viernes. 29.03.2024

La chulería política crece como bola de nieve

dgt

La hipocresía, como la corrupción, son dos características intrínsecas de la política desde tiempos remotos, que se ha multiplicado en la actualidad hasta convertirlas, por arte de birlibirloque en virtudes

En toda democracia que se precie, la actualidad y su protagonista son motivos para pedir cuentas de su intervención en acontecimientos que repercuten tanto en la vida social, como en la economía y la convivencia ciudadana. De esa manera, el análisis de su respuesta a la luz de los hechos nos conducirá a su acierto o su error, su responsabilidad o su despropósito en la gestión de tal acontecimiento, sea puntual (una catástrofe) o continuado (la corrupción). Junto a ese análisis, se suman otros, consecuencia de su comportamiento ante el suceso, y se le atribuyen elogios o se le piden responsabilidades si no ha actuado o ha dado buena cuenta de su gestión. Todo personaje dedicado a la política, con sus correspondientes cometidos, está obligado a responder y asumir responsabilidades en caso de que su acción no haya sido satisfactoria. Según el grado de gravedad, como todo empleado, debe asumir las consecuencias políticas y laborales, incluso al punto, movido por la ética, de abandonar el puesto, bien libre, dimitiendo, o bien obligatoriamente, por causa del bien común que en su momento ha trastocado. Así funciona este sistema encaminado a mejorar la vida comunitaria, donde el individuo delega en otros para que se ocupen de lo que atañe a la vida pública, y procuren los medios y escenarios donde ésta pueda desarrollarse cumplidamente, desde administraciones, que a todos deben tratar en las mismas condiciones, a bienes y servicios, que todos deben  disfrutar por igual, desde la educación y la sanidad al transporte, por nombrar los tres pilares fundamentales. Y esto lo ha tenido en cuenta siempre, y lo criticado con contundencia el PP cuando estaba en la oposición, local, atascos en Madrid, o estatal, pidiendo el cese o la dimisión inmediata de su responsable.

Pero esto que enumero grosso modo, en lo que seguramente estamos de acuerdo, deja mucho que desear en el comportamiento de nuestros actuales gerentes, y tanto su obra como su palabra se han teñido de un descaro y una hipocresía que debería inducir a la vergüenza y a caérseles la cara por lo impresentables, desidiosos e inútiles que son.

He dicho con frecuencia que la hipocresía, como la corrupción, son dos características intrínsecas de la política desde tiempos remotos, que se ha multiplicado en la actualidad hasta convertirlas, por arte de birlibirloque en virtudes. Al menos en cualidades que atraen votos por la desmemoria de los votantes, o porque acaso muchos votantes crean que a ellos no les afectan los erróneos y a veces aviesos comportamientos de quienes son elegidos. Craso error. Pero no es momento de desarrollarlo aquí, fijando como quiero fijar mi atención en otros vicios, convertidos en virtudes que acepta el público y aplauden, permitiendo que el susodicho, aun asumiendo su error (valentía por su parte), o sin asumirlo (bajeza propia del prepotente), permanezca en su puesto de responsabilidad, siendo un irresponsable inconfeso, pero sí demostrado. En sus comparecencias, ordinarias o extraordinarias, motu proprio o exigidas, los cargos del PP, con altas responsabilidades en escenarios que debían ser seguros para los vecinos, cuando se les ha exigido explicaciones por atisbar algún error más o menos importante en su gestión, lejos de mostrarse sinceros, reconociendo su fallo, o, al menos humildes, pensando en la razón que puedan tener los ciudadanos que les piden cuentas, porque no han respondido como debieran, se han mostrado prepotentes y chulos, como si no fuera necesario dar explicaciones, ni asumir responsabilidades, echando balones fuera, cargando la culpa a otros cuando no al mismo escenario donde el carpintero dejó una punta mal clavada o el electricista formó un cortocircuito cuando le escena llegaba  a su clímax.

Así ha sucedido con el atasco este fin de semana en la AP-6, autopista de La Coruña. El Director de la DGT, Gregorio Serrano ha llegado incluso a echar la culpa a los conductores por no ir a Sevilla, como hizo él, ciudad de maravilla, donde apenas si nieva, y en su caso, la nieve nunca produce estragos, en lugar de meterse en una carretera que atraviesa montañas, y a horas donde todo el mundo sale en busca de los Reyes Magos. Para Reyes estaba él... y cuatro locos no le iban a estropear la sobremesa en familia y entre juguetes de coches y grúas... Porque debía tener él todas las grúas y palas, pues en el improvisado remedio no aparecían por ninguna parte. Y daba igual que estuvieran o no, porque era tal el embrollo que poco podían hacer ante tan copiosa nevada. Y es que junto a la ausencia de maquinaria y previsión técnica ante la que se venía encima -nunca mejor dicho, y estábamos, eso es verdad como dijo, estábamos avisados-, faltaba lo esencial, los recursos humanos. Esos también estaban avisados, pero la mayoría estaba en su casa, no precisamente de vacaciones, sino por el ERE hecho hace poco en la empresa concesionaria, Iberpistas, y por el recorte de la administración en personal de su competencia, desde guardas a camineros, pasando por la policía y personal afín. Si a esto le añadimos, la improvisación (de la DGT, de Fomento y de Iberpistas), pese a estar avisados, y la comodidad de un gestor responsable, que, sin moverse de su casa, se pone a dirigir la “operación rescate”, cuando ya todo estaba perdido, el resultado es el caos y la situación kafkiana en una de las mejores vías de España. Podía mover las grúas nuevas de los Reyes Magos entre los coches y demás juguetes, y controlar todo el salón de su hogar, dulce hogar sevillano equipado con las últimas técnicas, para evitar choques y atascos entre el personal y los niños... No lo dudo. Pero es que los toros se ven muy bien desde la barrera. Y más en Sevilla. Pero no es eso. Por algo el sueldo de un cargo así y otros parecidos es tan alto, para que se moje, que mucho daño no le hará, pues “la lluvia en Sevilla es una maravilla”.  Menos mal que el generoso y entregado personal de la, en su tiempo, tan criticada por el PP, UME del ejército, cuyo sueldo anda lejos del sr. Serrano, vinieron raudos y cargados, cual Reyes Magos, a poner algo de humanidad en una situación inhóspita.

Pero nada. De la misma manera que su correligionario Rato, o su amiguito de Interior, Zoido, y otros altos cargos del PP, cortados con el mismo patrón fascistoide, el jefe de la DGT elude responsabilidades, y no sólo echa balones fuera, sino que responde con aires chulescos. Y no porque sea sevillano, que algo de gracia se le podía suponer, sino porque es quien es y viene de donde viene. La chulería debe ser otra nueva virtud en esta gente. Palabras y gestos que se multiplican cada día con mayor frecuencia. Algunos han hecho ya historia con sus tergiversadas ruedas de prensa. Su gesto, de obra o de palabra, denigra la esencia de toda democracia con su aire chulesco, convirtiéndose en gesto fascista. De ellos hablaré otro día.

Ya se sabe, todo lo malo se pega, menos la belleza.

La chulería política crece como bola de nieve