defensa en un ataque. Un ataque que se extendió hasta los mismos jueces. En su osadía, se permitió el descaro de declarar contra los jueces, preguntándose que quién es un juez, diciendo que se pueden equivocar, aludiendo encima a que “no le parece normal en un país democrático” (sic), que se obligue a dar explicaciones a su presidente y otros altos cargos...
Esto me recuerda el chiste del oeste. El vaquero llevando el carretón de cadáveres para el cementerio. Una cabeza le susurra: -”Oye, que yo no estoy muerto”. Y el conductor del carretón: -”Cállate, vas a saber tú más que el médico”.
La Cospedal, por lo visto, sabe más que los jueces...
En su osadía sigue analizando desde su estrecho punto de vista, equivocado y falaz, la demostración o no de los diferentes aspectos de la sentencia... concluyendo que no se ha condenado al PP por corrupción sino a casos de unas “personas que hacían cosas”... y que por eso va por la vía civil... No quiere reconocer que con el código penal reformado y actualmente vigente, hubiera sido condenado todo el PP por la vía penal.
Para no explicar de nuevo su sarta de mentiras, concluiré que miente al hablar de la colaboración del PP y de su comportamiento con la justicia... Evasivas, negativas, ordenadores rotos... o que sea un “sistema de corrupción institucional”, que eso pasó el siglo pasado... que yo no era, yo no estaba o yo no sé...
Con peineta o sin ella, ha quedado demostrado que la señora ministra mintió en una docena de veces, y que sus explicaciones farragosas, estilo “finiquito virtual” en forma deformada, no convencen a nadie. Debe creer que el español es tonto y se traga frases que no dicen nada porque no tienen nada que decir. Ni siquiera sabe quién es su marido...
Y del otro... Si no ve bien, que se vaya a su casa, y se compre gafas. Eso sí, en color, para distinguir el negro.
Esa comparecencia, seguro que se repite estos dos días en la moción de censura del Congreso. El PP prepotente para salvar el pellejo, y salir de la charca de la corrupción. Echará balones fuera y recurrirá a lo sabido. Pero algo quedará claro. Se acabará sabiendo en qué bando está cada uno.