viernes. 29.03.2024

¡Feliz Navidad en Madrid!

¡Felicidades, señora Carmena, a su equipo y al personal del Ayuntamiento de Madrid!

¡Felicidades, señora Carmena, a su equipo y al personal del Ayuntamiento de Madrid! Me acaba de llegar la nota de prensa del ayuntamiento madrileño informando de las múltiples actividades programadas para esta Navidad capitalina, donde veo que, lejos de renunciar, como en un principio habían divulgado -supongo que las malas lenguas- a montar un belén, van a montar cuatro. Cuatro belenes, y otras tantas actividades que demuestran que la Navidad es de todos y para todos, grandes y chicos, católicos y no católicos. Aplaudo el afán de acercar estas fiestas, para unos religiosas y para todos de entrañable familiaridad, a los ciudadanos no solamente con el afán de diversión sino también de aprendizaje y de acercamiento de culturas. Por eso aplaudo, digo, este programa pensado con un enfoque universal, porque tales fechas, se tenga presente o no, el nacimiento de Jesucristo en Belén, desde tiempos remotos han sido celebradas por la humanidad en cuanto tuvo uso de razón. El sentido festivo en estos días no ha de faltar, como tampoco ha de faltar el sentido religioso por unos y de convivencia para todos, tan necesario es uno como el otro.

En en el sentido religioso, conviene recordar el nacimiento de ese personaje que con su ejemplo y predicación de la igualdad, la fraternidad y la justicia, cambió el mundo, al menos en lo referente al contador de las fechas, instituyendo una nueva religión en la que el amor era y es primordial, incluso el amor a los enemigos, aunque precisamente luego ese pueblo que se sentía elegido haya hecho oídos sordos nada más llegar a la tierra de promisión, hasta nuestros días, habitando una tierra cuyas fronteras arrastran tantos problemas origen de tantos otros.

En el aspecto social, como fiestas familiares, hay que hacer hincapié en la necesaria convivencia entre los pueblos. Si algo es necesario en este mundo agitado por convulsiones de todo tipo, provocadas por un falso sentido de la economía, es la paz. Sin paz no puede haber convivencia, y en estas fechas de agitación y enfrentamientos de culturas y mundos ricos frente a mundos pobres, la paz es un bien escaso. Por ella hay que luchar, su objetivo es la única lucha justificable, una lucha que no se realiza con armas, sino con la educación.

Hoy la Paz es el gran clamor que el mundo debe escuchar y debe nacer en todas partes, en las ciudades como Madrid, París, Raqa o Belén, y en todos los pueblos, los pobres para que abandonen su pobreza y los ricos, para que repartan su riqueza. Esta lucha solidaria atraerá este bien preciado y escaso como el agua. Y absolutamente imprescindible para la vida. Los pueblos del mundo entero piden y anhelan la paz, tanto  porque se acaben las violencias, terrorismos, genocidios, como las torpes ambiciones humanas que promueven y atraen la violencia. Y cómo no, detrás de todo, el temible sentimiento de que no se provoque una guerra universalmente destructora, cuya chispa puede saltar por el gesto más insospechado y nimio. No faltarán ingenuos que piensen que puede ser una buen oportunidad para probar armas recién inventadas o puedan beneficiarse de la misma. Hasta estos extremos ha llegado la estupidez humana. Esta parece haber sido nuestra experiencia histórica: nacionalismos exaltados, chauvinismos erróneos, imperialismos agresores, invasiones económicas bajo apariencias democráticas, ideologías que convertían la violencia en concepción del mundo por su dinámica expansionista y seducción económica, han movido y mueven a pueblos y naciones a la actividad cruenta de la guerra, concebida como una fiesta cuyo triunfo hay que celebrar, un negocio del que se puedan extraer pingües beneficios, o una prueba de poderío y heroicidad. 

Hay que cambiar de mentalidad. Se sabe. Así no se puede seguir, pero seguimos. Quizá nos falten gestos cotidianos que nos recuerden ese cambio, la necesidad de luchar por la erradicación de tan nefasta ideología, Deben ver claro, dirigentes y pueblo llano, alumbrar un horizonte donde la voluntad de las gentes no es que finalice la guerra, donde no haya ni siquiera lugar a conatos de guerra, sino un horizonte distinto donde prevalezca la voluntad de que la paz se anteponga a la guerra. Una ardua labor educativa hace falta para contrarrestar tanta historia sangrienta, tanto enfrentamiento, que actualmente se da cada día como una actividad a la que estamos acostumbrados y por la que se nos ha inoculado que nada podemos hacer, que es connatural al género humano. Y no es verdad. No puede seguir prevaleciendo la teoría de Hobbes del “homo, hominis lupus”, “el hombre como lobo para el hombre”; no podemos seguir devorándonos ni devorando el planeta. En este sentido iba enfocado mi anterior artículo al hablar del símbolo del “Belén” como una “maqueta” de nuestro mundo, donde imperaba la convivencia entre personas, animales y naturaleza, junto al universo, reflejado en esta estrella de Belén, botón de muestra de las infinitas luciérnagas del cosmos, del que formamos parte.

Aplausos, pues, no sólo a la decisión de seguir montando belenes en plazas y calles de Madrid por este Ayuntamiento, en el que se miran el resto de municipios, sino también por el sentido educativo que ha dado a su programación de festejos con motivo de estas fiestas familiares y religiosas que son la Navidad. 

Para ver dicho programa remito al lector a su página 

¡Feliz Navidad en Madrid!