jueves. 28.03.2024

La independencia de la pendencia

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Estoy seguro de que si no cobrasen tanto dinero los políticos españoles -y también catalanes- y no tuvieran tantas prebendas, más de la mitad, por no decir casi todos, dejarían esa labor pública

¡Ya está bien! Ya está bien de marear la perdiz. Parece que se hayan puesto de acuerdo los gobernantes catalanes, sin gobernar, y los gobernantes españoles, también sin gobernar. Si por gobierno se entiende “dirigir una embarcación o un Estado” (RAE), es decir, gestionar y administrar los bienes y productos de una sociedad para una mayor y mejor convivencia. No hacen otra cosa que enfrentarse, aquéllos por el “sí”, y éstos por el “no”. Y la casa sin barrer. ¡Ya está bien! Con referéndum y sin referéndum, con policías y sin ellos, con banderitas de unos y otros colores, seguimos como estábamos hace un año. Qué digo. ¡Peor que hace un año! Y si siguen en sus trece, ni cárceles, ni fugas, ni constituciones, ni amenazas, ni detenciones, ni manifestaciones en favor y en contra, ni discursos en plasma y sin plasma, ni espectáculos bochornosos por unos y otros, arreglarán el tinglado. Este tinglado político, destrozado por ambos gobiernos -Generalitat y Moncloa- necesita un arreglo político, y en una democracia los arreglos se hacen con el consenso, con el diálogo, sin acritud, ni amenazas, sin recurrir a la fuerza, ni al palo, y menos todavía a la cárcel, acogidos a una Constitución convertida en código penal, según conveniencia del partido gobernante. Hay otras interpretaciones, y otros métodos para solucionar las cosas, y no empeorarlas. Con lo hecho ayer y hoy, lejos de buscar una solución, han aplicado medidas y han deteriorado todavía más la situación, alejando con violencia sus extremos, alentando en la sociedad española la desconfianza y los enfrentamientos. Y lo peor es que ninguno de los dos gobiernos tiene razón, el uno en sus pretensiones absurdas, y el otro en sus comportamientos dictatoriales. Ambos han sido incapaces de mejorar las situación de Cataluña y de España. Y si estaba mal, la han puesto peor. Así vamos, escaleras abajo, dando tumbos entre la hediondez de dos partidos cortados por el mismo patrón que nada tiene que envidiar a la mafia, pretendiendo con estas pendencias, lavar sus chanchullos, deshacer sus errores, tapar su corrupción, haciéndonos olvidar su comportamiento. Porque actúan de la misma manera, copiándose el uno al otro. Quieren gobierno autónomo, porque piensan que, como hacen desde la Moncloa, hacer ellos lo mismo desde la Generalitat: quitar a honrados, y poner personas afines, manejables, y jueces a los que poder controlar, y que no te controlen. Tal para cual. La mejor forma de librarse de ser juzgados, condenados, y enviados a prisión. Ya se sabe, favor con favor se paga, hasta el punto de evitar cualquier imputación por corrupción, sea del partido o individual. Lo acabamos de ver con las nuevas designaciones en la cúpula del otrora independiente poder Judicial.

No quiero pensar que sean unos ineptos o inútiles, porque algo deben saber de estas cosas para estar donde están, sino que me induce a pensar que los dos partidos que mayormente han gobernado desde Madrid y Barcelona, se mueven en los mismos parámetros y con las mismas ideas, concibiendo la gestión pública según su repercusión en la vida del partido y de sus miembros, es decir, la derivación de lo público a la vida privada, y el uso del poder en su favor. No hay más que echar la mirada atrás y observar el comportamiento de ambos partidos, el PP en el aspecto nacional, y CiU, ahora PDeCat, en Cataluña, ambos con un poder hegemónico y comportamiento mafioso. A ambos se les ha visto el plumero. Bueno, se les ha visto hace mucho, pero parece que lo tenían escondido, tan oculto, que todavía la gente les seguía votando, creyendo ingenuamente que no les afectaba en su vida diaria, y que era cuestión de unos cuantos personajes sin escrúpulos que metían la mano donde no tenían que meterla, confiados en que, debido a su poder e influencias, nunca pagarían por eso. Y tan contentos todos. Hasta que llegó la hecatombe, y ese plumero, llamado corrupción, empezó a asomar sus plumas negras por todas partes y en muchos personajes, catalanes y no catalanes, y se vio que no eran pequeñas las cantidades donde habían metido la mano, y largo el tiempo que estuvieron con las manos en la masa. Las cantidades son muy grandes y las manos, además de largas, no son únicamente individuales, sino colectivas, en ambos partidos. No se podía permitir que todo eso trascendiera a la opinión pública de manera clara y contundente. Había que cambiar a quienes sacaron esas plumas negras, y poner a quienes las blanquearan, o mejor aún, a quienes ni siquiera se plantearan juzgar esos hechos delictivos, exonerando al partido y a otros personajes importantes de toda culpa. Carpetazo, y p'a  alante.

Como esta gentuza tiene muchas agarraderas, que les han puesto donde les han puesto, también tratan de inventarse argumentos para que no sean castigados por esas plumas negras que todos hemos visto a lo largo de los años, y hemos comprobado que afectan hasta el extremo de meter a toda la sociedad en crisis, que no es otra cosa, que pasarlo cada vez peor, trabajando más y en peores condiciones, higiénicas, temporales y económicas, y eso si hay trabajo, que incluso eso lo han machacado hasta el extremo de acabar con empresas y empleos.

Esas mentes, mangantes y pensantes, tratando de salvar a personajillos sin escrúpulos, se inventan problemas (incluso partidos), en este caso el catalán en comandita con los inquilinos de la  Moncloa, para hacernos olvidar todos los demás problemas que han provocado y que siguen provocando. Y mientras miramos cómo se pegan unos y otros, la casa sin barrer. Es decir, sin solucionar las largas listas de espera en sanidad, la escasez de puestos de trabajo en empresas, niños sin escolarizar o en barracones, carreteras en mal estado, transportes insuficientes, mayores y dependientes desatendidos, pensiones escasas y en peligro (una mentira más promocionada por los mangantes), mayor desempleo cada mes, y trabajo cada vez en peores condiciones y con menores salarios, y encima, pagando la crisis los trabajadores, los que producen y los que ya deben estar hartos de tanto mangoneo.

Desde el principio he sospechado que detrás de todo este tinglado mal montado y peor solucionado, cada vez más complicado, se esconde lo de siempre, el dinero. Porque si hay un motivo que mueve la política actualmente ese no es otro que el dinero. Ahora no se llama así; parece que ese término queda anticuado, y se le designa con otros términos que suenan a virtual sin ser virtual, sino real como la vida misma, aunque pillen muy lejos a la gente de la calle, como ingeniería financiera, mercadotecnia, liberación mercantil, ley del mercado, capacidad presupuestaria, economía, supra economía, multinacional, intereses comerciales, etc, etc... todo para designar el objeto que corrompe esta sociedad, por el que, como siempre ha sucedido, se mata a las personas y se destruye a los países: Poderoso caballero, don dinero.

En la mente de los políticos actuales parece que no hay otra meta que conseguir dinero, hacerse rico, la meta más digna y sublime del ser humano (del ser humano que no valga para nada, y se valore únicamente por el dinero). La gestión política de estos políticos “afortunados” va por tanto encaminada a realizar operaciones públicas que luego redunden en su beneficio contante y sonante, no tanto cuanto debieran para el bien común, sino para el bolsillo privado, llámese empresa, partido, o persona metida en política. Estoy seguro de que si no cobrasen tanto dinero los políticos españoles -y también catalanes- y no tuvieran tantas prebendas, más de la mitad, por no decir casi todos, dejarían esa labor pública. Casi todos los individuos que hoy por hoy se meten en esa camisa de once varas, que luego ajustan a su capacidad y ambición, abandonarían ese camino para desarrollar su vida como un ciudadano normal, con su trabajo mal pagado, cada vez peor pagado, e inseguro, con sus problemas bancarios, con sus luchas contra la administración, y su reclamación de servicios que cada vez disfruta menos y por los que paga más. Una vida social que cada individuo soporta aun a sabiendas de que va cada vez peor. Y todo, porque quienes le representan para que administren sus bienes puestos en conjunto por todos los vecinos, no saben hacerlo, o lo hacen a medias... con la vista puesta en el beneficio privado, que, con esa obra pública, concesión o contrata, y esa subida de impuestos, pueda llevarse el susodicho.  

Así las cosas, digo yo, nos va a obligar a todos, catalanes, castellanos, andaluces... a reclamar también la independencia. Pero la independencia de la gestión de estos malos gobiernos, de estas malas decisiones en las que nos han sumido estos políticos sin escrúpulos que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino. ¡Queremos la independencia de la pendencia! Que se maten entre ellos, y nos dejan en paz, pero yéndose a su casa. Y allí, tras los muros del hogar o de la cárcel, armen una trifulca de corrala, que para eso, sí sirven. ¡A la mierda, váyanse a la mierda! Que dijo el otro.

La independencia de la pendencia